El peor atentado en Turquía se produjo a menos de tres meses
de otro que había dejado un saldo de 34 muertos en cercanías de la estratégica
ciudad de Kobane, bajo asedio de milicias del Estado Islámico, en la región
kurda. El golpe en Suruç del 20 de julio no fue reivindicado por ningún grupo
terrorista, ni siquiera por el EI, pero golpeó en el corazón de un conflicto
que mantiene en vilo al país desde hace décadas y que parecía en vías de
encontrar canales democráticos de resolución.
Poco antes, el 5 de junio, y a dos días de una elección
crucial para el gobernante turco, Tayyip Recip Erdogan, una doble explosión
había dejado un saldo de cuatro muertos en una manifestación del prokurdo
Partido Democrático de los Pueblos (HDP) en Diyarbakir, considerada la capital
no oficial del Kurdistán turco.
El detalle entonces fue que en el comicio del 7 de junio el
AKP, el movimiento conservador que sustenta a Erdogan y a su primer ministro,
Ahmet Davutoglu, por primera vez perdió la mayoría parlamentaria, con el agregado
de que también por primera vez llegó al Parlamento el HDP, que logró cruzar la
restrictiva barrera del 10% de sufragios necesarios para obtener una banca.
Consiguió más de 6 millones de votos, un 13,2%, y 80 escaños en una asamblea de
550 diputados. Fue un duro golpe para Erdogan, que esperaba una amplia mayoría
que le permitiera cambiar la Constitución con el objetivo de reforzar su poder.
Este nuevo atentado, en otra marcha pacífica de opositores y
que al cierre computaba 95 muertos y 256 heridos, se produce a 22 días de la
nueva cita con las urnas. Como el AKP quedó en minoría y no hubo acuerdo para
designar premier, Erdogan llamó a nueva elección, que es como decir hacer
borrón y cuenta nueva, con la esperanza de torcer la voluntad de los sectores de
izquierda y prokurdos que apoyaron al partido de Selahattin Demirtaş y Figen
Yüksekdağ. No necesita demasiado, sólo ese poco más de 3 puntos que superó la
barrera del 10 por ciento.
Desde el gobierno acusan a grupos terroristas entre los que
engloban, por supuesto, a PKK, el movimiento guerrillero kurdo que durante años
fue epicentro de las luchas independentistas. Hace tiempo PKK llamó a la paz y
casi al mismo tiempo que se conocía la noticia del atentado en Ankara salió a
la luz un comunicado en que anunciaba un cese el fuego. Ligar al HDP con el PKK
es un ejercicio muy sencillo para las autoridades turcas, que apelan al
nacionalismo para consolidarse en este delicado momento político. Es algo
similar a lo que en España hacen los sectores más conservadores con la ETA y la
izquierda abertzale.
Hasta ayer, la fidelidad del electorado a HDP parecía sólida
y los sondeos no le daban más votos a AKP que en junio. Habrá que ver cómo influye el doble atentado
en la elección. Pero sobre todo, cómo detonará en la dramática situación de un
país atravesado por la crisis en el mundo árabe que lo golpea de lleno por su
posición geográfica y por los resabios de la pulverización del imperio otomano
y de la conformación de la República kemalista.
Tiempo Argentino
Octubre 11 de 2015
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