–Llama la atención el título de la conferencia que dio, "El telegrama como herramienta de genocidio".
–La idea era demostrar que el telegrama que hoy es considerado como
medio de comunicación de la modernidad, de un tipo de sociedad que
avanza, de un tipo de administración, de organización del país, fue
también el centro de la organización del genocidio armenio, lo que
demuestra la modernidad del genocidio. Es una pieza que demuestra un
proceso industrial en que se desarrolló esa matanza. No había cámaras de
gas pero sí a través del telégrafo se transmitían órdenes y también fue
un elemento útil para la desinformación.
–¿Cómo es eso?
–Había telegramas secretos, reales, encriptados, pero también otros
que eran totalmente contradictorios y diferentes. Talaat Pashá, el
ministro del interior turco, que dio la orden de exterminio y dirigía
todo, mandaba una serie de órdenes verdaderas que luego se destruían. Y
otra serie de telegramas camuflados o con desinformación. Eso es
utilizado por el negacionismo para decir que no es verdad que se
hubieran dado las órdenes. Sin embargo, se sabe que tanto Talaat como
Enver Pashá, el ministro de Guerra, y Said Halim Pashá, el primer
ministro, tenían un telégrafo en sus despachos y el sultán Abdul Hamid
tenía en el palacio su propio telégrafo.
–¿Fue la primera vez que la tecnología sirvió para la muerte masiva?
–Cada época tiene su propia tecnología disponible para la muerte.
Toda tecnología puede servir para el bien o para el mal, depende de cómo
se use y quién la use. Lo que muestra la historia del genocidio es que
esa tecnología sirvió para ese momento en la administración del
genocidio y para el ocultamiento.
–¿Cómo está hoy la situación del revisionismo en Turquía?
–Existe más bien el negacionismo. Aunque con las nuevas
tecnologías, antes las autoridades podrían decir lo que querían, pero
ahora está Internet y los medios masivos, y ya no es tan fácil.
–No debe ser casualidad que el premier Erdogan desdeñe y prohiba Twitter y YouTube…
–De hecho, Turquía tiene toda una serie de problemas entre los que
el genocidio armenio ocupa un lugar más. Ellos tienen que resolver
cuestiones con los kurdos, los drusos, los alevíes, los musulmanes, los
griegos. Pero las capas intelectuales y gran parte de la sociedad civil
comprendieron que hay temas de los que deben hacerse cargo. No por los
armenios sino por ellos mismos, porque son temas que atañen a la
democracia, es una cuestión que hace a la paz. Hay una lucha entre ellos
a raíz de esa lucha y se ven progresos en la sociedad civil pero no en
las instituciones. Porque el Estado gasta millones en el negacionismo,
sobre todo en Estados Unidos, Francia, Argentina y la sociedad se
radicaliza, por un lado muy a favor y otros muy en contra de admitir el
tema.
–Pero Turquía quiere entrar en la Unión Europea.
–(Ríe) En ese caso yo pediría asilo en Argentina.
–Es que toda esa parte del Cáucaso cada tanto reaparece
como un lugar inestable. Basta pensar en las implicancias de la crisis
que se viene desarrolando en Ucrania.
–Esa región, así como el Medio Oriente y los Balcanes, están
sufriendo las consecuencias del fin de los imperios. Al desaparecer los
imperios coloniales (por el Imperio Otomano y el Zarista) y la Unión
Soviética, cada uno de estos pueblos trata de encontrar su lugar bajo el
sol, sus derechos. Los que perdieron, ahora quieren recuperar sus zonas
de influencia. Rusia llegó al Cáucaso hace cinco siglos, desde la
conquista de Kazan y Astrakán, en la desembocadura del río Volga en el
mar Caspio. Después de haberse tomado cinco siglos para conquistar esa
región, no la va a abandonar en pocos años.
–Turquía fue tradicionalmente un freno para los zares.
–Sí, pero también era un imperio conquistador. Están allí los que
son conquistadores con los conquistados y los que miran de afuera. Es
una zona donde se cruzan muchas tensiones, entre antiguos imperios y los
imperios actuales, las religiones –musulmanes, cristianos, judíos–, el
Este y el Oeste, la Guerra Fría. Es una zona de identidades múltiples,
no hay una identidad clara.
–Como quien dice, una suerte de choque de civilizaciones.
–Un choque contradictorio. Hay armenios de Armenia, hay armenios
del Cáucaso, conquistados por Moscú en la época soviética. De hecho, hoy
en Moscú hay dos millones de trabajadores armenios, pero también
azeríes, los llamados "piel negra", que cuando están en Occidente se los
considera rusos o soviéticos. Es una región inestable por los juegos de
guerra, el ajedrez que continúa de otra manera la Guerra Fría.
–¿Habrá alguna solución sin una guerra devastadora?
–(Ríe) Yo soy sólo historiadora, no política ni vidente. Como
ciudadana, pienso que la mejor solución sería una federación, porque son
pueblos complementarios con una historia en común. Pero nadie quiere
una federación, tienen malos recuerdos de la época zarista, la época
estalinista. La federación se asocia a la Unión Soviética y tiene
terribles recuerdos. Karabagh (un enclave de mayoría armenia en
Azerbaiyán) es un problema para nosotros los armenios, pero ¿quién
quiere realmente la paz en Karabagh? El gobierno utiliza la cuestión
armenia y azerí como un tema de la seguridad antes de las elecciones,
pero no como una cuestión democrática. Los oligarcas del comercio
prefieren una situación inestable por cuestión de "business", los
mercaderes de armas prefieren la guerra para vender armas. Los
diplomáticos prefieren un conflicto para hacer diplomacia. Los grandes
poderes prefieren la inestabilidad porque hacen gerencia.
