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viernes

La mano no tan invisible del papa

Hablar en el Capitolio de poner fin a la pena de muerte y a las guerras suena a osadía. Porque no pocos de los congresistas que aplaudieron conmovidos y derramaron lágrimas frente al Papa Francisco reciben –legalmente, eso sí- fondos para sus campañas de proveedores del Pentágono y de servicios para las cárceles privadas de Estados Unidos. Sonaría a inocente pensar que el Sumo Pontífice ignora esos datos. Por eso sus frases alcanzan la real dimensión del desafío del Papa argentino.
"¿Por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad?", se preguntó en el congreso estadounidense. "Tristemente, la respuesta, que todos conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas", dijo a la industria bélica. "Cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse de la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito", señaló a los empresarios penitenciarios.
Jorge Bergoglio causó impacto en Estados Unidos, donde desplegó su caudal de recursos para seducir audiencias y convencer a dirigencias poco propensas al entusiasmo. Por estos días, ese país será el centro de las miradas por el inicio de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas. Si esto dijo ante los legisladores norteamericanos, habrá que ver qué tiene bajo la manga para los líderes mundiales que se darán cita en el edificio de Nueva York.
Uno de los que asistirá –además de la presidenta argentina Cristina Fernández, en su última incursión en ese ámbito- será Juan Manuel Santos. El presidente colombiano dio un paso importante el miércoles al estrechar la mano del líder guerrillero Timoleón Jiménez, Timoshenko, para sellar el acuerdo alcanzado luego de casi tres años de arduas negociaciones entre su gobierno y las FARC. Despejar el tema más árido en el proceso de paz como es el de la justicia transicional y la reparación de las víctimas, abre el camino para un acuerdo final y definitivo de paz que ponga fin a más de 50 años de fratricidio en los seis meses que se pusieron como plazo.
"Esto demuestra la madurez que ha alcanzado este proceso", destacó Santos en la capital cubana. "Desde una perspectiva fundamentalmente restaurativa (este acuerdo) abre las posibilidades de ofrecer verdades halladas y plenas", añadió Timoshenko. "Aun quedan dificultades enormes por superar, pero tenemos la certeza de que serán vencidas. La paz en Colombia no sólo es posible; es indispensable", abundó a su turno Raúl Castro, el anfitrión para este proceso y el que celebró, mano sobre mano, los tres vestidos de color claro, las históricas coincidencias alcanzadas.
Tiene razón Castro al decir que falta un trecho difícil todavía. No es la primera vez en la historia colombiana que la paz parece posible y algo o alguien conspiran para boicotear la salida. El fabuloso negocio de las armas mueve miles de millones de dólares y alimenta una maquinaria productiva difícil de disolver. En pocas palabras, hay muchos que viven de la muerte en todo el mundo. Y Colombia no fue una excepción en este medio siglo largo de enfrentamientos feroces.
Por lo pronto, hubo un extraordinario apoyo al documento firmado el miércoles entre todos los dirigentes internacionales. Desde el gobierno de Obama hasta el de Noruega –uno de los dos garantes en la mesa de diálogo- pasando por la Casa Rosada, que mostró su satisfacción por la novedad.
El que rechazó de plano este avance fue el ex presidente Álvaro Uribe. En una andanada de tuits protestó con su latiguillo de siempre desde que comenzaron los diálogos, en noviembre de 2012. "Se ha aceptado que delincuentes responsables de atrocidades no vayan a la cárcel a condición de confesar sus responsabilidades criminales."
El tema de la justicia es crucial para la construcción de una nueva Colombia. ¿Cómo se juzgan los delitos que puedan haberse cometido en estos años? ¿Quién se hace cargo de reparar el daño cometido? Si es que los guerrilleros tienen parte de culpa, sin dudas tanto el Ejército como las fuerzas de seguridad colombianas tienen su grado de responsabilidad. Mayor incluso porque contaron no sólo con el poder de fuego de un estado constituido sino porque desde fines del siglo pasado, a través del Plan Colombia, disponen de millones de dólares de apoyo en dinero líquido, armamento e incluso mercenarios pagados por Estados Unidos.
En el documento de La Habana, las FARC se comprometen a la "dejación de armas" al cabo de dos meses posteriores a la firma del acuerdo final, que sería, según los plazos establecidos, a más tardar el 23 de marzo de 2016. Uribe cuestiona este detalle en una batalla semántica. "En lugar de exigir entrega de armas, Gobierno ha aceptado la palabra dejación", tuiteó. "La palabra dejación equivale a que el terrorismo mantenga las armas y las use cuando quiera", y añade: "Gobierno no ha exigido entrega del dinero del terrorismo para reparar a las víctimas."
El otro actor político en contra del acuerdo fue el director de la División de las Américas de la ONG Human Rights Watch, el chileno José Miguel Vivanco. El acuerdo "permitiría que los máximos responsables de los peores abusos puedan eximirse de pasar siquiera un solo día en prisión", señaló el polémico abogado, en una nueva muestra de rechazo al proceso de paz en su conjunto. Insólito en una organización que debería apoyar iniciativas para descomprimir conflictos y arribar a soluciones pacíficas, aunque Vivanco siempre estuvo en contra de varios aspectos del proceso de paz.
El sorpresivo viaje de Santos a Cuba se produjo a pocas horas de que Francisco terminara su visita a la isla. Nada es casualidad en política internacional, y menos a ese nivel. No se puede decir que el Papa haya hecho contactos con los negociadores en La Habana e incluso trascendió que no dio lugar a una entrevista que le habían solicitado los representantes de las FARC. Pero el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, aclaró los tantos: "Si ustedes recuerdan, el domingo el Papa hizo una llamada muy fuerte a que se encontrase una solución al problema." Douglas Cassel, profesor de Derecho de la Universidad de Notre Dame y uno de los tres abogados del gobierno en La Habana le explicó a la agencia The Associated Press que "incluso sin estar físicamente en la sala, el Papa fue una presencia muy importante" en ese tramo del diálogo.
Santos mostrará en Nueva York el documento alcanzado luego de febriles 20 horas de debatir la letra fina por los negociadores y sus equipos de asesores. Desde su oficina de prensa se encargaron de recalcar que allí destacará que esta nueva realidad convierte a Colombia en un destino apetecible para inversores de todo pelaje porque les dará previsibilidad y garantizará confianza de cara al futuro.
La mano invisible del mercado necesitó de la mano no tan invisible del Papa argentino, que se convirtió en un catalizador de expectativas. No es milagro, mal que les pese a sus seguidores más fieles. Es simplemente conocer el revés de la trama y aprovechar que todos los implicados en un conflicto necesitan a alguien confiable para poder deponer extremismos sin aparecer renunciando a principios. Siempre en el marco del evangelio y no de alguna inclinación izquierdista como le endilgan los más retrógrados conservadores dentro y fuera del catolicismo.

