Los escándalos en los medios británicos derivaron en la
creación de una nueva entidad para regular el funcionamiento de la prensa en
ese país, sino la cuna de la prensa al menos un espejo en el que se gustarían
mirar periodistas de todo el mundo. El caso, como se recordará, involucraba a
los medios del Grupo Murdoch, propiedad del multimillonario australiano Rupert
Murdoch, y consistió en una perversa sociedad entre periodistas de indudable
baja calidad moral con agentes de Scotland Yard para pinchar teléfonos de
políticos y celebridades con el fin de espiar sus movimientos y obtener
primicias. Nada demasiado diferente a lo que la jueza Sandra Arroyo Salgado
investiga en la Argentina y que mantiene bajo proceso al ex secretario de
Inteligencia Juan Bautista "Tata" Yofre y a los periodistas Carlos
Pagni, de La Nación, y Roberto García, de Perfil, acusados de hackear mails de
funcionarios nacionales con el mismo objetivo "divulgador".
Estas prácticas, desde el punto de vista periodístico
deleznables, fueron tan habituales en Gran Bretaña que se convirtieron en un
verdadero modus operandi para los directivos de diarios como el News of the
Word (NOTW), que había sido fundado en 1843 y tuvo que ser cerrado en 2011 tras
el estallido del escándalo, o The Sun, el de mayor tirada en el Reino Unido.
Justo es decir que la revelación de ese oscuro manejo de la prensa fue de otro
medio británico, The Guardian, de activa participación en la publicación del
material de Wikileaks y de los archivos de Edward Snowden sobre el espionaje
masivo de Estados Unidos que día a día aporta una gota más de repulsión tanto
entre amigos como entre enemigos de Washington.
Con cierta similitud también con la postura de los medios
del establishment vernáculo en torno de la Ley de Medios, en Gran Bretaña los
empresarios intentaron frenar la puesta en marcha de la autoridad de control
votada en el Parlamento a través del Consejo Privado de la reina Isabel II, a
principios de este mes. Alegaron ante los estamentos judiciales una serie de
argumentos en defensa de una libertad de expresión en riesgo por la injerencia
de los legisladores o el gobierno. Los magistrados desecharon la presentación
por "falta de sustento" y le dieron vía libre al organismo, que
remplazará a la obsoleta y demostradamente ineficaz Comisión de Quejas de la
Prensa (PCC, por sus iniciales en inglés), que se supone que hacía ese trabajo
en un cuerpo integrado por los propios empresarios periodísticos y sus
gerentes.
El caso más terrible y que generó la mayor náusea fue el de
Milly Dowler, una chica de 13 años secuestrada y asesinada en 2002. El hecho
alcanzó enorme repercusión en Gran Bretaña y durante semanas mantuvo en vilo a
la opinión pública porque se suponía que la menor seguía viva. Sucede que la
casilla de mensajes de su celular se vaciaba cotidianamente. Después se sabría
que agentes de Scotland Yard, en connivencia con periodistas de NOTW, se metían
diariamente para escuchar los mensajes que enviaba la familia desesperada a la
muchacha, que había sido violada y estrangulada por un asesino serial. El
cuerpo de la chica apareció seis meses más tarde.
Los editores del NOTW están siendo juzgados por la maniobra,
repetida con decenas de políticos, intelectuales como la autora de Harry
Potter, o actores como Hugh Grant. El juez Brian Leveson, que investigó el
proceder periodístico, recomendó la creación de una nueva entidad para regular
la conducta ética del gremio y aclaró específicamente que sus miembros debían
ser independientes del gobierno pero también de las empresas. El tema del
espionaje está latente desde hace semanas, cuando The Guardian sacudió el
avispero nuevamente con las revelaciones de Snowden, el ex empleado de la
Agencia Nacional de Seguridad (NSA) ahora refugiado en Rusia. Glenn Greenwald
fue el único periodista en quien el joven estaba dispuesto a confiar para
entregarle los archivos que copió mientras trabajaba como contratista en
Honolulu. Greenwald reside en Río de Janeiro y ayer publicó su último informe
para ese diario, porque fue contratado para un nuevo proyecto periodístico
junto a otro militante de las libertades civiles como Jeremy Scahill.
Durante la semana, una delegación del Parlamento Europeo
viajó a Estados Unidos para plantear sus quejas por el espionaje de la NSA
sobre gobernantes y ciudadanos europeos. No es la primera vez que se ven
involucrados en una protesta semejante en lo que va del siglo. Como en las
otras ocasiones, debieron mostrarse sorprendidos por la operación de vigilancia
global. En Washington se entrevistaron con funcionarios y congresistas, pero se
fueron con muy poco de vuelta a Bruselas. El eurodiputado laborista británico
Claude Moraes habló algo a la salida de un encuentro con el director de la NSA,
el general Keith Alexander. "Se nos dieron algunos datos vagos, pero no
especificaciones detalladas sobre los programas de espionaje", explicó el
presidente del Comité de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior del
Parlamento Europeo.
