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Caminos equivocados

Al principio, las palabras del presidente francés, Nicolas Sarkozy, fueron todo elogios para el acuerdo alcanzado luego de durísimas negociaciones que terminaron con una quita del 50% a la deuda griega, sumada a un incremento en el fondo financiero de equilibrio y una recapitalización a los bancos en riesgos en el continente.
“De no haberlo hecho, no sólo Europa, sino todo el mundo hubiera ido hacia la catástrofe”, dijo Sarkozy a un programa de la televisión gala en horario central. El mandatario afirmó luego que las naciones de la Eurozona ya pagaron “las consecuencias de esa crisis en los últimos meses”. Pero justificó el costo del rescate con una alegoría hogareña. La UE, aseguró, se ha visto ante un “problema moral: Europa es una familia (...) y si cuando un miembro tiene problemas se le deja caer, ¿qué mensaje se envía?”, se preguntó.
Pero a continuación descargó culpas hacia la dirigencia de principios de siglo, cuando el país helénico dejó de lado el drama e ingresó al mundo del euro. “Fue un error haber dejado entrar a Grecia, porque entró con cifras que eran falsas”, descargó el francés.
La jugosa entrevista también sacó a relucir el papel de las agencias de calificación en el proceso de aumento de la burbuja que terminó en una explosión en cadena en los países desarrollados que todavía no se sabe cuándo terminará. “El problema no son las agencias de calificaciones, sino nosotros, que gastamos demasiado”, añadió el inquilino del Elíseo.
Extraña defensa de las calificadoras, cuando desde hace meses los gobiernos europeos están despotricando contra esas instituciones que en las últimas décadas vienen cumpliendo un rol determinante en la circulación de inversiones alrededor del mundo.
Pero también en la profundización de las crisis, como curiosamente advertían en mayo de 2010 el propio Sarkozy y la canciller alemana, Angela Merkel, cuando las principales de este selecto club de evaluadoras, Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch, descargaban su artillería contra la debilidad de la economía griega para hacerse cargo de sus deudas.
“La decisión de las agencias de rebajar la calificación de Grecia nos lleva a considerar el rol de esas consultoras en la transmisión de las crisis”, deploraron los líderes en una carta conjunta al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
No por casualidad estas agencias son las mismas que desde fines de septiembre vienen bajando regularmente las deudas estatales y de privados de España e Italia, los dos países que siguen en la lista de las naciones más comprometidas con el pago de la deuda y la posibilidad de caer en default.
No se necesitaba que Sarkozy lo dijera en la tevé francesa. Que Grecia estaba floja de papeles como para entrar en la zona euro se sabía desde hace tiempo. Al punto que en febrero de 2010 una investigación del diario estadounidense The New York Times había revelado que Atenas pudo birlar los estándares de la rígida disciplina económica de la Eurozona mediante un entramado de ingeniería financiera armado por los bancos de inversión Goldman Sachs y JP Morgan, con el beneplácito del gobierno del entonces primer ministro conservador Konstantin Karamanlis. Juntos elaboraron la estrategia para dibujar descaradamente los datos de la economía, cuestión de ocultar el monto de la deuda real.
Con la base de los números artificiales y el guiño cómplice y favorable de las calificadoras, los inversores de todo el mundo no dudaron en fondearse con los “ultraconvenientes” bonos helénicos. El diario explicaba entonces algunos de los subterfugios para esquivar los controles legales.
*Goldman Sachs –el banco de inversiones que tiene un porcentaje de acciones del Grupo Clarín en la Argentina– colocaba bonos de deuda griega y entregaba al gobierno contratos de derivados, para reducir el impacto de las fluctuaciones en el tipo de cambio.
*Atenas emitía además deuda en monedas distintas al euro, y se contrataban seguros con los bancos de inversión. Pero según el diario neoyorquino, el secreto del éxito de esta maniobra fue que alteraba artificialmente el tipo de cambio al que se firmaban los contratos, con lo que en la práctica recibía más dinero del que nominalmente figuraba como deuda emitida.
De este detalle nada dijo Sarkozy en la entrevista, y es extraño que no le haya llegado un brief de prensa en aquel momento. O pasa que tiene compromisos con Goldman Sachs que se lo impiden.
Porque es bueno recordar que en mayo pasado, Sarkozy tuvo una gravitación determinante para la elección del italiano Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo, la entidad que regula el flujo de moneda entre los miembros de la Eurozona, en remplazo del francés Jean-Claude Trichet. Draghi es “un hombre de calidad” para el puesto, alentó Sarkozy tras una reunión con Silvio Berlusconi.
El dato es que Draghi, un ortodoxo neoliberal, fue vicepresidente para Europa del Goldman Sachs ente enero de 2002 y enero de 2006. O sea que el primer mandatario galo apoyó a uno de los hombres que participaron desde su modesto lugar para construir ese enorme dibujo financiero que terminó por poner en riesgo la totalidad del sistema armado en torno de una moneda común y al que ahora criticó ante una millonaria audiencia.
Para el Nobel de Economía Paul Krugman, el problema del euro fue, no tanto el diseño de una moneda creada para cumplir los sueños hegemónicos de Alemania, como que incorporó a socios menores de un modo demasiado apresurado.
“La élite de la política europea debe cargar con la responsabilidad: ella empujó con firmeza hacia la moneda única, desatendiendo advertencias que señalaban que exactamente este tipo de cosas (la crisis) podían suceder”, escribió el galardonado economista.
La otra parte de los acuerdos que permitieron salvar la ropa en Grecia –por el momento– es que los otros países al borde del abismo, como España e Italia, profundicen sus recortes presupuestarios. Increíblemente, porque es la política que ya fracasó en Grecia desde que se publicara aquel informe del New York Times.
Y los resultados se encaminan hacia el mismo rumbo. España ya tiene una tasa récord de 5 millones de desocupados y no hay visos de que recupere en el corto plazo. En Italia, mientras tanto, la UE pidió concretar “los compromisos que ha asumido, y que lo haga siguiendo un calendario claro”. Entre esos compromisos, que las autoridades paneuropeas piden acelerar de una buena vez, hay una que con el argumento de que incrementarán la competitividad y liberalizarán la economía, obliga a una profunda reforma del mercado laboral que contenga “una nueva reglamentación de los despidos por motivos económicos en los contratos de empleo de tiempo indeterminado”. Esto es que, además de contemplar para un despido una “justa causa o un motivo justificado”, el nuevo estatuto deberá incorporar una cláusula que permite hacerlo por razones de índole económica.
El camino seguido por las élites europeas entonces es más de lo ya conocido en otras épocas de la Argentina: ajuste, flexibilización laboral, baja de la calificación de la deuda, default.
Lo increíble es que vuelvan a insistir en ese camino tan trillado como errado.

Tiempo Argentino
Octubre 29 de 2011

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