Aunque suene irónico, finalmente todo volvió a la normalidad
en Paraguay. Es decir, los colorados regresan al gobierno –sin haber perdido el
poder jamás– mientras que los liberales y los sectores progresistas vuelven a
ser el partenaire necesario para legitimar el proceso electoral en un caso y
las tentativas testimoniales por cambiar las bases políticas del corazón de
América del Sur en el otro.
El 21 de abril, el empresario Horacio Cartes se convirtió en
el presidente número 49 de los paraguayos y luego de cinco años –un interregno
en que el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) por primera vez acarició el
sillón de los López en alianza con el ex obispo de San Pedro, Fernando Lugo– el
partido de la derecha más retrógrada del Paraguay volvió a su sitial, que desde
1947 ocupó incluso a través de la dictadura de Alfredo Stroessner.
No había demasiadas expectativas de que puertas adentro de
Paraguay las cosas fueran a ser diferentes en esta etapa, porque el final ya
estaba cantado desde meses antes por los encuestadores, sobre todo desde el
accidente que en febrero pasado le costó la vida al general golpista Lino
Oviedo. Una salida de escena trágica pero conveniente para la Asociación
Nacional Republicana (ANR, tal el nombre de formación del más que centenario
partido colorado) ya que la agrupación creada por el general acusado de un puñado
de delitos –entre ellos de planear el magnicidio del vicepresidente Luis María
Argaña– competía directamente por el sector coloradista y en 2008 le había
quitado votos por derecha.
El oviedismo en realidad había sido un desprendimiento del
añejo partido conservador creado en 1887 para consolidar un modelo político, a
tono con el paladar de los brasileños luego de la destrucción del país con la
Guerra de la Triple Alianza. Guerra de la que participó la Argentina de la mano
de Bartolomé Mitre como la segunda pata de ese triángulo genocida, conviene
recordar.
Como para tener en cuenta de qué se habla cuando se recuerda
al coloradismo, baste decir que es un modelo conservador populista y que entre
1947 y 1963 fue el único partido legal en Paraguay. También que desde entonces
no había perdido ninguna elección hasta 2008. Primero, entre 1954 y 1989 porque
el dictador Stroessner, un oscuro personaje que sobresalió por su acérrimo
anticomunismo durante toda la guerra fría, mantenía un régimen sostenido por los
militares y asentado en la corrupción y el contrabando. El golpe que dio su
consuegro Andrés Rodríguez para destituirlo cuando ya no era sostenible para el
resto de los países del bloque regional –que pergeñaban Argentina, Brasil y
Uruguay y que necesitaba a Paraguay para tener sentido estratégico– consolidó
este otro período más amigo de las urnas.
Los liberales, que tienen la misma tradición que el ANR,
sólo que en su origen se recostaron más en Buenos Aires, gobernaron hasta 1936,
cuando un golpe de Estado los desalojó del poder. Fueron clandestinos y en su
lucha contra la dictadura sufrieron varios desprendimientos. El PLRA nació de
uno de ellos, en 1978. Luego de ser legalizado participó de las sucesivas
elecciones sin mayor éxito, aunque muchos de sus cuadros forman parte de la
burocracia estatal, al punto que desde la izquierda se los acusa de ser
funcionales a un régimen de terratenientes feudales sólo por conveniencia
personal. La compra descarada de votos –una denuncia que le costó el cargo al
presidente del Senado de Paraguay, Jorge Oviedo Matto, unos días antes de la
elección– es apenas la punta de un iceberg escandaloso en la política de ese
país.
Antecedentes vidriosos
Otro dato que ilustra sobre la realidad guaraní es que el
ANC, como sucede con la mayoría de los partidos políticos, integra una alianza
internacional. En su caso, la Unión Internacional Demócrata que fue fundada en
1983 con sede en Londres bajo el amparo de los entonces líderes mundiales
Margaret Thatcher, primera ministra británica; el presidente George Bush
(padre); el canciller alemán, Helmut Kohl y el que fuera Alcalde de París y
luego presidente galo, Jacques Chirac.
