Siendo secretario de Estado, John Quincy Adams elaboró el 7 de noviembre
de 1823 la minuta de una reunión de gabinete del gobierno del
presidente James Monroe en la que revelaba las preocupaciones del aún
incipiente imperio estadounidense ante la situación europea, y sobre
todo, en torno de las recién liberadas naciones latinoamericanas. Según
ese informe, se sometió a consideración del cónclave una proposición
confidencial del canciller británico George Canning, un viejo conocido
de los argentinos.
"El objetivo de Canning parece haber sido obtener alguna promesa pública
del Gobierno de los Estados Unidos, ostensiblemente contra la
interferencia por la fuerza de la Santa Alianza entre España y Sur
América; pero realmente o especialmente contra la adquisición por los
Estados Unidos mismos de cualquier parte de la posesiones de España en
América", revela Adams. Para agregar luego, crudamente sincero: "Mr.
Calhoun (secretario de Guerra) se inclina a dar poder discrecional a Mr.
Rush (secretario de la Armada) para unirse en una declaración contra la
interferencia de la Santa Alianza, aunque sea necesario obligarnos a no
apoderarnos de Cuba o de la provincia de Texas; porque el poder de Gran
Bretaña es mayor que el nuestro para apoderarse de ellas, debemos tomar
la ventaja de obtener de ella la misma declaración que debemos hacer
nosotros". De hecho, como ya se ha publicado en estas páginas, Texas se
separó de México en 1835 y su incorporación a la Unión se demoraría unas
década más. La de Cuba llegaría a fin del siglo.
El solícito Adams pulió un poco más esa estrategia –que lo llevaría un
par de años más tarde a ocupar la Casa Blanca- y en su intervención ante
el congreso del 2 de diciembre de 1823, Monroe pudo explicar tres
puntos de la doctrina que lo haría famoso: no a cualquier futura
colonización europea en esta parte del mundo, abstención de los Estados
Unidos en los asuntos políticos de Europa y no a la intervención de
Europa en los gobiernos del hemisferio americano. Resumida en una frase
que se muestra ambigua al sur de la frontera, pero no del otro lado:
América para los americanos. La historia demostraría a quiénes se
refiere la palabra americana.
En febrero del año pasado, el presidente Barack Obama cambió a su
secretaria de Estado, Hillary Clinton, por John Kerry. El hombre, que
perdió las elecciones de 2004 contra George W. Bush, está casado en
segundas nupcias con Maria Teresa Thierstein Simões-Ferreira Heinz,
nativa de Mozambique cuando era colonia portuguesa y heredera del
emporio Heinz, la fabricante de kétchup vendida a Warren Buffet y un
grupo inversor brasileño en 2013. Con una carrera dentro del partido
Demócrata que puede considerarse como sólida –fue senador por
Massachussetts por 28 años- Kerry suele mostrar comportamientos de
elefante en un bazar.
Esto quedó claro cuando en un discurso ante la Cámara baja, a casi dos
meses de haber asumido, se refirió a Latinoamérica como el patio trasero
de Estados Unidos. Desempolvando la misma frase despectiva con que
mencionaron a nuestras naciones los líderes más retrógrados de ese país.
Esos que, al mismo tiempo, no dudaban en aplicar lo que el mexicano
Raymundo Riva Palacio llama el “Corolario Roosevelt”, por Theodore,
conocido por su empleo del “Gran Garrote” a principios del siglo XX.
Aquel día de abril de 2013, Kerry pronunció esta frase que lo pinta de
cuerpo entero: "El hemisferio occidental es nuestro patio trasero (sic),
es de vital importancia para nosotros. Con demasiada frecuencia, muchos
países en el hemisferio occidental consideran que Estados Unidos no les
da la suficiente atención y, a veces esto es probablemente cierto.
Tenemos que estar más cerca y tenemos la intención de hacerlo. El
Presidente (Obama) viajará pronto a México y luego hacia el sur, no
recuerdo qué países, pero él irá a la región".
El revuelo fue tan grande que en noviembre pasado, en un discurso ante
la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, debió
explicar que "la era de la Doctrina Monroe ha terminado". Luego fue más
específico: "La relación que buscamos, y para cuyo impulso hemos
trabajado duro, no se trata de una declaración de Estados Unidos acerca
de cómo y cuándo va a intervenir en los asuntos de otros estados
americanos. Se trata de que los países se perciban unos a otros como
iguales, de compartir responsabilidades, de cooperar en cuestiones de
seguridad”.
