Dicen en Panamá que desde la invasión estadounidense del 20 de diciembre
de 1989 no se veían tantos helicópteros sobrevolando la ciudad. Esa
vez, tropas de la 82 División Aerotransportada de Estados Unidos
enviadas por orden del presidente George Bush padre bombardearon el
barrio En Chorrillo, donde estaban ubicados los cuarteles donde se
alojaba el presidente Manuel Noriega. Hombre de la CIA y protegido de
los organismos de seguridad estadounidenses, Noriega de pronto se
convirtió en enemigo público de Washington.
¿Sabían los estrategas de la Casa Blanca que Noriega era el asesino y
narcotraficante que a fines de los '80 llegó a ser para los medios de
comunicación masivos? Sí, pero mientras les sirvió para combatir al
sandinismo, entre otros "favores", no tuvieron problemas en bancarlo. El
caso es que cuando se quisieron deshacer de él aparecieron denuncias de
su relación con el cártel de Medellín, que comandaba Pablo Escobar, y
de sus tendencias homicidas contra opositores políticos. Así fue que un
contingente de unos 26 mil soldados de elite inició el ataque para
expulsar del poder al gobierno que antes había hecho lo posible por
mantener en el poder.
Hubo un hecho tragicómico en la denominada Operación Causa Justa, que
costó la vida a unos 6000 panameños inocentes de todos esos delitos
compartidos. Porque tras los profusos tiroteos contra el búnker de
Noriega, el dictador temía por su vida y se refugió en la Nunciatura
Apostólica de Panamá. Como una agresión a la sede católica hubiese sido
demasiado incluso para un gobierno como el de Bush padre (que por otro
lado, había sido director de la CIA cuando Noriega era "amigo de la
casa"), los invasores colocaron los equipos de música más poderosos
frente al edificio y pusieron rock pesado a todo volumen. Unas horas más
tarde, ante la alteración de sus anfitriones eclesiásticos, Noriega se
entregó mansamente. Juzgado en Miami, fue condenado en 1992 a 40 años de
prisión. En 2011, tras haber cumplido parte de su sentencia en Estados
Unidos por narcotráfico y otra en Francia por lavado de dinero, regreso a
Panamá, donde todavía debe pagar por sus crímenes políticos.
Ahora los helicópteros sobrevolaban Panamá como parte de la custodia de
Barack Obama, que viajaba al país centroamericano para participar de la
Cumbre de presidentes americanos más caliente desde aquella de 2005 en
Mar del Plata en que un grupo de díscolos le dijo No al ALCA a George
Bush hijo en persona.
Al anunciado regreso de Cuba a este foro continental, una posibilidad
abierta con la reapertura del diálogo entre Washington y La Habana
iniciado en diciembre pasado, se sumó la avanzada de Obama sobre el
gobierno venezolano. Lo que levantó protestas y críticas de un amplio
abanico de mandatarios latinoamericanos que no saldrían jamás en defensa
de Noriega, pero no aceptan esa imagen de los golpes de Estado
auspiciados y financiados por Estados Unidos, desde el del guatemalteco
Jacobo Arbenz hasta el de Salvador Allende y la dictadura argentina. Y
tampoco admiten golpes institucionales como los que derrocaron a Manuel
Zelaya o Fernando Lugo.
Por esta razón, Obama le bajó un poco los decibeles al rock pesado que
había desplegado contra el presidente Nicolás Maduro cuando firmó el
decreto en que declaraba a Venezuela como una amenaza contra Estados
Unidos. Así fue que en una entrevista con la agencia española EFE dijo
que no cree que "Venezuela sea una amenaza para Estados Unidos y Estados
Unidos no es una amenaza para el gobierno de Venezuela", y se promovió
como abierto al diálogo con Caracas. Eso sí, dijo que está "preocupado
por cómo el gobierno venezolano sigue esforzándose por intimidar a sus
adversarios políticos".