Como dijo Nancy Gibbs la subdirectora de la revista Times -que lo tendrá de tapa por cuarta vez desde que fue ungido, en marzo de 2013- Francisco "hizo algo notable (en la iglesia): no cambió las letras, pero sí cambió la música".

Tiempo Argentino
Setiembre 25 de 2015


jueves

Dos visiones del mundo: Cuba-EE UU

El anuncio, como se había adelantado, lo hicieron el presidente Barack Obama y su secretario de Estado, John Kerry. Era un paso más luego de la histórica conversación entre Obama y el mandatario cubano Raúl Castro el 17 de diciembre pasado. Un paso natural: si es que se iban a reanudar relaciones entre ambos países, este camino inevitablemente debe continuar con la reapertura de las embajadas y el envío de los diplomáticos que deberán ocupar esos cargos. Como era de prever también, porque así están dadas las cosas, Castro y Obama señalaron que el último tramo que falta es el levantamiento del bloqueo económico.
La pelota está en cancha del estadounidense, que ya hizo el pedido al Congreso. Pero allí ahora mandan los republicanos, y los más encumbrados entre ellos ya salieron a manifestar su rechazo al restablecimiento de relaciones y a todo lo que venga luego.
Tras el impactante anuncio de diciembre, Castro había señalado que reanudar los lazos no implicaba una renuncia a la visión del mundo que tiene cada uno de los pueblos. Obama puntualizó entonces que la historia de estos 53 años había demostrado que las presiones diplomáticas y económicas contra la revolución cubana habían sido un error que había cercado a Estados Unidos en lugar de hacerlo con la isla.
En estos días hubo una demostración palpable de esas diferencias: el jueves pasado la Corte Suprema de Estados Unidos declaró la constitucionalidad de los subsidios para la ley de salud conocida como Obamacare, que beneficia a más de 6 millones de trabajadores que no tenían cobertura en ese país. Los republicanos habían bloqueado su aplicación mediante todas las chicanas jurídicas que encontraron a mano y ahora solo les quedó prometer que la van a derogar si vuelven al gobierno en 2017.

