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Algo huele mal en Cundinamarca



La guerra por la basura se cobró una víctima de fuste en Bogotá, con la destitución del alcalde Gustavo Petro, a manos del procurador general, Alejandro Ordóñez. Como es fácil suponer, la crisis política que desató el inefable ultra católico que ya se cargó a cerca de 400 funcionarios electos a lo largo y ancho de Colombia, no es por las migajas de un negocio fabuloso sino por lo que significa la medida que se le reprocha al ex guerrillero del grupo M-19: la recuperación para el Estado de un servicio público esencial.
Precisamente de eso se acusa a Petro, quien según la imputación del procurador, "de manera libre, consciente y voluntaria ordenó asignarle la prestación del servicio de aseo a dos entidades sin ninguna experiencia, conocimiento y capacidad", en referencia a los organismos públicos que tomaron la recolección de residuos, lo que para colmo de males, se hizo vulnerando "los principios de la libre empresa y competencia".
Decio Machado es un periodista y consultor radicado en Quito que suele publicar en el periódico Diagonal Global, de España. Allí describe algunos entrelones de este enfrentamiento insólito. Describe a Ordóñez como "hombre que reza diariamente el rosario y sigue los cánones de monseñor Lefebvre respecto a la misa en latín… (que) goza en su curriculum de un extenso historial como guerrero templario, entre los que destacan episodios como la quema de libros de autores como Thomas Mann, Rousseau, Marcel Proust o Víctor Hugo, entre otros, cuando era estudiante en el Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga."
Este ultramontano fiscal de la república ya había exonerado a la senadora Piedad Córdoba, que fungía como facilitadora en las primeras negociaciones del gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC, tras acusarla de ser miembro del grupo guerrillero. Machado destaca su militancia en la Orden de la Legitimidad Proscrita, "un verdadero clan religioso que se integra dentro del ala más radical de la iglesia católica". O sea, alguien que no tendría lugar con el actual Papa, sólo que no puede destituirlo.
Como se dijo, la basura es uno de los negocios más redituables en el mundo actual. Cómo será que en algunos países las mafias más poderosas construyen la base de su riqueza sobre la recolección de residuos. Así lo refleja Antonio Nicaso, uno de los que más sabe de la cuestión, que escribió varios libros sobre temas relacionados con la mafia y es columnista en Il Corriere Canadese, de Toronto. En tal sentido, el hombre revela que unas 190 familias controlan el 45% de la gestión de residuos urbanos en Calabria, Nápoles y Sicilia, y desde allí se extendieron a Albania, Bulgaria, Eslovaquia y Rusia. La fruta del pastel, por así decirlo, no es el residuo urbano sino los desechos peligrosos como escorias siderúrgicas, polvo de aluminio, residuos de centrales térmicas, amianto, metales pesados, purines y excrementos ganaderos, baterías, neumáticos, plomo, teléfonos móviles, por los que se paga dinero fuerte y en algunos distritos nadie pregunta dónde diablos van a parar con tal de que se los lleven lejos.
"La mafia se ha dado cuenta de que el narcotráfico representa un gran riesgo; en cambio, el reciclaje y procesamiento de basura es un negocio de alta ganancia y bajo riesgo", corrobora Nicaso. Y no es que habla solamente de su tierra natal; también se refería a su país de residencia, Canadá.
En el caso de Bogotá, capital de Colombia y del departamento de Cundinamarca, no se habla de familias mafiosas, pero sí de empresas que pertenecen a los grupos más poderosos del país como los Patiño Ocampo, Herrera Barona y Losada Salcedo. Una de ellas, Lime, pertenece a la argentina IMPSA. El derrocado Petro las acusa de haber conspirado en su contra porque se quedaron afuera del colosal negocio. Los directivos de algunas firmas le pidieron que limpiaran su imagen, que no tienen nada que ver con el entuerto. Y más allá de que no son niños de pecho a la hora de defender su tajada, en el fondo algo de razón tienen, porque el ensañamiento de Ordóñez con Petro tiene otro cariz, que entrevieron con perspicacia los dirigentes de las FARC que mantienen negociaciones de paz con el gobierno de Santos en La Habana.
"Ayer, de un solo plumazo, Ordóñez nos dio a los alzados en armas una lección sobre lo que para la oligarquía significa la democracia en Colombia y sobre las nulas garantías para un ejercicio político independiente", protestaron ni bien se conoció la destitución del alcalde bogotano. Y defendieron al ex M-19, a pesar de que resaltaron sus diferencias políticas y estratégicas. "Lo que le quieren cobrar al alcalde Petro es la defensa que ha hecho de lo público, por eso, el momento es de lucha por la auténtica democracia, de lucha unitaria y frontal contra el fascismo y la reacción", consideraron en una declaración.