En su último despacho, Greenwald destaca que Alexander acusó
a los periodistas de estar "vendiendo" los documentos de la NSA y
pide que se ponga fin "al constante flujo de información pública de los
secretos arrebatados por el ex contratista de Edward Snowden". En un
reportaje al blog Armed With Science, del Departamento de Defensa de EE UU,
anota Greenwald, Alexander se explayó en abundancia sobre la cuestión.
"Creo que está mal que los periodistas que tengan todos estos documentos,
los 50 mil –o lo que sea que tienen y están vendiendo y publicando–, ya sabes,
simplemente no tiene sentido".
La entrevista deja ver mucho más sobre el concepto de
libertad de prensa del jefe de los espías electrónicos estadounidenses:
"Tenemos que encontrar la forma de detener esto (la publicación). No sé
cómo hacerlo. Eso es más (propio) de los tribunales y los responsables
políticos, pero desde mi punto de vista, es un error permitir que esto continúe."
Acota Greenwald: "Me encantaría saber qué vía en concreto tiene en mente
el general Alexander para ayudar al gobierno de EE UU a 'encontrar la manera de
detener' al periodismo en esta historia. Cualquiera que sea la forma, será
profundamente hostil a la Constitución de EE UU. ¿Qué clase de persona querría
que el gobierno fuerce un operativo para clausurar los informes de la prensa?
Cualquier clase de persona que sea, no es alguien en quien confiar para
instituir y desarrollar un sistema de espionaje masivo que opera en la
oscuridad. De hecho, nadie lo es." Greg Mitchell escribió en el diario
virtual The Nation, de Estados Unidos, un artículo que golpea en las mentes
bien pensantes de aquel país a 45 años de la Masacre de My Lai.
El 16 de marzo de 1968, tropas de la Compañía C del 1º
Batallón de la 20ª División de Infantería y de la Compañía B del 4º Batallón de
la 3ª División de Infantería atacaron la zona de Soin My, en lo que era Vietnam
del Sur, con helicópteros artillados y efectivos de infantería de marina. La
escena puede percibirse en la película Apocalipsis Now, el clásico de Francis
Ford Cóppola sobre la base de la novela de Joseph Conrad, El corazón de las
tinieblas. Allí, un soberbio oficial encarnado por Robert Duvall muestra lo que
pudo ser My Lai. Una orgía de horror y violencia absolutamente demencial e
innecesaria.
La masacre no se divulgó sino un año más tarde, cuando la
publicó Seymour Hersh, de un medio minúsculo llamado Dispatch News Service. Un
ex fotógrafo del Ejército, Ronald Haeberle, logró colar algunas tomas
dramáticas en el Cleveland Plain Dealer. Por el caso fue condenado el segundo
teniente William Laws Calley, en medio de un escándalo mediático. Pero fue
indultado tres años más tarde por el presidente Richard Nixon. Mitchell muestra
ahora una foto impresionante que la doctoranda Valerie Wieskamp, de la
Universidad de Indiana, Bloomington, analiza en detalle, y se sorprende de que
nadie haya reparado en ella en casi medio siglo.
La imagen arquetípica de My Lai es la de una chica que huye
desnuda envuelta en llamas porque le arrojaron napalm. Wieskamp descubre en
"Asalto Sexual en la masacre de My Lai: el borrado de la Violencia Sexual
de la memoria pública de la guerra de Vietnam", otra imagen ya publicada
de la matanza que muestra a una aterrorizada anciana tomada violentamente por
un soldado en primer plano, y a una adolescente con un niño en brazos. Cerrando
su blusa. Una prueba, acota, de las violaciones masivas cometidas por soldados
estadounidenses y ocultas por décadas detrás de epígrafes genéricos en la
prensa. Porque nadie había reparado en que la muchacha se estaba abotonando la
blusa luego de haber sido violada.
El fotógrafo ya había dicho algo de esto en su momento, pero
nadie lo quiso escuchar. Ahora que el debate por la libertad de expresión
aparece en boca de los empresarios sometidos a leyes de la sociedad en Gran
Bretaña y la Argentina, y en medio de la divulgación de procedimientos reñidos
con la moral y las reglas del buen arte a nivel político, es bueno reflexionar
sobre estas cuestiones. Porque más temprano que tarde la verdad saldrá a la
luz, pero la responsabilidad del periodista es que lo sea en tiempo real.
Tiempo Argentino
Noviembre 1 de 2013
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