Este martes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) certificó en un acto en la sede de Washington de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que Cuba es el primer país del mundo que logró el doble reto de eliminar la transmisión de madre a hijo del virus del sida y de la sífilis congénita. “El éxito de Cuba demuestra que el acceso universal y la cobertura universal de salud son factibles y de hecho son la clave del éxito, incluso en contra de desafíos tan complejos como el VIH”, destacó la directora de la OPS, Carissa Etienne.

Tiempo Argentino
Julio 2 de 2015

martes

Nueva era en las Américas

Si algo dejó la VI Cumbre de las Américas de Panamá fue la comprobación de que Estados Unidos ya no puede imponer su voluntad sobre el resto de los países del continente como solía hacerlo hasta hace 10 años. Lo supo Barack Obama, quien en su último encuentro como mandatario estadounidense debió aceptar no solo que Cuba existe, sino que debía hacerse cargo del reclamo de los gobiernos latinoamericanos para una nueva relación con los vecinos a los que despectivamente su secretario de Estado, John Kerry, todavía llama «patio trasero».
Como una parábola perfecta para el inquilino de la Casa Blanca, en su primera participación en este encuentro de presidentes, en 2009, recibió de Hugo Chávez un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, libro clave de Eduardo Galeano para entender el despojo que durante siglos padecieron los pueblos al sur del Río Bravo. En Panamá, varios de sus colegas le recordaron en diferentes tonos y sin mencionarlo explícitamente que América Latina había cambiado. Como para que la muerte de Galeano, unos días más tarde, sonara a cierre de una etapa que ya parece irreversible para la región.
Esta serie de rondas de jefes de Estado americanos, que comenzó en Miami en 1994 para poner en marcha el proyecto neoliberal expresado en el Consenso de Washington, viró 180 grados en Mar del Plata en 2005. Allí, al enterrar el Área de Comercio de las Américas (ALCA), frente al propio George W. Bush, la integración latinoamericana comenzó a andar.
Hay varios acontecimientos que no se pueden entender sin ese paso inicial. En principio, sería justo preguntarse hasta qué punto la crisis que se desató primero en Estados Unidos y que luego se extendió a Europa no tuvo su origen en la clausura de ese proyecto pensado para beneficio de la economía estadounidense en detrimento de los pueblos latinoamericanos.
Es más evidente, en cambio, que la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) hace 8 años, y luego la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es la consecuencia más directa e irrefutable de este avance. En ambos casos, las organizaciones cumplieron un rol destacado en defensa de la democracia y del estrechamiento de lazos entre los pueblos sin la participación de los países sajones, Estados Unidos y Canadá. Un hecho del que tomaron en cuenta los estrategas de Washington para decidir que Obama diera un paso que los 10 presidentes que lo antecedieron no se atrevieron a dar: sentarse a conversar con el gobierno de la Revolución Cubana para intentar restablecer relaciones diplomáticas.
Esta nueva era convirtió la OEA, el organismo del que había sido expulsada Cuba en 1962, en una cáscara vacía. Lo mismo que las cumbres presidenciales. ¿Qué sentido tiene un encuentro de jefes de Estado de países que poco y nada tienen en común, salvo que comparten la región con la principal potencia económica y militar del planeta?
El sentido se lo dieron en Panamá los líderes regionales que le pusieron al presidente estadounidense  «los puntos sobre las íes», como se dice popularmente. Fueron categóricos especialmente Rafael Correa, Daniel Ortega y  Evo Morales. Obama se ausentó en dos ocasiones, una cuando Nicolás Maduro le reclamaba por haber calificado a Venezuela como una «amenaza a la seguridad de Estados Unidos». La otra cuando habló Cristina Fernández, que hizo una encendida defensa de la dignidad cubana para soportar el embate norteamericano durante más de 60 años pero que también habló de Malvinas, otra causa latinoamericana contra un aliado de Washington.
A los pocos días, Obama envió al Congreso la recomendación de retirar a Cuba de la lista de naciones patrocinadoras del terrorismo. Y prometió hacer lo necesario para levantar el embargo. No las tiene fácil el presidente de los Estados Unidos con un Legislativo opositor en el último tramo de su gestión. Sobre todo porque la voz cantante entre los republicanos la tienen representantes extremos del Tea Party, como Marco Rubio y Ted Cruz –precandidatos a suceder a Obama en 2017– e Ileana Ros Lehtinen, de origen cubano.
Se entiende entonces el pedido de Raúl Castro de creer en las buenas intenciones de Obama.