En esa ocasión el tema Venezuela no estuvo ausente, y tampoco el bloqueo
a Cuba. En ambos casos, Kerry se desmintió de inmediato, manteniendo
las justificaciones tradicionales de los gobiernos habidos en Washington
desde Monroe. El problema es que el Capitolio obedece a los mismos
paradigmas. Solo que ahora los más firmes defensores del
intervencionismo son gentes de origen latino como Bob Menéndez o Marco
Rubio, demócrata uno, republicano el otro, los más enfervorizados
anticastristas y, en consecuencia, los más furibundos antichavistas.
Fueron Menéndez y Rubio quienes impulsaron la votación en sendas
comisiones del congreso estadounidense que abre la posibilidad de
sanciones a dirigentes venezolanos, a quienes acusan de atentar contra
la democracia ante la ola de protestas desatadas desde febrero pasado.
En un viaje a México que culminó anteayer, Kerry habló de la
"impaciencia" en la región por la situación en Venezuela y del "fracaso
total" del gobierno de Nicolás Maduro para resolver la crisis. Luego de
reunirse con su par mexicano, José Antonio Meade, Kerry abundó en que la
batería de sanciones contra Venezuela están a la espera de que "haya
movimientos en la mesa", pero negó que todas estas consideraciones
fueran, como sostiene Caracas, "una actividad injerencista” en el país
sudamericano. El propio Meade había confiado meses antes que en su
primer encuentro con el secretario de Relaciones Exteriores de Obama
notó que "no estaba enterado de los asuntos bilaterales". No se sabe si
el mexicano cambió de idea.
Este fin de semana será muy ajetreado en regiones clave del planeta, en
algunas de las cuales Monroe había jurado que no se meterían. En Ucrania
se enfrenta Europa con el renacido poderío que representa el gobierno
de Vladimir Putin. El mandatario ruso fue hasta Beijing a firmar un
acuerdo con China para la venta de gas que le despeja el camino ante la
pérdida de sus clientes europeos por la situación en territorio
ucraniano, en la fortificación de una alianza que parecía destinada a
cuestiones comerciales pero promete más.
Pero Europa también tendrá sus propios problemas. Y la elección de
europarlamentarios aparece en medio de dudas que preocupan a más de
cuatro por el avance de sectores de la ultraderecha que como el viejo
Jean Marie Le Pen, hasta se atreven a reclamar la intervención de un
virus mortal como el Ébola para terminar con el problema de la
inmigración africana. Lo peor es que el partido que regentea ahora su
hija marcha en primer lugar en las encuestas.
En el Patio Trasero, en tanto, las fichas de Washington están puestas en
la disputa que enfrenta en Colombia a dos postulantes de la derecha.
Uno, el actual presidente Juan Manuel Santos, de una derecha acuerdista
que ofrece como principal argumento la posibilidad muy concreta de poner
fin a más de medio siglo de matanzas mediante un acuerdo de paz con la
guerrilla. El otro, delfín de Álvaro Uribe, que cuestiona las
negociaciones y solo ofrece como opción el exterminio del rival.
La brutalidad y falta de ética de la campaña electoral- campaña
delincuencial, la llamó Santos- es una muestra de lo que se juega en el
país de García Márquez. Un territorio en que Estados Unidos tiene siete
bases militares, tras los convenios firmados entre Obama y Uribe en
2009, desde donde sus tropas amenazan a toda la región.
En Venezuela, en tanto, los cancilleres de la Unasur anunciaron una
reunión en Galápagos para tratar de estas primeras y difíciles
negociaciones entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro.
También acá los señores de la guerra apuestan al conflicto, que
justificaría las sanciones que los Rubio y Menéndez pretenden desde
Washington. Un fracaso en la intervención de Unasur será pagado
políticamente por el organismo sudamericano y también por Maduro. Eso a
es lo que se juega la oposición,incapaz de terciar en la política
venezolana sin ayuda foránea.
Se refería Canning a los proyectos de la Santa
Alianza –aquel tratado de 1815 de los monarcas de Austria, Rusia y
Prusia firmado tras la derrota de Napoleón– para la reconquista de
Sudamérica por los borbones españoles, un operativo en favor de la testa
coronada de otro conocido nuestro, Fernando VII.
Tiempo Argentino
Mayo 23 de 2014
Con el agrdecimiento a Sócrates por la ilustración
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