Las FARC venían insistiendo desde hace meses en la necesidad de una reparación y resarcimiento integral a la Unión Patriótica (UP), el partido nacido en 1985 tras un acuerdo con el entonces presidente Belisario Betancur en un primer intento por retornar a la lucha política del grupo guerrillero más viejo de Colombia. Un plan que terminó desastrosamente para ellos, ya que 4000 de sus militantes fueron masacrados por paramilitares.
El grupo al que perteneció Petro, el Movimiento 19 de abril o simplemente M-19, surgió como respuesta a un fraude en las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, que dieron como ganador a Misael Pastrana Borrero. Ante la falta de respuestas, de la lucha política pasaron muy rápidamente a la contienda armada. Tuvieron enfrentamientos con el gobierno pero también con los carteles de la droga. A Betancur le propusieron un diálogo de paz que se suspendió luego de la sospechosa muerte del representante del M-19, Jaime Alfonso Bateman, en abril de 1983.
En 1985, un comando del M-19 tomó el Palacio de Justicia en pleno centro de Bogotá, exigiendo el juicio político del presidente. De un modo brutal, el Ejército atacó con artillería e incendió el edificio. La cifra de muertos incluye a unos 35 guerrilleros y 53 personas que estaban adentro. Entre ellos, los magistrados supremos de la nación.
En marzo de 1990, y luego de ingentes negociaciones con las autoridades, el M-19 depuso las armas y se reintegró a la vida política. Uno de los impulsores de esta pacificación fue el propio Petro. Por eso el actual ministro de Trabajo colombiano, Rafael Pardo Rueda, le recordó a Ordóñez que “Petro ha sido leal con la paz que se firmó hace 20 años”.
Y hay que ser leal, cuando el acuerdo firmado entonces no trajo sino desventuras para los guerrilleros que quisieron retornar a la vida civilizada. Por empezar, Carlos Pizarro Leongómez, candidato a la presidencia de Colombia por el partido político Alianza Democrática M-19, sería asesinado un mes más tarde, en abril de 1990. Otros seis altos dirigentes de esa agrupación política serían eliminados en forma violenta, sin contar otros centenares de cuadros medios y bajos.
Ahora, hasta Washington se permitió cuestionar al ultraderechista procurador general colombiano. Lo hicieron intendentes de las más importantes capitales de la región, reunidos precisamente en Bogotá en un encuentro de la Red de Ciudades Suramericanas (Redcisur). En un documento que firmaron los “burgomaestres” de Lima, Susana Villarán de la Puente; Eduardo Paes, de Río de Janeiro; Luis Revilla, de La Paz; Carolina Tohá Morales, de Santiago de Chile; Ana Olivera, de Montevideo; Arnaldo Samaniego, de Asunción; Augusto Barrera, de Quito; y Mauricio Macri, de Buenos Aires, expresaron su solidaridad con el derrocado.
En un extremo está la centroizquierdista peruana Susana Villarán, quien hace casi dos años tuvo que enfrentar un referéndum revocatorio fomentado por la derecha más retrógrada, que no le perdonó una política más enfocada a lo social, que en apenas dos años de gestión había construido cuatro hospitales públicos, entre otros logros. En el otro, el Lord Mayor porteño, proveniente de una familia poderosa que entre sus empresas tiene recolectoras de basura.
Hace un mes, la ciudad de Madrid se llenó de basura por una huelga de trabajadores del sector que protestaban contra los despidos en las empresas proveedoras, que por la crisis vieron reducidos sus ingresos. Alguna vez, la Unión Europea tuvo que tirarle de las orejas al gobierno italiano por las  montañas de basura acumuladas en Nápoles a raíz un conflicto con las empresas.
El problema que justificó la expulsión de Petro fue que durante dos o tres días de diciembre pasado, los residuos se habían acumulado en las calles bogotanas. Las empresas habían dejado de retirar los desechos y la discusión sobre la propiedad de los camiones, que debieron ser del Estado, impidió que se pudieran usar los vehículos.
La extorsión con la basura se parece mucho a la que produce la inseguridad. El resultado puede ser el mismo: tratar de demostrar que el Estado no puede ser eficiente. Y que se le note hasta por el olor. Sobre todo cuando lo que se huele es otra forma de impedir que las fuerzas progresistas puedan cambiar la realidad desde la política.

Tiempo Argentino
Diciembre 13 de 2013

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