 Revista Acción
Mayo 1 de 2015

viernes

Rock pesado en Panamá

Dicen en Panamá que desde la invasión estadounidense del 20 de diciembre de 1989 no se veían tantos helicópteros sobrevolando la ciudad. Esa vez, tropas de la 82 División Aerotransportada de Estados Unidos enviadas por orden del presidente George Bush padre bombardearon el barrio En Chorrillo, donde estaban ubicados los cuarteles donde se alojaba el presidente Manuel Noriega. Hombre de la CIA y protegido de los organismos de seguridad estadounidenses, Noriega de pronto se convirtió en enemigo público de Washington.
¿Sabían los estrategas de la Casa Blanca que Noriega era el asesino y narcotraficante que a fines de los '80 llegó a ser para los medios de comunicación masivos? Sí, pero mientras les sirvió para combatir al sandinismo, entre otros "favores", no tuvieron problemas en bancarlo. El caso es que cuando se quisieron deshacer de él aparecieron denuncias de su relación con el cártel de Medellín, que comandaba Pablo Escobar, y de sus tendencias homicidas contra opositores políticos. Así fue que un contingente de unos 26 mil soldados de elite inició el ataque para expulsar del poder al gobierno que antes había hecho lo posible por mantener en el poder.
Hubo un hecho tragicómico en la denominada Operación Causa Justa, que costó la vida a unos 6000 panameños inocentes de todos esos delitos compartidos. Porque tras los profusos tiroteos contra el búnker de Noriega, el dictador temía por su vida y se refugió en la Nunciatura Apostólica de Panamá. Como una agresión a la sede católica hubiese sido demasiado incluso para un gobierno como el de Bush padre (que por otro lado, había sido director de la CIA cuando Noriega era "amigo de la casa"), los invasores colocaron los equipos de música más poderosos frente al edificio y pusieron rock pesado a todo volumen. Unas horas más tarde, ante la alteración de sus anfitriones eclesiásticos, Noriega se entregó mansamente. Juzgado en Miami, fue condenado en 1992 a 40 años de prisión. En 2011, tras haber cumplido parte de su sentencia en Estados Unidos por narcotráfico y otra en Francia por lavado de dinero, regreso a Panamá, donde todavía debe pagar por sus crímenes políticos.
Ahora los helicópteros sobrevolaban Panamá como parte de la custodia de Barack Obama, que viajaba al país centroamericano para participar de la Cumbre de presidentes americanos más caliente desde aquella de 2005 en Mar del Plata en que un grupo de díscolos le dijo No al ALCA a George Bush hijo en persona.
Al anunciado regreso de Cuba a este foro continental, una posibilidad abierta con la reapertura del diálogo entre Washington y La Habana iniciado en diciembre pasado, se sumó la avanzada de Obama sobre el gobierno venezolano. Lo que levantó protestas y críticas de un amplio abanico de mandatarios latinoamericanos que no saldrían jamás en defensa de Noriega, pero no aceptan esa imagen de los golpes de Estado auspiciados y financiados por Estados Unidos, desde el del guatemalteco Jacobo Arbenz hasta el de Salvador Allende y la dictadura argentina. Y tampoco admiten golpes institucionales como los que derrocaron a Manuel Zelaya o Fernando Lugo.
Por esta razón, Obama le bajó un poco los decibeles al rock pesado que había desplegado contra el presidente Nicolás Maduro cuando firmó el decreto en que declaraba a Venezuela como una amenaza contra Estados Unidos. Así fue que en una entrevista con la agencia española EFE dijo que no cree que "Venezuela sea una amenaza para Estados Unidos y Estados Unidos no es una amenaza para el gobierno de Venezuela", y se promovió como abierto al diálogo con Caracas. Eso sí, dijo que está "preocupado por cómo el gobierno venezolano sigue esforzándose por intimidar a sus adversarios políticos".