La información sobre el ganador del comicio también es
reveladora sobre quién es quién en el Paraguay que se viene (o que vuelve).
Hijo del que fue representante del fabricante de aviones Cessna, Cartes estudió
en los colegios Goethe y Cristo Rey y en Estados Unidos hizo estudios técnicos
que lo llevaron a trabajar en la planta de esa empresa aeronáutica en Wichita,
Kansas. A la vuelta se metió de lleno en el mundo financiero, primero fundando
una casa de cambios que devino posteriormente en el Banco Amambay. Su carrera
empresarial fue meteórica y ahora aparece como titular de 25 empresas que dan
trabajo a más de 3.000 empleados.
Cables filtrados por WikiLeaks lo hacen aparecer en el
centro de las sospechas por lavado de dinero proveniente del narcotráfico,
según denuncias de la DEA elevadas al Departamento de Estado en Washington. A
principios de 2000 el diario brasileño O Globo lo acusó de comandar «una gran
lavandería para mafias de varios países, principalmente Brasil».
También en Brasil se originó una pesquisa sobre el ahora
presidente electo del Paraguay por aquellos años. Así, en el relatorio «CPI da
Piratería» (CPI es la Comisión Parlamentaria de Investigación de la Cámara de
Diputados de esa nación), figura la Tabacalera del Este SA, de Ciudad del Este,
propiedad de Cartes, como una de las empresas que contrabandea cigarrillos
paraguayos hacia territorio brasileño.
Otro dato sobre su personalidad es que hasta hace algunos
meses su participación en política había sido nula. Con decir que se jactaba de
no haber votado nunca está todo dicho. ¿Cómo llegó a posicionarse para aspirar
a la presidencia desde la ANR? Los paraguayos que no lo quieren bien sostienen
que a «platazo limpio». Porque a su ingreso logró cambiar los estatutos del
partido para poder postularse a la presidencia, ya que no tenía la cantidad de
años de afiliación correspondiente. Otros afirman que los logros con el club
Libertad, en el fútbol, le dieron notoriedad pública.
El ex presidente paraguayo Nicanor Duarte declaró en ese
momento que con Cartes, comenzaba «la era de la pornografía política» en la
ANR. Desde el diario ABC color, el más conservador de Paraguay, llegaron a
decir que en las internas liberales de 2010 accedió a un «pedidito de uno que
corre rally», en alusión al presidente del Partido Liberal, Blas Llano, que
recibió publicidad de algunas de las empresas del presidente electo.
Del otro lado
Si este fuera sólo el perfil del ganador en un mundo
impoluto sería una anomalía. Pero sucede que el que salió segundo, el liberal
Efraín Alegre, tampoco aparece como un dechado de virtudes. Él y su candidato a
vicepresidente, Rafael Fillizola, habían sido ministros de Lugo y fueron
exonerados de su cargo por su participación en un complot en contra del ex
sacerdote.
El reemplazante de Alegre en el Ministerio de Obras Públicas
y Comunicaciones (MOPC) aseguró que su antecesor le había dejado «las arcas
vacías». El diario La Nación de Asunción, que dedicó una amplia cobertura a los
negocios non sanctos atribuidos a Cartes, señaló que el perjuicio de Alegre al
erario público sería mayor a los 20 millones de dólares, presuntamente gastados
en publicidad en radios, prensa escrita y televisiva «con el fin de crear un
trampolín del equipo político efrainista […] para las presidenciales de 2013».
El resultado final del 21A le daba a Cartes un 46% de los
votos contra un 37% de Alegre. Si todo fuera una cuestión de «platazo», esto
probaría que el de Cartes fue más efectivo.
Mucho más lejos quedaron el periodista Mario Ferreiro y el
«pollo» de Lugo, Aníbal Carrillo. Lugo, precisamente, fue electo senador por el
Frente Guasú, una de las dos coaliciones de izquierda. Quizás una manera de
probar a propios y ajenos que juntos podían aspirar a algo, pero separados no
pasan de ser una fuerza sin ningún peso efectivo en la política paraguaya. Y
esta certeza incluye a los liberales.