La actitud de fiscal de la democracia y los derechos humanos que se
atribuye la dirigencia estadounidense es el principal escollo para un
buen entendimiento entre vecinos incómodos como los países
latinoamericanos y los de origen anglosajón. A eso se refieren quienes
llaman a esas acciones unilaterales como injerencia en los asuntos de
otras naciones. El jefe de Gabinete argentino, Aníbal Fernández, lo
expresó en su tono ácido cuando le recordó a la subsecretaria para
Asuntos Hemisféricos de EE UU, Roberta Jacobson, que había cuestionado
la marcha de la economía vernácula, que "no está bien eso de mirar la
paja en el ojo ajeno". Una frase adecuada sobre todo si se destaca que
el mismo día un afrodescendiente era asesinado por un policía en North
Charleston, en el enésimo caso de gatillo fácil racial en los últimos
meses en ese país.
Que Panamá iba a ser un escenario de debates, polémicas y
enfrentamientos era un tema clavado por el regreso de Cuba y el embate
contra Venezuela. Y las expectativas no resultaron defraudadas. Un grupo
de 25 ex presidentes latinoamericanos, todos ellos de derecha y que no
pudieron dejar herencia política en los nuevos tiempos que se viven en
la región, se juntaron con el no menos derechista español José María
Aznar para emitir una declaración donde hablan del "silencio
complaciente" de los actuales mandatarios sobre la situación venezolana.
Como era de prever, también dijeron que convocarán a otras fuerzas de
la región e incluso a demócratas y republicanos de Estados Unidos en
esta cruzada en defensa de "la libertad y la democracia". A esta lista
de antichavistas se unió semanas atrás el representante del PSOE Felipe
González, que se presentó como defensor de dos dirigentes opositores
presos en Venezuela, junto con otro puñado de ex presidentes
latinoamericanos.
No muy lejos de allí, un grupo de opositores al gobierno cubano habían
organizado un foro contra el acercamiento de Obama con Raúl Castro. El
gobierno cubano lanzó una protesta inmediata contra la presencia en
Panamá de Félix Rodríguez Mendigutía, un antiguo miembro de la CIA que
participó en decenas de ataques terroristas contra la revolución cubana y
es considerado como el asesino del Che Guevara.
Las autoridades cubanas salieron a denunciar la presencia del agente, a
quien sindican como ligado a la CIA desde que Fidel Castro y el Che
tomaron el poder en La Habana, en 1959. "Comenzó a entrenarse, en una
base del Canal de Panamá, en explosivos, demoliciones, sabotajes y otras
técnicas de operaciones encubiertas" (…), sus acciones subversivas se
extienden por Cuba, Uruguay, Brasil, Costa Rica, Honduras, Guatemala y
El Salvador, entre otras naciones de nuestro continente", señaló Ricardo
Guardia Lugo, presidente de la Organización Continental Latinoamericana
y Caribeña de Estudiantes (Oclae), en una carta pública dirigida a los
organizadores del Foro de la Sociedad Civil que se realizó en paralelo.
Rodríguez Mendigutía, de 73 años, participó en la invasión de Playa
Girón y es otro de los vinculados con el escándalo Irán- Contras, para
contribuir con actividades ilegales en la financiación de los grupos
antisandinistas en los primeros años '80. Noriega era la otra pata del
"negocio". Pero fundamentalmente será recordado por haber sido el agente
enviado por la CIA a Bolivia en 1967 cuando se confirmó la presencia
del Che en Ñancahuazú, donde fue encubierto bajo la personalidad del
empresario Félix Ramos. Fue el que envió al Batallón Ranger a La
Higuera, donde fue capturado el guerrillero argentino-cubano.
La actitud de Obama en relación con lo que por sus pagos se conoce como
"el patio trasero" es ambigua. Por un lado está buscando un
acercamiento, no por propia voluntad sino por la fuerza de los hechos,
como sucede con Cuba. Pero por el otro quiere demostrar que no es blando
y entonces "castiga" a gobiernos que lo enfrentan. El caso de Venezuela
es paradigmático. Como una muestra de que piensa ir un paso más
adelante, intenta ahora minar parte de sus apoyos en el Caribe. Por eso,
antes de hacer escala en Panamá pasó por Jamaica, donde se reunían los
países del Caribe nucleados en el Caricom. Espera poder torcer
voluntades prometiendo petróleo subsidiado, como le viene entregando
Venezuela desde la época de Hugo Chávez.
Otra forma de poner rock pesado en la región caribeña, como hace un cuarto de siglo.
Tiempo Argentino
Abril 10 de 2015
Ilustró Sócrates
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