La actitud de fiscal de la democracia y los derechos humanos que se atribuye la dirigencia estadounidense es el principal escollo para un buen entendimiento entre vecinos incómodos como los países latinoamericanos y los de origen anglosajón. A eso se refieren quienes llaman a esas acciones unilaterales como injerencia en los asuntos de otras naciones. El jefe de Gabinete argentino, Aníbal Fernández, lo expresó en su tono ácido cuando le recordó a la subsecretaria para Asuntos Hemisféricos de EE UU, Roberta Jacobson, que había cuestionado la marcha de la economía vernácula, que "no está bien eso de mirar la paja en el ojo ajeno". Una frase adecuada sobre todo si se destaca que el mismo día un afrodescendiente era asesinado por un policía en North Charleston, en el enésimo caso de gatillo fácil racial en los últimos meses en ese país.
Que Panamá iba a ser un escenario de debates, polémicas y enfrentamientos era un tema clavado por el regreso de Cuba y el embate contra Venezuela. Y las expectativas no resultaron defraudadas. Un grupo de 25 ex presidentes latinoamericanos, todos ellos de derecha y que no pudieron dejar herencia política en los nuevos tiempos que se viven en la región, se juntaron con el no menos derechista español José María Aznar para emitir una declaración donde hablan del "silencio complaciente" de los actuales mandatarios sobre la situación venezolana. Como era de prever, también dijeron que convocarán a otras fuerzas de la región e incluso a demócratas y republicanos de Estados Unidos en esta cruzada en defensa de "la libertad y la democracia". A esta lista de antichavistas se unió semanas atrás el representante del PSOE  Felipe González, que se presentó como defensor de dos dirigentes opositores presos en Venezuela, junto con otro puñado de ex presidentes latinoamericanos.
No muy lejos de allí, un grupo de opositores al gobierno cubano habían organizado un foro contra el acercamiento de Obama con Raúl Castro. El gobierno cubano lanzó una protesta inmediata contra la presencia en Panamá de Félix Rodríguez Mendigutía, un antiguo miembro de la CIA que participó en decenas de ataques terroristas contra la revolución cubana y es considerado como el asesino del Che Guevara.
Las autoridades cubanas salieron a denunciar la presencia del agente, a quien sindican como ligado a la CIA desde que Fidel Castro y el Che tomaron el poder en La Habana, en 1959. "Comenzó a entrenarse, en una base del Canal de Panamá, en explosivos, demoliciones, sabotajes y otras técnicas de operaciones encubiertas" (…), sus acciones subversivas se extienden por Cuba, Uruguay, Brasil, Costa Rica, Honduras, Guatemala y El Salvador, entre otras naciones de nuestro continente", señaló Ricardo Guardia Lugo, presidente de la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (Oclae), en una carta pública dirigida a los organizadores del Foro de la Sociedad Civil que se realizó en paralelo.
Rodríguez Mendigutía, de 73 años, participó en la invasión de Playa Girón y es otro de los vinculados con el escándalo Irán- Contras, para contribuir con actividades ilegales en la financiación de los grupos antisandinistas en los primeros años '80. Noriega era la otra pata del "negocio". Pero fundamentalmente será recordado por haber sido el agente enviado por la CIA a Bolivia en 1967 cuando se confirmó la presencia del Che en Ñancahuazú, donde fue encubierto bajo la personalidad del empresario Félix Ramos. Fue el que envió al Batallón Ranger a La Higuera, donde fue capturado el guerrillero argentino-cubano.
La actitud de Obama en relación con lo que por sus pagos se conoce como "el patio trasero" es ambigua. Por un lado está buscando un acercamiento, no por propia voluntad sino por la fuerza de los hechos, como sucede con Cuba. Pero por el otro quiere demostrar que no es blando y entonces "castiga" a gobiernos que lo enfrentan. El caso de Venezuela es paradigmático. Como una muestra de que piensa ir un paso más adelante, intenta ahora minar parte de sus apoyos en el Caribe. Por eso, antes de hacer escala en Panamá pasó por Jamaica, donde se reunían los países del Caribe nucleados en el Caricom. Espera poder torcer voluntades prometiendo petróleo subsidiado, como le viene entregando Venezuela desde la época de Hugo Chávez.
Otra forma de poner rock pesado en la región caribeña, como hace un cuarto de siglo.

