Los argumentos del juez Thomas Poole Griesa para aceptar el planteo de
los fondos buitre contra Argentina resulta irritante y denigra cualquier
soberanía, como bien resaltó el gobierno argentino repetidamente. Mucho
peor cae a los espíritus nacionales la seca respuesta de la Corte
denegando tomar cartas en un asunto que, por lo que dejan en claro con
su silencio, entienden que está muy bien resuelto en la primera
instancia.
Ya en su primer dictamen, de 2012, Griesa protestaba contra "los más
altos funcionarios argentinos que han continuado haciendo declaraciones
inflamatorias sobre que las sentencias del Tribunal no serán obedecidas.
(… y además) han declarado que Argentina podría pagar a los bonistas
que entraron en el canje pero no pondrá un dólar para los que tienen los
bonos originales (holdouts). La presidenta Cristina Kirchner hizo
declaraciones en tal sentido."
En aquel momento, Griesa involucró al entonces ministro Lorenzino. Pero
ahora agregó nuevos discursos de la mandataria argentina y del nuevo
titular de la cartera económica para denostar al gobierno y asegurar que
no les cree, que Argentina sólo quiere esquivar sus deudas desde hace
diez años y que no le da confianza de que lo hará en el futuro. "Habría
sido mejor si ella no se hubiese referido a una extorsión. Eso habría
ayudado", señaló sobre uno de los últimos discursos de Cristina.
Más allá de la forma en que un simple juez de condado se refiere al
gobierno democráticamente elegido de un país independiente, es bueno
hurgar un poco en la concepción del mundo que traslucen los fallos de
Griesa y la posición de la Corte. Porque tal vez eso sirva para entender
la idea que la sociedad de Estados Unidos se hace del mundo y de su
propio lugar en él. Una concepción que nace desde sus orígenes, cuando
los primeros "peregrinos" desembarcaron del mítico Mayflower en la Bahía
de Massachusetts, en 1620. Un dato no menor es que se trataba de un
contingente de puritanos, un movimiento religioso surgido en Gran
Bretaña que rechazaba tanto a la Iglesia católica como a la anglicana
que había "inventado" Enrique VIII. Y que huían de la persecución a que
eran sometidos en su patria de origen.
Muchas de estas cuestiones suelen ser ventiladas por Hollywood en series
y dibujos animados, al punto que casi forman parte de la formación de
generaciones enteras de niños latinoamericanos. El caso es que esos
primeros pobladores se fueron dispersando a lo largo de la costa para
conformar la llamada Nueva Inglaterra. Hay dos acontecimientos
posteriores que marcarían en el futuro del "ser americano" (o, mejor
dicho, estadounidense). Uno es el Día de Acción de Gracias, el otro es
el llamado Motín del Té o, en inglés, Tea Party. Un tercero forma parte,
en cambio, del inventario de los grupos más progresistas, como son los
juicios por bujería popularizados con la obra de teatro de Arthur Miller
Las Brujas de Salem.
No había pasado un año de la llegada de los colonos cuando según la
leyenda compartieron la primera cosecha en tierras americanas con los
indígenas wampanoag que, bueno es decir, los habían ayudado
generosamente ni bien los vieron llegar. Los wampanoags vivían en
comunidad y tenían una economía basada en la distribución de la tierra y
los bienes. Desde ese 21 de noviembre de 1621 se celebra el día de
Acción de Gracias. Con los años, nuevas camadas de emigrantes fueron
desplazando a los pueblos originarios y en 1675 el cacique Metacomet
organizó un ejército de wampanoags junto con los pueblos narragansett,
nipmuc y pennacook, y atacó los establecimientos de los invasores. Los
blancos lo llamaban Rey Felipe y tras derrotarlo fue ejecutado el 12 de
agosto de 1676. Su cabeza quedó expuesta sobre una pica, y su mujer y
sus hijos acabaron sus días como esclavos en las Antillas.
Poco más tarde, en 1692, se registraron los procesos por delitos de
brujería en los condados de Essex, Suffolk y Middlesex, en
Massachusetts. No importa tanto la verdad histórica como el enfoque que
le dio Miller –quien fue acusado de comunista en el marco de las
persecuciones del inefable Joseph Mc Carthy– en su magistral obra de
teatro. La caza de brujas macartista forma parte también del "ser
estadounidense", tanto en su extremismo como por el rasgo de paranoia
que revela. En Las brujas de Salem –por el distrito donde se inició la
oleada– Miller cuenta de modo dramático cómo las declaraciones de un
grupo de jovencitas influyen en la culpabilización de ciudadanos
altamente morales al punto de llevarlos al cadalso.
