En el mundo de los negocios suele decirse que es siempre mejor un mal
arreglo que un buen juicio. Por eso de que los tribunales son lentos, y
que por más cercanía que se tenga con abogados y jueces, nada garantiza
que las cosas salgan como se espera. Hace algunos meses, y cuando el
proceso de negociaciones con Irán se encaminaba en Suiza, el presidente
Barack Obama se justificaba diciendo que “es mejor un mal acuerdo que
ninguno”. Parafraseaba el viejo dicho comercial, sabedor de que no tener
ningún acuerdo podría llevar a una situación bélica de imprevisibles
consecuencias. Y una guerra, por más que uno tenga el mejor armamento
del mundo, no garantiza un éxito. Los desastres que se viven hoy día en
Medio Oriente y Afganistán tras las invasiones de la administración de
George W. Bush son una prueba bastante contundente de esto. Podrán
mencionarse ciertas sinuosidades en la política exterior de Obama, pero
en esta cuestión al menos muestra una coherencia que buenos dolores de
cabeza la trae, porque los principales críticos de esta postura en
relación con el plan nuclear de Irán son los sectores más acérrimos de
los republicanos y el gobierno israelí. Pero no son los únicos en el
mundo.
El “problema Irán” pasó a ser central para Obama desde que llegó a la
Casa Blanca, en 2009. Y a pesar de que en ese entonces gobernaba Mahmud
Ahmadinejad, un ultra poco afecto a la negociación, trató de acercar
posiciones para retomar un diálogo que se había roto en 1979, con el
asalto a la embajada de Estados Unidos tras el derrocamiento del Sha
Reza Pahlevi y el surgimiento de la República Islámica.
En mayo de 2010, el presidente brasileño Lula da Silva y el primer
ministro turco Tayyip Erdogan anunciaron junto con Ahmadinejad un
acuerdo tripartito para someter a controles internacionales el plan
atómico persa. El cuestionamiento principal es por el enriquecimiento de
uranio, un proceso que Teherán alcanzó un poco comprando tecnología “en
el mercado negro” y otro poco mediante acuerdos con países que ya
habían alcanzado ese ciclo de desarrollo, como Argentina. Según el
acuerdo que anunció Lula en Rio de Janeiro, Irán entregaría 1200
kilogramos de su uranio enriquecido al 3,5% a Turquía –el uranio para
fines militares necesita ser enriquecido al 90%–, donde quedarían
depositados bajo vigilancia iraní y turca. Al cabo de un año Irán
recibiría 120 kilos de uranio enriquecido al 20% de Rusia y Francia para
emplear en su programa de uso pacífico.
El anuncio provocó una polvareda diplomática y antes de que se secara la
tinta la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton salió a
reprocharlo. La respuesta de Lula tampoco esperó: la propuesta obedecía a
una carta que le había enviado Obama con ideas para solucionar el
entuerto y él no había hecho más que poner manos a la obra. El desaire
dejó mal parado al fundador del PT. Y las sanciones contra Teherán se
profundizaron.
¿Cuál era el problema con el paper alcanzado por Lula y Erdogan con
Ahmadinejad? Básicamente que era fogoneado por nuevos jugadores en la
escena global, algo inadmisible para las potencias europeas, que aún en
decadencia siguen peleando prerrogativas especiales. Por eso se continuó
con el proceso iniciado en 2006 por el grupo 5+1, los cinco países con
derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos,
Gran Bretaña, Francia, China y Rusia más la principal economía del
continente, Alemania.
En marzo de 2011 el fallecido periodista José Eliaschev publicó en
Perfil un artículo en que acusaba al gobierno argentino de estar
negociando en secreto con Ahmadinejad para dejar de lado la
investigación del atentado a la AMIA y fortalecer las relaciones
comerciales. Para entonces Teherán ya había avanzado en convenios con el
gobierno de Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales y quedaba en el
olvido el frustrado acuerdo con Lula. En enero de 2013, el gobierno
argentino anunció el ahora controvertido Memorandum de Entendimiento con
Irán por la investigación del atentado a la AMIA. No vale la pena
abundar en las feroces críticas que recibió de la oposición política y
mediática e incluso de los fondos buitre.
Cuando en agosto de ese mismo año Hasan Rohaní fue elegido presidente
todo el mundo supo que algo había cambiado en Irán. Considerado un
islamista moderado, Rohaní es un clérigo bendecido por el imán Ali
Jamenei que ya había participado en conversaciones con Occidente acerca
del plan nuclear antes de 2005. Un mes más tarde Obama y Rohaní
mantuvieron una “histórica” conversación telefónica que ponía fin a 34
años de congelamiento de relaciones.
