Fueron cientos de miles de desesperados que buscaron un
hogar en Israel en sucesivas oleadas inmigratorias. Entre 1892 y 1948 se estima
que llegaron a la región hasta 475 mil personas. Al principio por las
persecuciones en Rusia (Tormentas del Neguev y Pogroms de Kishinev entre ellos)
y luego por el advenimiento del nazismo. Pero no solamente emigraban hacia la
Tierra Prometida.
Entre 1900 y 1924, llegaron a Estados Unidos alrededor
1.750.000 judíos de Europa oriental, según estimaciones oficiales. Para la misma época llegaban a Argentina a
razón de unos 13 mil por año, provenientes de las mismas áreas de Europa y
hacia 1920 se supone que había unos 150 mil viviendo en distintos puntos del
país. Los Gauchos Judíos de Entre Ríos son unos de los mayores exponentes de
este pueblo que en el país encontraron refugio y se fueron integrando
aceleradamente.
No se puede entender el siglo XX en América sin la
contribución de creadores de cultura judía, desde Saul Bellow, Isaac Bashevis
Singer, Noam Chomsky, Woody Allen, Jerry Seinfeld, solo por mencionar a algunos
de Estados Unidos. O Alberto Gerchunof, Samuel Eichelmabum, León Rozitchner,
Juan Gelman, Jorge Guinzbug o Tato Bores entre algunos de los locales que
vienen a la memoria.
El avance del capitalismo más salvaje provocó que otros
millones de pobres y desesperados de todas las etnias y religiones del mundo
emprendieran viaje en busca de mejores horizontes. Así, en el censo de 1914 se
computaron en Argentina poco más de 900 mil emigrantes italianos, 829 mil
españoles y 93.701 “rusos”. Eran judíos que habían venido huyendo de los
pogroms. También había “turcos”, que llegaban desde las actuales Siria, Líbano
y Palestina , en lo que era el imperio Otomano. Entre 1897 y 1913 se radicaron
casi 104 mil “siriolibaneses”, principalmente en las provincias del Noroeste,
donde abundan descendientes e instituciones formadas por los primeros emigrantes.
Y donde, al igual que en Buenos Aires, “turcos” y “rusos” convivieron –y hasta
compitieron comercialmente- sin mayores inconvenientes desde entonces.
Acotación al margen: es bien conocido el hecho de que el principal destino de
exportación de yerba mate fuera del continente es Siria. Segunda acotación:
también los “turcos” influyeron en la cultura vernácula, aunque son más
visibles en la política: las familias Saadi, Menem, Sapag y Aguad son algunos
ejemplos.
Volviendo a Israel, desde la Primera Guerra Mundial las
entidades judías fueron creciendo en el marco del Protectorado Británico. Con
un ideario universalista y socialista. Prueba de ellos son los kibutz, modelo
de explotación cooperativa única. Como anota el ya mencionado Zeev Sternhell en
“Los Orígenes De Israel”, en algún momento esa historia reciente, la dirigencia
asentada en la región –encolumnada detrás de Ben Gurión- tuvo que optar por la
creación de un estado o mantener los valores del socialismo universalista y, se
entiende, no tuvo alternativas en el contexto que les tocó vivir. Si algunos
años antes el georgiano Josif Stalin apostó al socialismo en un solo país en la
Unión Soviética, el Eretz Israel habría de ir dejando de lado la inicial utopía
en aras de un proyecto posible para los judíos que escapaban en oleadas de la
maquinaria criminal nazi.
Gran Bretaña, que soñó con quedarse con el control de parte
del imperio turco tras los acuerdos secretos de Sykes Picot con Francia,
comprobó al fin de la Segunda Guerra que acababa de perder su propio imperio y,
con el nacimiento de Naciones Unidas como una institución destinada a servir de
foro internacional donde debatir las diferencias sin llegar a la destrucción de
la humanidad, se fue quedando al margen de las decisiones individuales.
Fue así que el 29 de noviembre de 1947 de la Asamblea
General de Naciones Unidas aprobó la resolución 181 que planteaba
específicamente y con todas las letras la partición de Palestina en un Estado
judío y un Estado árabe. Establecía, además, una unión económica, aduanera y
monetaria. La resolución fue aprobada por 33 votos (entre ellos Estados Unidos
y la Unión Soviética), con 13 votos en contra (entre ellos los países árabes y
Turquía) y 10 abstenciones (incluido el Reino Unido, que pretendía aún no
perder influencia, y la Argentina).