Otro hecho constitutivo de esa nación es el motín registrado en
diciembre de 1773 en la Nueva Inglaterra en rechazo al pago de un
impuesto a la importación de té. Tea Party quedó como sinónimo de lucha
por las libertades –de hecho, de este movimiento crecieron las primeras
luchas por la independencia de Estados Unidos– pero también de un modo
de interpretar la realidad. Los grupos Tea Party surgidos en los
primeros años de este siglo se inscriben en esta actitud: en términos
groseros, recelan de los poderes centrales, del pago de impuestos y de
la intromisión de las instituciones en la vida de los ciudadanos. Son
individualistas extremos, y con esos argumentos rechazan la ley de salud
de Obama y tildan de inmoral cualquier ayuda a los desposeídos.
La idea de que Estados Unidos es un pueblo elegido y que eso habilita
para intervenir de un modo correctivo y salvador en cualquier parte del
mundo corre paralela y justifica la política de expansión territorial en
detrimento de los pueblos originarios primero y del resto del planeta
posteriormente. Siempre con su plan sobre lo que una democracia debe
ser.
Una democracia representada por un sistema institucional que, como
dijera al debatir la Constitución uno de los "padres fundadores", James
Madison, tiene a la justicia como control último de posibles abusos de
las muchedumbres. La moral media exige que un hombre temeroso de Dios
como piden los puritanos, respete las leyes, cumpla los contratos y
trabaje de sol a sol, porque no hay nada que discipline tanto como un
esfuerzo colosal.
Cualquier desviación a este mandato es moralmente condenable, y
especialmente por los medios de comunicación masivos, tan conservadores
de las costumbres ellos. En este contexto, una persona que reciba una
asignación es un vago sin remedio y el gobierno que la otorgue, un
demagogo cercano a la autocracia. Madison pensaba justamente en la
defensa de los intereses particulares cuando promovía una justicia
independiente de los poderes electos. A través de la Constitución
estadounidense, el detalle se expandió y se introduciría en la
Argentina, donde los constituyentes de 1853 identificaban en Juan Manuel
de Rosas al populismo que el legislador estadounidense recomendaba
evitar.
Griesa fue designado por el entonces presidente Richard Milhous Nixon el
15 de junio de 1972 en un tribunal que se estrenaba con él. Tras la
aprobación del Senado tomó el cargo el 30 de junio. Entre esos días, el
17 de junio, se produciría un hecho llamado a cambiar la historia
moderna de Estados Unidos: cinco hombres caían detenidos por haber
ingresado ilegalmente en la sede central del Partido Demócrata en el
edificio Watergate de Washington. Estaban espiando para el gobierno de
Nixon, quien terminaría renunciando en agosto de 1974. Las acusaciones
contra el mandatario republicano no fueron tanto por entorpecer a la
justicia, como figuraba en el pedido de juicio político. La peor
imputación era por haberle mentido a la ciudadanía. Bill Clinton casi
corre la misma suerte hasta que se dio cuenta de que era preferible
reconocer "relaciones inapropiadas" con una pasante que admitir que
había engañado a la población.
Griesa demostró en los dictámenes contra Argentina que le disgusta el
gobierno de Cristina Fernández. Porque los briefs de prensa que le
llegan la presentan como una populista cercana a otros mandatarios
regionales que están en la mira de Estados Unidos, como los de Venezuela
actual y el pasado. Es un conservador y, como juez estadounidense, se
sabe intocable. Desde allí emitió su fallo. La Corte lo avala porque
también piensa igual: las deudas se deben pagar, no importan otras
consideraciones que no sean el papel escrito. Las leyes están para
vigilar los intereses de los que tienen en contra de los que quieren
arrebatárselos, Madison dixit.
Estas son buenas razones –y mucho más exquisitas– como para castigar a
un díscolo gobierno latinoamericano. Como lo son para "purificar" con
armas o finanzas al resto del mundo.
Tiempo Argentino
Junio 27 de 2014
Como siempre, el reconocimiento a Sócrates por la ilustración
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