El brutal ataque que costó la vida a periodistas de la revista satírica
francesa Charlie Hebdo y a policías que estaban de custodia sólo puede
ser calificado como inaceptable. Para cualquier cultura, religión o
ideología, para cualquier ser humano. De eso se trata, de cómo el género
humano se debe plantar ante hechos semejantes. Y hay solo una manera:
el repudio total y absoluto.
Pero el caso puede y debe, sin embargo, ser motivo del análisis más
desprejuiciado sobre una realidad que atraviesa el mundo desarrollado y
que sin ser el primer caso de violencia con tintes religiosos, da toda
la impresión de que no será el último. Lo cual pone en peligro muchos de
los valores de los que la cultura liberal-europea puede sentirse
orgullosa. Conviene recordar, en primer lugar, cuántas de las libertades
civiles de la sociedad estadounidense se perdieron tras los atentados a
las Torres Gemelas del 11 de setiembre de 2001 para comprender el
riesgo de una Europa que busque defenderse de nuevos ataques retornando a
la Edad Media como le proponen quienes entraron a sangre y fuego en la
redacción del semanario parisino.
Hay una cuestión que gentes de la periferia del mundo como los criollos
despreciamos. Ingresar en un edificio con armas de grueso calibre y
disparar contra trabajadores inermes es cosa de cobardes. Voces que
intentaron la vía "políticamente correcta" para interpretar la reacción
ante un dibujo ofensivo del Islam debieran reparar en ese detalle.
¿La humorada resultó ofensiva? Sin dudas. En Argentina hay una revista
con el mismo desparpajo contra los valores establecidos, Barcelona. Cada
tanto taladra la conciencia nativa con tapas que para muchos suenan
revulsivas. Hace poco fue la del Papa maquillado como travesti bajo el
título "Putazo". Hubo oleadas de reprobación en los círculos más
cerrados del catolicismo y también en los que sin militar cotidianamente
son creyentes, pero nadie la emprendió a balazos contra los colegas
porteños. ¿Una muestra de tolerancia? Puede ser, pero por bastante menos
que eso ayer nomás la dictadura cometió las mayores atrocidades. Y la
Iglesia del momento no era ajena a esas iniquidades. Como tampoco lo fue
cuando la civilización occidental y cristiana se instaló en América, al
precio de haber aniquilado pueblos enteros con la Biblia bajo el brazo.
Todo esto para recordar que no era la primera vez que el Charlie Hebdo
sufría atentados –su redacción fue incendiada en 2011 luego de otra
ilustración satírica sobre Mahoma, aunque venía siendo amenazado desde
2006– ni que el continente padecía una ola de violencia luego de que
algunas de sus publicaciones se burlaran del Islam. Incluso en 2012 la
difusión de un film La inocencia del musulmán provocó oleadas de
indignación. Tantas como la quema de ejemplares del Corán por el pastor
estadounidense Terry Jones.
Pero esta vez el ataque en el corazón de París fue un atentado a los
valores occidentales. No porque Francia los represente cabalmente, sino
porque desde allí se difundieron hacia el resto de las naciones como las
bases para un decálogo de los Derechos Humanos en torno de valores
laicos. Valores como la tolerancia y la libertad de prensa son puestos
en el tapete a raíz de este golpe dado por encapuchados que se
justificaron en la defensa de la fe musulmana.
Al mismo tiempo, en Alemania un grupo de tendencia nazi, que según sus
siglas en castellano sería Patriotas Europeos contra la Islamización de
Occidente (Pegida), convoca a miles de manifestantes en defensa de la
identidad europea. Uno más de los movimientos ultraderechistas que
crecen en algunos lugares del continente (Holanda, Noruega, Dinamarca,
la misma Francia, Grecia).
Se dice que mucho de este resentimiento racial (¿de qué otro modo se lo
puede calificar?) tiene su origen en la crisis económica, que deja a
miles en la calle que, entonces sí, perciben que esas veredas están
repletas de inmigrantes venidos del mundo árabe y que también están
desesperados por hallar trabajo. Raro que no se hubieran dado cuenta
antes puesto que en las grandes ciudades europeas son bien visibles y
numerosos desde hace mucho tiempo. Quizás representaban a un Otro que
hacía las peores tareas y ahora es ese Otro que compite con Uno. Quizás.
