Cuentan que uno de los primeros fue el Kriegspiel (Juego de Guerra, en
alemán), desarrollado en 1824 por un teniente prusiano y que fue muy
útil para diseñar el plan de batalla que llevó al triunfo aplastante de
las tropas del Káiser ante las francesas en 1870. Pero eran otras
épocas.
En 1956, el director de cine francés Albert Lamorisse, que venía de
haber estrenado una joyita como El globo rojo, presentó a una productora
estadounidense un juego de mesa que haría historia: La Conquista del
Mundo. Cuando los Hermanos Parker lograron desentrañar las reglas, lo
sacaron a la venta con el nombre de Risk. En Argentina, una variante
haría furor desde el año 1976 bajo el nombre de TEG (Plan Táctico y
Estratégico de la Guerra) y sirvió como metáfora a otro film, de 2002,
Kamchatka, de Marcelo Piñeyro, protagonizado por Ricardo Darín y Cecilia
Roth, donde se ofrece una mirada diferente de la dictadura y de su
persecución a militantes de izquierda.
Kamtchatka, como sabe cualquier argentino, es uno de los países a
conquistar, creado por necesidad de dividir al territorio asiático en
una cantidad razonable de objetivos a perseguir por los ejércitos de
cada jugador. Algo similar ocurre en el resto de los continentes, de
modo tal que Nueva York y California son países a ocupar. En el sur,
Brasil, Argentina, Chile, Perú y Colombia es todo a lo que se reduce,
según el TEG, la Unasur. Para Europa las cosas son también "fáciles":
España, Francia, Italia, Alemania, Rusia, Suecia y Gran Bretaña son toda
la UE.
Es interesante indagar en la geopolítica del Risk. América del Sur es
Brasil, Argentina, Perú y Venezuela. Algo que parece calcado de los
virreinatos de la era colonial. En Europa, en tanto –conviene recordar
que el juego fue desarrollado en plena Guerra Fría por un francés pero
publicado en Estados Unidos–, existen Gran Bretaña, Islandia,
Escandinavia, con una suerte de federaciones llamadas Europa del Norte,
del Sur y del Oeste. Lo curioso es que Ucrania incluye a todo el
territorio ruso. Por supuesto que es un recurso lúdico, pero también es
una estrategia para facilitar los entrenamientos militares que bien
refleja una concepción del mundo.
Tal vez a los jerarcas militares y políticos de Europa y Estados Unidos
les hicieron falta horas de TEG antes de tomar ciertas decisiones que
elevaron la tensión en forma innecesaria. Así al menos lo entienden
analistas de todas las pelambres. El presidente ruso, Vladimir Putin,
incluso llegó a catalogar a la dirigencia occidental de "poco
profesional" por la forma en que activaron la destitución de Viktor
Yanukovich y crearon una crisis en su intento de avanzar hacia fronteras
que Rusia considera vitales.
Forum Libertas es un periódico digital que expresa a sectores de la
Iglesia Católica de España fundado hace diez años por Josep Miró i
Ardèvol. Un editorial reciente de ese medio, que se alinea dentro del
conservadurismo peninsular, alertaba sobre esta aventura que nadie sabe
cómo puede terminar. "A causa de una serie de errores que en buena
medida caen del lado de la Unión Europea, nos encontramos en una
situación que puede degenerar en un conflicto de tipo balcánico –y ante
el cual, recordémoslo, la UE se mostró impotente– a una escala todavía
superior; sería un desastre para los ucranianos, pero también para Rusia
y los europeos", considera el FL.
El ex secretario de Estado Henry Kissinger, conocido en estas pampas por
fomentar las tropelías cometidas por las dictaduras militares en los
'70, es otro que se explaya sobre la forma en que fue escalando la
situación en Ucrania. Y es una voz que conviene escuchar, al punto que
se permite dar un tirón de orejas a la dirigencia occidental por "haber
demonizado a Putin", con lo cual no le dejaron demasiadas rutas de
escape. "Para Occidente, demonizar a Putin no es una política, sino una
excusa por la ausencia de política", detalló en una columna de The
Washington Post. Y explica: "Occidente debe entender que para Rusia,
Ucrania nunca será simplemente otro país. La historia rusa se origina en
el Rus de Kiev, la cuna de la religión rusa. Durante siglos Ucrania fue
parte de Rusia."
Para rematarla, el hombre que tuvo que firmar la paz en Vietnam y ganó
un premio Nobel por eso, añade que "en mi vida –y ya cumplió los 90– he
visto a los EE UU empezar cuatro guerras sin saber cómo terminarlas y de
tres de ellas nos retiramos unilateralmente. La prueba de una política
está en cómo termina, no en cómo empieza".