El foco en la región
Fernando Lugo es un ex sacerdote tercermundista que desde
una diócesis en el lugar más empobrecido del Paraguay llegó a la presidencia de
la nación en 2008, tras un acuerdo con el PLRA. Los liberales, partido del
establishment al fin, pusieron al vicepresidente Federico Franco. Fue la
primera vez en 61 años que pudieron desalojar del gobierno a los colorados y
era una promesa de cambio sustancial para la política guaraní. Fue, claro, la
primera derrota del «antiguo régimen» y la única forma en que el PLRA podía
acceder al sillón de los López.
Desde un primer momento la tentación de digitar la política
de Lugo fue grande. Sobre todo cuando, si bien tímidamente, el ex obispo fue
dando algunos pasos hacia su promesa de reparto de tierras y fue estableciendo
afinidades más sólidas con los gobiernos progresistas de la región, en una
etapa particularmente laboriosa para los mandatarios latinoamericanos.
Lugo sufrió decenas de inten-
tos desestabilizadores, sobre todo desde sus aliados
liberales. El bloqueo al ingreso de Venezuela al Mercosur en el Senado, que
nunca toleró a Hugo Chávez, fue sólo una muestra. Las dificultades de los
«luguistas», encolumnados en el Frente Guasú, para ampliar el espectro de
apoyos, principalmente entre las bases campesinas, fue también importante.
Primero con la aparición de un presunto grupo guerrillero
–el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP)–, luego con la «amenaza» de reforma
agraria a través del Indert (Instituto Nacional del Desarrollo Social y la
Tierra), la institución destinada a otorgar tierras fiscales a agricultores
pobres y a verificar la legalidad de las tenencias acreditadas por los
poseedores actuales.
El tiro de gracia para Lugo fue la matanza de Curuguaty, un
enfrentamiento entre campesinos y policías que en junio del año pasado dejó un
saldo de 6 policías y 11 paisanos muertos a balazos. El que aparece como
propietario de esas 2000 hectáreas en el este del país, Blas N. Riquelme, es un
magnate ligado al Partido Colorado que según el Indert no tiene cómo demostrar
que sus campos son realmente suyos y que acusó del hecho a miembros del EPP.
Las pruebas preliminares indican que los policías habrían sido rematados por
francotiradores de certera puntería alejados del centro de los incidentes.
Como sea, este incidente trágico fue la excusa para iniciar
un trámite de destitución express contra Lugo en el Parlamento. Entre los
considerandos finales de la destitución se destaca el artículo cuarto, donde se
«acusa» a Lugo de haber firmado el Protocolo Ushuaia II, un documento
complementario del compromiso democrático aprobado desde 1998 para garantizar
el respeto a la Constitución y la voluntad popular en los países que desean
formar parte de Mercosur y Unasur. «Es un atentado a la soberanía de la
República del Paraguay suscrito por el Presidente Fernando Lugo Méndez con el
avieso propósito de obtener un supuesto respaldo en su descarada marcha contra
la institucionalidad y el proceso democrático de la República», señalaron sin
que se les moviera la pera los destituyentes de entonces. Como se recuerda, el
Paraguay de Franco fue suspendido de los organismos regionales y en el mismo
acto se apuró la incorporación de Venezuela al Mercosur.
Con la elección de Cartes reaparece la posibilidad del
retorno de Paraguay a los organismos regionales. Se lo dijo la presidenta
Cristina Fernández en una comunicación telefónica a minutos de confirmarse el
resultado. Se lo señaló también el gobierno brasileño a través del canciller
Antonio Patriota. Luego de recordarle que la reincorporación guaraní está
supeditada a la aceptación del ingreso de Venezuela. Lo que además implica el
reconocimiento del gobierno de Nicolás Maduro, ganador de los comicios en
Venezuela el pasado 14 de abril.
Revista Acción
Abril 30 de 2013
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