Una respuesta a la crisis se votará en Grecia el 25 de enero y allí la
xenofobia no era favorita –hasta el miércoles al menos– sino la
izquierda de Syriza, una opción que la Unión Europea rechaza a cuatro
manos.
En estos días también, el novelista francés Michel Houellebecq
presentaba su último libro, Sumisión, donde imagina en Francia un
presidente islámico, para presentar su tesis de que Europa vive "la
segunda caída de Roma". Otro factor este que se toma en cuenta a modo de
explicación de la masacre de lo más granado del humorismo galo.
Pero hablar de estas razones tapa realidades que las mentes
bienpensantes deben tomar en consideración. Los sectores más extremistas
dentro del mundo islámico no surgieron de la nada. Ninguna religión
pide expresamente devorar al enemigo. Eso no impidió que así como se
mata en nombre de Mahoma haya muchos que mataron en nombre de Cristo.
Sectores musulmanes extremistas fueron funcionales en los '80 para
socavar el poderío de la Unión Soviética tras la invasión de Afganistán.
Recibieron entrenamiento y armamento de Estados Unidos y una vez
logrado su objetivo fueron por más. Al Qaeda tiene allí su origen.
En Irak y Siria, lo que ahora se conoce como Estado Islámico o ISIS por
sus siglas en inglés, fue útil para debilitar a los regímenes de Bashar
al Assad o de los chiítas. Recibieron apoyo de Washington y de
monarquías retrógradas como la Saudita. ¿Cuánto tendrá que ver con esta
tragedia la crisis de la baja del petróleo, alentada por Riad? ¿Cuánto
influyó la caída de Muhamad Khadafi, fomentada por el anterior gobierno
francés de Nicolás Sarkozy, que dejó sin contrapesos en el mundo árabe a
los fundamentalistas más radicalizados? ¿Cuán determinante es que tras
la Primavera árabe hayan vuelto, legitimados en elecciones con
resultados de dudosa representatividad, los mismos de antes? ¿Cuánto la
forma en que se desenvuelve el conflicto palestino-israelí? Francia no
duda en intervenir en países africanos antes colonizados cuando sus
intereses se ven afectados. ¿Eso no tiene costo? ¿Allí no hay muertes
brutales e injustificadas?
Hay un filósofo esloveno, Slavoj Žižek, visitante asiduo de estas
tierras, que analizó estos temas en un libro, Sobre la violencia, seis
reflexiones marginales, publicado en 2009. Escrito cuando todavía
estaban calientes los levantamientos de jóvenes de origen árabe en los
barrios pobres de París de 2005, Žižek hurga en un minucioso estudio
acerca de las raíces profundas de los estallidos en el mundo actual. Y
pone énfasis de un modo por momentos incómodo en algunas de las
creencias más arraigadas del mundo occidental.
Es cierto que hay violencia en una caricatura cuando el otro es un ser
profundamente religioso y que también la hay cuando se pretende sumir a
los otros dentro del sistema democrático occidental, como si fueran los
únicos valores universales aceptables para un ser civilizado. "Lo que
hace única a Europa es que se trata de la primera y única civilización
en la que el ateísmo es una opción plenamente legítima, no un obstáculo
para obtener un puesto público", abunda Žižek. "La blasfemia no revela
sólo la actitud del odio, de intentar golpear al otro donde más le
duele, en el núcleo fundacional de su creencia, sino que, en sentido
estricto, es también un problema religioso, pues sólo funciona dentro
del marco de un espacio religioso", añade luego.
El filósofo acusa de seudo-fundamentalistas musulmanes a quienes
reaccionan contra la ridiculización de Mahoma y considera que hay mucho
de sentimiento de inferioridad en esas respuestas, para concluir: "En la
furiosa turba musulmana nos encontramos con el límite de la tolerancia
multicultural del liberalismo en su propensión a autoinculparse y su
esfuerzo por 'comprender' al otro."
Anotaciones solamente que intentan darle marco a un drama que para los
latinoamericanos puede sonar a extraño pero que sin dudas repercute, mal
que nos pese, de este lado del Océano.
Tiempo Argentino
Enero 9 de 2015
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