Tiempo Argentino
Abril 10 de 2015

Ilustró Sócrates


Los desafíos de Almagro y los nuevos vientos de la OEA

En medio de la escalada de Estados Unidos contra Venezuela, los países americanos le encargaron al ex canciller uruguayo Luis Almagro un desafío de proporciones titánicas: reanimar un cuerpo que agoniza lentamente como es la Organización de Estados Americanos (OEA). Un esfuerzo que a pesar de las mejores intenciones quizás resulte inútil.
Como se sabe, la OEA nació en 1948 en el marco de la Guerra Fría. Un año antes, en 1947, los países reunidos en Río de Janeiro habían aprobado la creación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Se trataba de un acuerdo de tipo militar defensivo destinado a impedir amenazas de países fuera del continente contra cualquier miembro de la organización. La OEA tenía como objetivo la defensa de la paz, la seguridad, los valores democráticos y los Derechos Humanos. En realidad siempre fue un foro donde Estados Unidos planteaba los niveles de debate continental y fijaba el rumbo de lo que significan cada uno de esos términos en cada situación concreta.
Los tratados de Yalta y Postdam, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, establecían un mundo de dos bloques, uno capitalista y el otro comunista. Con las diferencias dentro de cada uno de ellos que cualquier analista medianamente despierto podía avizorar.
No era esperable en esos primeros años que la Unión Soviética intentara "cruzar el charco" para una aventura bélica. Pero ambos tratados, más otros adicionales elaborados con el tiempo, sirvieron para acomodar los trastos en el "patio trasero" de la potencia imperial.
Pero los pueblos nunca aceptaron ese estado de cosas decidido por gobiernos que respondieron ante la presión de la Casa Blanca para ponerlos a todos en el mismo redil. Brasil en esos tiempos era un aliado firme de Estados Unidos. Había mandado tropas para combatir al nazismo y de hecho tradicionalmente abre la Asamblea General de Naciones Unidas cada año. La realidad exterior tal vez no daba para mucho más.
Sin embargo, Argentina y Brasil –con Juan Domingo Perón y Getulio Vargas– eran un problema para los estrategas de Washington a fines de los años 40. Luego surgiría otro díscolo, el guatemalteco Jacobo Arbenz, desalojado en forma humillante del poder en junio de 1954. Acusado de pro-comunista por sus políticas sociales progresistas, marcó una época para todas las luchas reivindicativas que vendrían posteriormente.
La crisis que llevó al suicidio de Vargas, en agosto de ese mismo año, fue otro duro golpe a mandatarios que intentaban un camino independiente de los dictados del norte. Otros terminaron expulsados abruptamente por sectores oligárquicos, con el brazo armado de las cúpulas militares impulsadas desde Estados Unidos a través de las embajadas y de la CIA.
En setiembre se cumplirán 60 años del derrocamiento de Perón, otro golpe artero contra la voluntad popular. Tampoco aquí la OEA actuó en defensa de los deseos de la mayoría ciudadana. El poder, como algún presidente estadounidense llegó a reconocer, era ocupado por "hijos de puta, sí, pero nuestros hijos de puta". Ante la vista gorda del organismo que debía defender la democracia y los derechos humanos. Y que argumentaba que cuando no eran filocomunistas, los derrocados eran filofascistas.
Cuba fue expulsada de la OEA en la reunión de Punta del Este de 1962. Según el dictamen que forzó Estados Unidos, porque el gobierno revolucionario se había declarado marxista leninista y eso contradecía los fundamentos de la organización. Puede decirse que el golpe contra Arturo Frondizi fue una consecuencia de esa decisión, ya que se había reunido en secreto con el Che Guevara. Dos años más tarde, otro gobierno acusado de pro-comunista, el de Joao Goulart, sería apartado violentamente del poder en Brasil.
