Hugh Grant pasó a la fama por un par de películas románticas y un
affaire con una profesional del sexo en su automóvil hace ya 17 años,
que enturbió, en parte, su imagen de muchacho bueno para presentárselo a
una hermana. Tal vez ese affaire le haya dejado el lastre de que en
cualquier momento podría haber noticias escandalosas para publicar en
diarios sensacionalistas o le tocó en suerte estar en la lista porque sí
nomás. El caso es que el protagonista de la entretenida Notting Hill
fue uno de los 800 personajes a quienes una organización integrada por
periodistas del diario británico News of the World y agentes corruptos
de Scotland Yard les interceptaba llamadas telefónicas para pescar
alguna información noticiable.
El escándalo estalló a mediados de 2011, cuando se publicó que entre
las víctimas de esta práctica obscena había una chica de 13 años que
había sido raptada y que sus familiares pensaban que estaba viva porque
regularmente la casilla de mensajes de su celular aparecía vacía.
Incluso la policía pensaba que la muchachita seguía con vida. Pero
resultó que los codiciosos profesionales del dominical del grupo Murdoch
seguían publicando novedades de un caso que ya estaba clausurado porque
la muchacha había sido asesinada.
Cuando se inició la investigación, Grant era otra víctima,
seguramente menos escandalosa, pero con la suficiente indignación como
para testimoniar en cuanto estrado le tocó en suerte y como para aceptar
un cargo directivo en la ONG Hacking Off (algo así como "pinchados")
que lucha contra este tipo de oscuras formas de conseguir información
confidencial (http://hackinginquiry.org/).
Ahora que el juez Brian Leveson presentó un informe de 2000 páginas
sobre el caso (ver página 23), elaborado a lo largo de 16 meses de
investigaciones y cientos de entrevistas –incluso al primer ministro
David Cameron– Grant puede seguramente tomarse un respiro. Aunque
todavía falta el tramo más espinoso del asunto, porque el magistrado
recomienda fervorosamente extremar las regulaciones sobre los medios
escritos en un país que se jacta de tener la más extensa tradición en
libertad de prensa de Occidente.
No es que ya no hubiera controles, porque hay un comité, el Press
Complaints Commission (Comité de Quejas de la Prensa) que establece
códigos de autorregulación. Y de hecho esta investigación sería la sexta
desde 1945 sobre prácticas reñidas con la ética en los diarios
británicos. Pero Leveson pide que las autoridades tomen cartas en el
asunto y ejerzan su liderazgo para crear algún tipo de organismo que no
quede en manos del gobierno ni del Estado, pero que tampoco quede en
manos de los propios responsables de los medios, como hasta ahora.
Levenson lo dice clarito: se debe impedir que más ciudadanos resulten
víctimas de "un comportamiento de la prensa que, a veces, sólo admite la
definición de indignante". Para lo cual pide “un sistema realmente
independiente y efectivo de autorregulación con obligaciones hacia la
población" que además deberá salvaguardar la libertad de expresión de
cualquier interferencia gubernamental. Leveson va más allá y sostiene
que la prensa actuó hasta ahora "como si nunca hubiera existido" un
código de conducta, algo inaceptable en vista del daño causado en la
"vida de personas inocentes", puntualiza.
No debe ser casualidad que en las últimas semanas la BBC apareciera en
el centro de otros escándalos. Que comenzaron cuando se difundió una
investigación sobre decenas de denuncias de pedofilia contra uno de sus
presentadores estrella de los años 60, Jimmy Savile, que murió
apaciblemente el año pasado a los 85. El caso provocó una catarata de
renuncias en la cúpula de la BBC.
Hace unos días un programa periodístico del canal público de Gran
Bretaña –uno de los productores de contenidos televisivos más
prestigiosos del mundo sino el que más– le atribuyó solapadamente
actitudes también reñidas con la moral a un ex parlamentario
conservador. El canal salió luego a disculparse y el director a cargo de
la programación dimitió oportunamente tras poco más de 54 días en el
cargo. Había remplazado a otro funcionario acosado por el tema Savile.
La BBC cumplió 90 años el 14 de noviembre y durante su carrera, aparte
del rol durante la guerra, ostenta como un logro haber sido
independiente de los partidos políticos, sustentada mediante un impuesto
que paga la población. Además de la indudable calidad de su
programación, mucha de la cual puede verse a través del canal Encuentro y
muy esporádicamente en canales privados, también se enorgullece de
haber resistido los embates neoliberales que desde Margaret Thatcher
vienen presionando para su privatización.
Por eso no extraña la guerra que desde siempre mantiene en su contra
precisamente Rupert Murdoch, el millonario australiano que está en el
centro del debate por los horrores de la prensa escrita desde el diario
que tuvo que cerrar luego del escándalo. "El desastre de la BBC procura a
Cameron una oportunidad de oro para reorganizar apropiadamente la gran
emisora pública", tuiteó el magnate golpeado por las barbaridades de su
multimedios, News Corp. "Demasiado grande", "demasiado de izquierdas",
"demasiado cara", publicó sin ruborizarse el Sun, otra joya de Murdoch.
Mehdi Hasan recordó en la versión británica de The Huffington Post que
en el Daily Telegraph un columnista se horrorizó por la "verdadera
tragedia de manchar el nombre de un hombre inocente", en referencia al
legislador erróneamente mencionado en el programa Newsnight. "Esos
informes han sido los más crueles, repugnantes e idiotas de los
perpetrados por el News of the World".
Sin embargo, los defensores de la televisión pública salieron en su defensa con el mismo ardor.
"Los derechistas del Reino Unido no están desaprovechando la crisis que
azota a la BBC y su estrategia es tan descarada como es cínico y
oportunista –protesta Hasan–: ampliar y exagerar los pecados de la
odiada Beeb (como se conoce a la BBC popularmente) mientras
tranquilamente se minimizan los crímenes de sus amigos News Corp.
Leveson parece que la tiene clara cuando al presentar su profuso informe
en el centro de conferencias "Queen Elizabeth II" de Londres criticó
la “muy estrecha” relación entre los políticos y los medios de
comunicación en los últimos 20 años y la catalogó de "perjudicial".
El debate en el Reino Unido en torno a la regulación de los medios y el
ataque a la televisión pública recién comienza, porque lógicamente hay
muchos que a pesar de los escándalos se oponen a cualquier tipo de
injerencia externa en el negocio de la prensa privada. Similitudes con
estas pampas al margen, mientras tanto siguen atacando sin miramientos a
la BBC. En Escocia, sin embargo, aparecieron acusaciones contra el
primer ministro Alex Salmond, quien aseguró que no impondrá ningún tipo
de controles a la prensa. Acorde con las necesidades de Murdoch, lo
acusa la oposición, ya que según parece acordó apoyar su reclamo de
independencia en el referéndum de 2014 desde sus medios locales.
No será tan atractivo como espiar la intimidad de Grant, pero puede ser mucho más lucrativo a largo plazo para ambos.
Tiempo Argentino
Noviembre 29 de 2012
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