Un académico español, Felipe Sahagún, trae a cuento un texto del
analista ruso Sergei Karaganov, donde también muestra que nada es tan
fácil como parece. "El presidente Vladimir Putin ha estado intentando
restablecer una alianza económica entre la mayor parte los países de la
ex URSS para reforzar su competitividad y la inestabilidad que destruyó a
la República de Weimar tras la disolución del imperio alemán, pero
Occidente ha hecho casi todo lo posible para impedirlo."
Los medios internacionales, desde hace algunas semanas, tienen
kilómetros de tela para cortar con la crisis ucraniana. Y en el contexto
de simplificaciones a veces inevitables, cunde la sensación de que en
cualquier momento todo puede estallar por los aires. Es así que
funcionarios de varios gobiernos elevan amenazas, la mayor parte de las
veces retóricas, y dictan sanciones que cuesta trabajo entender qué
efectividad puedan tener. Tal vez el rumbo verdadero que seguirán las
cosas esté marcado en un horizonte de racionalidad que los políticos no
están en condiciones de explicitar, pero algunos expertos no tienen
drama en poner sobre la mesa.
Timothy Garton Ash, profesor de Estudios Europeos en la Universidad de
Oxford, escribió que "el problema es toda Ucrania, no solo Crimea.
Vladimir Putin lo sabe. Los ucranianos lo saben. Y nosotros no debemos
olvidarlo. Ni nosotros ni el gobierno ucraniano podemos hacer nada para
que recupere el control de Crimea. Ahora se trata de luchar por el este
de Ucrania." Es decir, lo que ocurrió en la península era inevitable
desde que el gobierno de Kiev fue remplazado por uno más partidario de
acercarse íntimamente a la UE.
Desde la caída de la Unión Soviética, los países occidentales fueron
avanzando sobre territorios que estaban del otro lado de la Cortina de
Hierro. A la manera del TEG, ficha a ficha, la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN), creada en 1949 para combatir al "peligro
comunista", lejos de disolverse ante la desaparición del enemigo
declarado, fue añadiendo países a su membresía. Y a las 16 naciones que
entonces formaban parte de la alianza militar incorporó a otras 12 que
habían estado bajo la órbita socialista.
La OTAN fue clave en la ocupación de Libia a fines de 2011 y estaba
dispuesta a hacer lo propio en Siria en 2013. Hasta que Putin mostró los
dientes. En Siria, como se sabe, hay una base militar, en Tartus,
heredada de la época soviética. En Sebastopol, Crimea, hay otra.
Ucrania, al decir de Kissinger, era un límite incómodo de digerir para
Moscú y no le quedó otra que hacer algo.
¿Cómo sigue la historia? Por lo pronto, los gobiernos europeos no podrán
evitar el anuncio de más medidas punitivas, como para no parecer
timoratos ante la "opinión pública", espantada ante el satanizado oso
ruso. Habrá también duros debates en los organismos internacionales.
Pero Obama ya mostró que no quiere meterse en otra guerra de la que no
sabe cómo podría salirse. "No sería apropiado que nos enfrentemos
militarmente a Rusia", señaló el miércoles.
Por supuesto, no le salió gratis y el senador republicano John McCain,
su rival a la presidencia en 2008, le endilga que la crisis es el
resultado final "de una política exterior irresponsable en la que ya
nadie cree en el poderío de Estados Unidos". Para echar más leña al
fuego, tildó a Obama de ser el presidente más naïf que tuvo Estados
Unidos. Muchos republicanos comparten esta opinión.
Es cierto es que esta crisis fue creciendo al calor de movidas que
algunos apurados pensaron sin consecuencias. Y que esa liviandad
representa un error importante. El problema sería poder mantener las
cosas acotadas y que nadie cometa la equivocación de apretar algún botón
fatal y definitivo.
Para quienes estamos en este otro lado del tablero, el peligro es que,
como los aliados no logran avanzar en Eurasia –y no quieren quedar mal
parados en su frente interno– decidan meter más presión en América del
Sur, atacando las posiciones en Venezuela. Ya tienen sus fichas en
Colombia y desde allí atacan con todas las fuerzas disponibles.
Por eso es bueno para todos los jugadores recordar que, como en el TEG,
el juego es interminable y siempre es momento de disputar los espacios. Y
sobre todo, tratar de descubrir cuál es el verdadero objetivo del
enemigo para que no se termine la partida.
Tiempo Argentino
Marzo 21 de 2014
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