En más de una ocasión, el presidente
venezolano Hugo Chávez declaró, con tono grave, que la revolución lo
había tomado por completo. "Ya no me pertenezco", sostuvo varias veces, a
modo de confesión. Era la forma de expresar que un líder de su
estatura, al comando de un proceso político como el que encarnó desde el
intento de acabar con el neoliberalismo del gobierno de Carlos Andrés
Pérez, hace 20 años, no podía darse tiempo para otra cosa.
No era nada nuevo, en realidad. Ninguno de los grandes protagonistas
en la historia de la humanidad fueron otra cosa que hojas en los vientos
que habían desplegado o a los que se habían sumado para dejar la huella
de su paso por este mundo.
En estas horas es cuando se hace más patente esa frase y la certeza
de que cada uno de los venezolanos y de los latinoamericanos que rezan
por la salud de Chávez enfrentan un momento crítico. Las imágenes que
las agencias de noticias envían de militantes o ciudadanos comunes
haciendo vigilias con los ojos vidriosos y los labios apretados para
contener el llanto, certifican que el bolivariano representa mucho más
que el cargo que ocupa. Es la mayor esperanza de cambio para un país
habituado a las injusticias sociales más espeluznantes, con millones que
padecían dramáticas escaseces sentados sobre pozos de petróleo que a
otros enriquecían.
La Venezuela de hoy no es el paraíso. Para eso le falta bastante.
Pero si a lo largo de 14 años y 17 sufragios las grandes mayorías
siguieron apoyando el proyecto chavista, en elecciones absolutamente
limpias, algo será que habrá cambiado para los que menos tienen. Sin
embargo, la presencia de Chávez sigue siendo determinante para la
continuidad del modelo y para acallar esas voces opositoras que en
representación de privilegios perdidos no hacen más que golpear con
cizaña sobre las heridas de un hombre que lucha contra un mal todavía
más poderoso que la ciencia.
Es cierto lo que dijo el ecuatoriano Rafael Correa: "Todos somos
necesarios, pero nadie es imprescindible." También es verdad que la
revolución debe seguir sin Chávez, pase lo que pase. Como quien dice,
que este proceso de cambios necesita ponerse los pantalones largos,
tanto en Venezuela como en el resto del continente, que también pide por
Chávez porque sabe que es un poco rezar por sí mismos.
Mientras tanto, la derecha y los poderes fácticos más retrógrados se
regodean vivando al cáncer, el único que parece en condiciones de
derrotar al militar venezolano, ya que no pueden con él en las urnas.
Así es que algunos periodistas que alcanzaron su cuarto de hora de
fama enviando informes presuntamente surgidos desde el cuerpo médico que
atiende a Chávez, se refriegan las manos como diciendo "no me digan que
no les dije que lo de él era grave". Henrique Capriles, que este
domingo se juega a conseguir en la gobernación de Miranda una segunda
oportunidad para liderar a la oposición tras el fracaso en la
presidencial, ya se encargó de recordar que "el liderazgo de una persona
no se transfiere... (aunque) yo veo que quienes no tienen nada que
ofrecerle a nuestro estado se aprovechan del problema". Cosa de ver si
de ese modo puede revertir encuestas que lo dan como perdedor también
con el candidato oficial Elías Jaua.
Otro periodista venezolano, Andrés Cañizález, hablando de la
proliferación informativa actual sobre la salud presidencial, a las que
contrapone con escuetos comunicados antes de las primeras operaciones,
dice en La Nación: "¿Cuántos venezolanos habrían votado por Chávez
sabiendo que en verdad no estaba curado?"
"Ahorita no tenemos quién dirige este país, y el que ahora está
encargado (por el vicepresidente Nicolás Maduro), él llora en la
televisión para armar un drama, para que la gente vaya a votar porque
pobrecito Chávez. O sea, es doloroso. Entonces, no sabemos si esa
enfermedad es para eso o es porque de verdad el señor está enfermo",
deslizó sin ruborizarse, la abogada María Alicia Altuve, según reproduce
un cable de la agencia The Associated Press.
Esta teoría de que el agravamiento de la enfermedad de Chávez no es
más que un montaje publicitario para ganar este domingo ya fue publicado
en Buenos Aires por alguno de los diarios más influyentes de la
derecha. El mismo que sostiene que la situación económica en Venezuela
no atraviesa por su mejor momento y coteja la política en relación al
dólar con la de Argentina (dos modelos pero el mismo cepo cambiario,
equiparan). Recuerdan mucho a los caranchos que se posan sobre una presa
vencida para despedazarla. Y con mirada canchera dicen "ahora los
quiero ver".
Desde este lado, son muchos los que le reclaman a Chávez, como
contrapartida, no haberse cuidado más una vez que le detectaron la
enfermedad. El mismo mandatario bolivariano recordaba que Fidel Castro
casi lo conminó como un padre a que se revisara de "esas molestias" en
la pelvis que terminaron siendo el primer tumor.
Y es aquí donde aparece esa diferencia entre un hombre que ya no se
pertenece y confía en una inmortalidad imprescindible pero inexistente.
"¿Qué necesidad tenías de dar ese multitudinario discurso antes de las
elecciones bajo semejante lluvia?", le recriminan. Los mismos que
podrían reprocharle a Néstor Kirchner por haberse expuesto en el Luna
Park un par de días después de una cirugía cardiovascular. "Yo tampoco
me pertenecía", repetiría el argentino. ¿Qué necesidad tenía Evita? ¿Y
Perón en el '73? ¿Y el Che, cuando todo le indicaba que no se podía? ¿Y
Dorrego, poco antes de ese 13 de diciembre final? Si tuvo ocasión de
escapar…
Estos son momentos dramáticos para Venezuela y para la región. Pero
también para la vida de un hombre que ahora se muestra en toda su
dimensión humana. Es un tipo común que alguna vez entendió que una
sociedad injusta debe ser cambiada. Y que si él no lo hacía, ¿quién?
Entonces puso todos los huevos en una sola canasta, sin guardarse nada.
Ahora cabe a la dirigencia que se formó a su lado y se consolidó en
estos años de gobierno mantener la antorcha ardiendo mientras Chávez se
recupera con toda la tranquilidad que necesita para volver al ruedo.
Claro que no se la van a hacer fácil, y los caranchos hurgarán en
miserias y diferencias para intentar una división que les permita
revertir los avances logrados desde 1999.
Por lo pronto, ya dicen –a modo de cuestionamiento de sus
debilidades– que Maduro no pasó por una universidad. Y que alguna vez se
ganó la vida conduciendo un ómnibus. Los mismos "sesudos" argumentos
que se escucharon sobre Evo Morales cuando estaba por asumir: que sólo
acreditaba una pobre escuela primaria. Y que es indio.
La presencia de Correa en La Habana y el anuncio de que también
podrían viajar el uruguayo José Mujica y el peruano Ollanta Humala,
certifican todo lo que representa Chávez para este tiempo
latinoamericano, tan auspicioso en el camino de la construcción de una
Patria Grande.
Beneficioso incluso para los caranchos, incapaces de percibir que si
esta oportunidad se pierde, ni ellos habrán de sobrevivir. En un páramo
nadie tiene con qué alimentarse.
(En memoria de mi viejo, Constantino, que se jubiló de colectivero
después de pasar por la línea 7, la 91 y la 44, cuando todavía era color
celeste).
Diciembre 14 de 2012
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