–La paz no resulta sexy.
–No les sirve ni a los comerciantes del tráfico, ni a los
mercaderes, ni a los diplomáticos porque pierden su trabajo, ni los
grandes políticos ni los grandes poderes. A ninguna persona le conviene,
salvo al pueblo común. En la Turquía de hoy día, las jóvenes
generaciones y las generaciones medias no han visto armenios. Hay 80
millones de habitantes allí y unos 50 mil criptoarmenios. En Azerbaiyán
tampoco han visto armenios, y antes vivían juntos. Le cuento una
historia: en 2004, mientras participaban en un curso patrocinado por la
OTAN en Budapest, un oficial azerí, Ramil Safarov, asesinó con un hacha
mientras dormía a Gurgen Margaryan, un teniente del ejército armenio.
Fue condenado a cadena perpetua pero en virtud de convenios
internacionales, Safarov fue extraditado a Azerbaiyán en 2012. Allí fue
recibido como un héroe, fue indultado por al presidente Ilham Aliyev, y
ascendido de grado. ¿Cómo se puede restablecer la confianza para lograr
la paz de ese modo? Y la comunidad internacional es ambigua en esto. En
Europa había un proyecto de Partenariado Oriental del Cáucaso, una
especie de asociación económica y cultural para acercar a los países
caucásicos a la Unión Europea. El plan para Azerbayán era que se
convirtiera en una especie de Suiza, un país ideal. Ellos les dijeron
que para resolver el conflicto con Armenia debería apelarse al derecho a
la integridad territorial. Pero a Armenia le pide resolver los
conflictos de acuerdo a la autodeterminación de los pueblos, ¿entonces?
Armenia tiene un problema con la energía eléctrica, porque hay una
central, Medzamor, cerca de la frontera con Turquía, que sufrió las
consecuencias de un terremoto en 1988. Producía el 40% de la
electricidad del país. Armenia está bloqueada y no consigue recibir energía
pero tampoco quieren que se abra la central. Rusia ayudó a abrirla.
Ahora (en diciembre pasado, al mismo tiempo que el presidente Vladimir
Putin apuraba la firma de un convenio con Viktor Yanukovich lo hacía con
el gobierno armenio) se cerró un acuerdo aduanero con Moscú. Iba en
paralelo con el que ofrecía la Unión Europea también a Ucrania. Pero la
UE no ofrecía ni dinero ni apoyo. Por otro lado, la UE, 40 años después,
todavía no logró que Turquía se vaya de Chipre, y Chipre está en
Europa. Y además, Armenia no tiene ni gas, ni petróleo, ni riquezas.
Armenia hoy no confía ni en Turquía ni en Azerbaiyán, ¿Qué otro camino
tiene?
–¿Cuál es el futuro del pueblo armenio, entonces?
–Le cuento cuál es la diferencia entre optimista y pesimista: el
optimista dice "qué terrible, no podemos estar peor". El pesimista dice
"pero sí, pero sí". En Armenia el pesimista aprende el turco, el
optimista aprende el inglés y el realista aprende la kalashnikov (juego
de palabras entre aprender y a prender, a tomar, por el fusil). Otras
personas dicen que cambiarían una historia gloriosa por un mejor
emplazamiento geográfico. Los armenios se mantuvieron cristianos y
soportaron las invasiones de persas, medos, azeríes, bizantinos, árabes,
selyúcidas, otomanos, drusos, soviéticos, y estamos ahí. A través de la
historia vemos que el país se ha reducido pero la población se ha
dispersado por todo el mundo. Si Armenia ha sobrevivido es porque eran
pequeños reinos y no un Estado nación. Cuando cayó Nínive, el imperio
asirio desapareció, mientras que Armenia, cuando caía un centro resurgía
otro. Y la diáspora por un lado puede ser una perdición, porque muchos
se van asimilando y las nuevas generaciones devienen franceses o
argentinos o estadounidenses. Pero también es una fuerza, porque los
partidos políticos armenios se crearon en la diáspora, al igual que el
primer diario armenio, que se editó en la India. «
"La idea de patria sin patria"
Oficialmente, dice Mouradian, en Armenia viven 3 millones de
personas, "pero la cifra real es menor, quizás de 2,5 millones". La
diáspora es, sin dudas, mayor. Hay unos 2 millones en Rusia, 400 mil en
Francia, algo más de 100 mil en Argentina.
–¿Cuál es el secreto de la sobrevivencia del pueblo armenio?
–Buena pregunta. Por un lado la religión nacional y el alfabeto y
una idea nacional temprana. La fuerza que tiene la lengua es llamativa,
la idea de patria sin patria. Hay gente que en lugar de la cruz colgada
al cuello tiene un alfabeto. Y yo creo que la fuerza de los voluntarios
es mayor que la fuerza de los mercenarios. Subsiste la idea de que hay
una patria, más allá de que hayan ido alguna vez. Es más la fuerza del
pensamiento que la fuerza material. Honestamente yo no sé si el armenio
va a sobrevivir, pienso que la situación es muy difícil porque es muy
débil frente a los imperios.
–¿Hay una idea de volver a la tierra prometida?
–Los que volvieron alguna vez se encontraron con que el país ideal
era una cosa y el real, otra.Y muchos se van asimilando a donde
nacieron.
Tiempo argentino
Abril 20 de 2014
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