La historia más reciente de la barbarie desatada en el cono sur en los '70 es otra muestra de lo que representaba la OEA. Que jamás expulsó de la organización a ninguno de los tiranos sanguinarios que ocuparon el poder en esos años oscuros.
Un hecho inesperado de uno de los hijos predilectos del Pentágono, el presidente de facto Leopoldo Galtieri, demostraría fehacientemente la otra cara de las estructuras panamericanas. Porque la respuesta bélica de Gran Bretaña a la recuperación de Malvinas, en 1982, era un caso testigo que ameritaba la intervención de la TIAR: un ataque de una potencia extracontinental contra un país miembro. No lo hizo y bueno es recordar que el TIAR comenzó a morir en ese instante. A manos de una de las dictaduras más feroces y amigas de Washington.
La OEA tuvo mejor suerte, porque entonces la Casa Blanca se dio cuenta de que resultaban más convenientes las salidas constitucionales. Tuteladas bajo legislaciones que dificultan y hasta impiden el ejercicio de la voluntad plena de la población, pero con participación ciudadana.
Hasta que en el siglo XXI, primero el venezolano Hugo Chávez y luego otro grupo de gobiernos en la misma sintonía se fueron convirtiendo en un "grano en el patio trasero". Un poco porque venía declinando el poderío estadounidense, y otro porque el neoliberalismo se mostró incapaz de dar respuesta a las demandas populares. Así crecieron la Unasur y la Celac como organizaciones que pudieron sustentar la democracia y los derechos humanos sin injerencia de Estados Unidos. Mejor dicho, porque Washington quedó puntualmente al margen.
Cierto que no se pudieron evitar los golpes en Honduras y en Paraguay, pero los golpistas se vieron obligados a negociar salidas democráticas. No pudieron perpetuarse. Algo por lo que la OEA no se caracterizó jamás.
Desde 2009 los países miembro decidieron la reincorporación de Cuba. El acercamiento entre el gobierno de Barack Obama y el de Raúl Castro, luego de un pedido de disculpas histórico del estadounidense por 53 años de una política errada, marcan una nueva etapa para esa entidad.
¿Volverá Cuba a la organización panamericana? Que representantes estadounidenses y cubanos se reúnan para restablecer relaciones diplomáticas es una buena señal. Pero todavía falta levantar el bloqueo económico y sacar a Cuba de la lista de naciones que apoyan al terrorismo. Dos cuestiones de gran relevancia a las que los cubanos no van a renunciar.
La cumbre americana de Panamá del 10 y 11 de abril próximo promete ser trascendente. Allí Obama se cruzará con Castro. Pero también con Maduro, presidente del país al que acaba de poner en la lista de amenazas para la seguridad de Estados Unidos.
Contar con un organismo que junte a todas las naciones del continente es un objetivo estratégico que se viene demorando desde los tiempos de Simón Bolívar. El tema es con quién y a qué precio. Unirse en condiciones de igualdad permitiría resolver cuestiones como las que Almagro señaló en sus propuestas "de campaña": actuación conjunta ante desastres naturales, interconectividad tecnológica e iniciativas regionales para el cambio climático. Pero si hay una nación –o dos, teniendo en cuenta la posición de Canadá– que se creen "más iguales" que el resto, no se percibe cuál sería el negocio.
Almagro lo sabe, por eso se cuida de pretender competir con la Celac o Unasur. En unos días se verá el talante de lo que está en juego en Panamá. El uruguayo asumirá en mayo; Insulza, que estuvo en el cargo los últimos diez años, no tiene mucho más para dar, desde que encabezó la debacle de la OEA. Es evidente que otros vientos soplaran en la institución.
¿Será mejor dinamitarla y armar otra OEA entre pares, que no tenga sede en Washington ni como objetivo una interpretación sesgada de los valores de la democracia? Son varios los gobiernos que proponen sacar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la capital estadounidense. El principal argumento es que Estados Unidos nunca refrendó el tratado. Para tener en cuenta.

Tiempo Argentino
Marzo 20 de 2014

Ilustró Sócrates