El dibujo de las fronteras es muy particular y asemeja al
símbolo del Yin y el Yan, ese concepto taoísta que describe a las dos fuerzas
opuestas y complementarias que rigen el universo y sus circunstancias.
Más allá de las razones para un trazado como el que se ve en
el mapa original -que deja a Jerusalén, Belén y los Santos Lugares bajo un
régimen internacional particular por tratarse de sitios sagrados para tres
religiones- el rechazo de las naciones vecinas fue clave entonces para que la
resolución nunca entrara en vigencia. No hubo la armonía reflejada en el mapa
que podía prever la sabiduría china y el 15 de mayo de 1948, el mismo día en
que vencía el mandato británico, se proclamaba el Estado de Israel y estalló la
primera guerra árabe-israelí cuando tropas de Egipto, Siria, Jordania, Irak y
el Líbano se desplegaron sobre el territorio del nuevo estado, al que se habían
comprometido a no reconocer.
El 20 de julio de 1949 se firmó el último de los armisticios
que pusieron fin a lo que llama las Guerras de la Independencia israelí. Como
resultado, Israel ocupó partes de territorios que no habían sido asignados en
la resolución 181. Al mismo tiempo, alrededor de 750 mil palestinos quedaron en
situación de refugiados. Este es un punto clave en los intentos pacificadores
que se ensayaron a continuación.
La mayoría de esos refugiados se habían ido de sus viviendas
bajo la amenaza de la guerra pero tenían títulos de propiedad desde varias
generaciones. Rodolfo Walsh contó en aquella producción para el diario Noticias
escenas de violencia inusitada para expulsarlos de sus propiedades. Desde el
lado israelí se argumenta que los dirigentes árabes les habían recomendado que
huyeran para salvar sus vidas y que pronto acudirían en su ayuda, algo que no
sucedió. Desde entonces la llave de la casa que tuvieron sus ancestros y un
hato de viejos papeles amarillentos con las escrituras originales simbolizan para los palestinos el deseo de
retorno a su tierra de origen.
No es intención aquí describir en detalle la historia que se
vivió a posteriori. Si se podrá decir que en diciembre de 1948 la Asamblea
General de la ONU emitió otra resolución, la 194, que decidió "que hay
lugar para permitir a los refugiados que lo deseen regresar a sus hogares lo
más pronto posible y vivir en paz con sus vecinos, y que se deben pagar
indemnizaciones a título de compensación por los bienes de aquellos que decidan
no regresar a sus hogares y por todos los bienes que hayan sido perdidos o
dañado, en virtud de los principios del derecho internacional o en equidad,
esta pérdida o este daño debe ser reparado por los gobiernos o autoridades
responsables". Esta vez Argentina estuvo a favor y la Unión Soviética,
junto con los países árabes, en contra.
La ONU intervino nuevamente en 1967, luego de la Guerra de
los Seis Días contra tropas de Egipto, Jordania, Irak y Siria. Los ejércitos
israelíes volvieron a salir victoriosas y ocuparon territorios por fuera de las
fronteras establecidas veinte años antes. La resolución 242, votada por
unanimidad en el Consejo de Seguridad seis meses después de finalizada la
contienda, insiste en un punto clave para lo que se debatiría luego, como es el
de “la inadmisibilidad de la adquisición de territorios por medio de la
guerra”, y en que los estados miembro ,“al aceptar la Carta de las Naciones
Unidas, han contraído el compromiso de actuar de conformidad con el artículo 2
de la Carta”, que entre otras cuestiones exige a los integrantes del organismo
“el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre
determinación de los pueblos”. Por lo tanto pide la “retirada de las fuerzas
armadas israelíes de territorios que ocuparon durante el reciente conflicto; la
terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de su
existencia, y respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial
e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a
vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenaza o
actos de fuerza”.
La resolución, además, insiste con la necesidad de “lograr
una solución justa del problema de los refugiados”. Cuestiones estas que
conformarán la base de todo reclamo posterior de los palestinos y también de
los grupos pacifistas dentro del propio Estado de Israel y de la comunidad
internacional. Un debate que no perderá vigencia hasta tanto no se llegue a un
acuerdo definitivo.
Ver también:
Israel-Palestina: ¿dos estados imposibles?
Continuará con los siguientes temas prometidos:
-Fronteras seguras y la solución de los dos estados.
-Bloqueo a Gaza y túneles. ¿Es aceptable el argumento de los
escudos humanos?
-El modelo boliviano y Nelson Mandela como ejemplos de
integración.
Julio 28 de 2014
Julio 28 de 2014
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