Sin embargo, los sectores internacionales que no aceptan acuerdos con
Irán, jamás se durmieron y “una serie de eventos extraordinarios” se
fueron encadenando de tal manera que resulta por lo menos ingenuo no
hallarles un origen común. Por esa serie de casualidades permanentes, en
estos últimos meses, a medida que en Lausana los 5+1 e Irán iban
acercando posiciones, se fueron aguzando las tensiones de sectores
contrarios tanto en Argentina como en Brasil. Cuesta trabajo no incluir
en este aceitado mecanismo de relojería al súbito regreso y la posterior
denuncia contra la presidenta argentina del fiscal Alberto Nisman a
horas del ataque a la redacción del semanario Charlie Hedbo. Su muerte,
como sea que se hubiese producido, tampoco, tal cual señaló Cristina
Fernández. Ni qué hablar del embate del tribunal de Thomas Griesa contra
el país, azuzado por los buitres.
En Brasil, a caballito de las denuncias por corrupción en la petrolera
estatal, un día antes del balotaje la revista Veja adelantó una edición
especial donde ligaban directamente a Lula y Dilma con el escándalo
Petrobras. Ahora, en una operación donde aparecen involucrados el hijo
de la mandataria argentina con la embajadora en la OEA, Nilda Garre, en
una operación financiera con dinero de Irán de por medio, Veja vuelve al
ruedo. El negocio, en esta ocasión, sería la venta de tecnología
nuclear argentina. Específicamente, uranio enriquecido.
Viene a cuento aquí recordar la fuerte influencia inicial de la
tecnología argentina en el proyecto de desarrollo iraní. Desarrollo que
había sido empujado por un marino, el almirante Oscar Quillalt, al
frente de la CONEA desde 1955 a 1973, entre el golpe contra Perón y el
regreso de la democracia camporista. El Sha Pahlevi, que no era lerdo,
aprovechó el momento y se llevó a Quillalt y a un equipo de siete
científicos que, desde 1975 hasta la caída del monarca, en 1979,
llevaron adelante una iniciativa que continuarían los ayatolas. En este
juego de transferencia de conocimientos entraría luego Abdul Qadeer
Khan, científico pakistaní, héroe nacional en su país y más tarde
defenestrado bajo la acusación de haber comercializado por su cuenta
tecnología altamente sensible en el mercado negro.
La relación de los argentinos con Irán no se cortaría del todo y en
pleno gobierno de Raúl Alfonsín, en mayo de 1987, se aprobó la venta de
un núcleo de uranio enriquecido al 20% por parte de la empresa estatal
INVAP. Sería durante la gestión de Carlos Menem que por un lado el
proyecto nuclear argentino quedaría en terapia intensiva y la relación
con Irán, por el otro, se terminó de clausurar por el ataque a la sede
de la comunidad judía. Recién con Néstor Kirchner el “átomo argentino”
volvería a girar, como quien dice.
¿El acuerdo anunciado en Lausana será firme y duradero? Es difícil
predecirlo. Señala cómo llegar a la firma de un documento definitivo el
30 de junio. Hay mucho que andar todavía, pero los países más poderosos
del mundo mostraron su optimismo. El secretario de Estado John Kerry
agradeció a todos los que participaron de las reuniones, y especialmente
a los iraníes. Y reconoció que para llegar a un acuerdo todos debieron
ceder algo. Esto es, que si bien no lograron todo lo que se proponían,
tampoco lo hizo Irán, aunque las declaraciones para la propia tribuna
digan lo contrario.
Este avance muestra también que con todas las críticas, Obama fue
consecuente en este caso con la idea de movilizar soluciones alejadas
del campo de batalla. Por eso es y será fustigado dentro y fuera de
Estados Unidos. Reconoció que otros vientos soplan en el mundo y
desplegó las velas para no dejarlos pasar. Esos nuevos vientos también
fueron entendidos por Lula y por Cristina en su momento. ¿Habrá que
confiar que ahora viene una paz definitiva? De ninguna manera, falta la
letra fina y no habría que descartar nuevos eventos extraordinarios en
un camino sembrado de espinas. Pero fue un paso en la buena senda.
Tiempo Argentino
Abril 4 de 2015
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