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Chávez-Obama: dos conceptos de democracia enfrentados



Al tiempo que la muerte de Hugo Chávez ocupaba las portadas en la mayoría de los medios internacionales y llenaba de dolor a sus seguidores no sólo de Venezuela sino del resto del continente, las caracterizaciones sobre su legado ocuparon ríos de tinta. Era obvio que quienes ven en su paso por este mundo al iniciador de la ardua lucha por sacarse de encima "la larga noche neoliberal" de Latinoamérica iban a encumbrarlo. Como también era natural que desde las trincheras de los poderes concentrados, a los que el líder bolivariano atacó desde que en 1992 intentó voltear al gobierno de Carlos Andrés Pérez, iban a continuar con la tarea de demolición de su imagen. Convertida en la de un autócrata de la peor calaña por lo menos. Aunque las lágrimas de millones de personas en todo el mundo lo desmientan.

Pero hay algunos hechos curiosos en este clima de fervor democrático desatado desde el martes, con las diversas interpretaciones sobre lo que la democracia sea. Un par de días antes de la muerte del venezolano, un Barack Obama acosado por el abismo fiscal, ese nubarrón que puede oscurecer su segundo mandato, se había explayado en una de estas disquisiciones.
Sucede que el déficit estadounidense sobrepasa todo límite. Para poder seguir manteniendo al Estado en funcionamiento, el inquilino de la Casa Blanca necesita una ampliación de Presupuesto. Pretende hacerlo aumentando impuestos a los más ricos. Una medida de estricta justicia social, como indica el presidente ante cuanto micrófono le ponen adelante. Pero allí choca con el fundamentalismo de los republicanos. Enceguecidos un poco por su credo ultraneoliberal y otro mucho porque saben que así liman las posibilidades de que otro demócrata suceda al primer presidente negro en la historia de Estados Unidos. Por eso pretenden forzar recortes en los planes sociales y en los de sanidad, la única medida revolucionaria que puede exhibir Obama.
Como no había forma de salir del entuerto, Obama desafió a los periodistas que lo esperaban en la Casa Blanca al término de una reunión con los jefes de los bloques partidarios. "Denme un ejemplo de lo que yo podría hacer", les espetó, con la mirada tensa, luego de informar que si no había novedades en pocos días se puede paralizar a la principal potencia económica del mundo y dejar en la calle a 750 mil estatales. "¿Por qué no encierra a los líderes del Congreso en una habitación hasta que lleguen a un acuerdo sobre los recortes al gasto público?", ensayó un reportero. Obama le respondió, solemne: "No soy un dictador, soy el presidente", y luego recurrió a la saga de Star Wars para explicar que no puede hacer como un Jedi y "traer a los republicanos al lado luminoso de la fuerza para convencerlos de que hagan lo correcto".
No se sabe si Obama leyó el ejemplar de Las venas abiertas de América latina que Chávez le regalara en su primer encuentro en la Cumbre de 2009 en Trinidad y Tobago, pero al conocerse la noticia sobre la muerte del líder bolivariano señaló que "en Venezuela se inicia un nuevo capítulo en su historia. Estados Unidos sigue comprometido con políticas que promuevan los principios democráticos, el Estado de Derecho y el respeto de los Derechos Humanos". Luego pidió una "relación constructiva" entre ambos países, que desde 2010 no tienen embajadores, justo cuando el vicepresidente Nicolás Maduro anunciaba que expulsarían a dos diplomáticos estadounidenses por conspirar contra el gobierno.
La relación de Chávez con EE UU nunca fue del todo buena, a pesar de la importancia que tiene la exportación del petróleo para la economía venezolana y de que todavía la principal cadena de estaciones de servicio en el país del norte, la Citgo, sigue estando en manos de la petrolera PDVSA.
Con Obama las cosas no podían cambiar, porque los mismos arquitectos de la imagen nefasta de Chávez son los que pintaron al demócrata como un filosocialista y lo acusan de haber querido parecerse al bolivariano. Baste observar lo que los republicanos, los mismos que bloquean su presidencia en el Capitolio, dijeron del fallecido presidente de Venezuela.
El titular de la comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, el representante por California Ed Rolyce, escribió en un comunicado que "Chávez fue un tirano que forzó a su pueblo a vivir con miedo. Su muerte merma la alianza de líderes izquierdistas anti EE UU en Sudamérica. ¡Qué alivio!"
La republicana por Florida Ileana Ros-Lehtinen no se quedó muy atrás, y en otro comunicado anotó que la muerte "del dictador venezolano" es una "una oportunidad" para que Venezuela recupere "la democracia y los valores humanos" y celebró "el fin de su tiranía".
Al sur del continente circuló en la web un texto de Victor Hugo Lettieri que vale la pena reproducir. "No hizo ninguna guerra, no invadió ningún país, no tiró ninguna bomba nuclear, no tuvo ningún Guantánamo, no robó ningún recurso natural, no cerró las fronteras, no le impuso ningún bloqueo comercial a otro país, no cerró el Congreso, ni prohibió a los partidos opositores, no secuestró, ni torturó, ni asesinó, ni se apropió de los hijos de sus enemigos, no fusiló a quienes le hicieron el golpe de Estado de 2002, ni clausuró Globovisión, el principal canal opositor que alentó el golpe. Pero cometió el imperdonable pecado de quitarle el manejo del petróleo a EE UU, redistribuir el ingreso con los sectores más pobres, darles educación, salud, trabajo, vivienda y la osadía de ganar 14 elecciones libres, democráticas y sin fraude. Esto lo convierte en un temible dictador."
Para demostrar que aquí también se cuecen habas, tal vez un artículo de Emilio Cárdenas haya sido el que más virulencia destiló en estos lares. Nacido Emilio Jorge Cárdenas Ezcurra, emparentado con la familia de la esposa de otro "dictador", Juan Manuel Rosas, y educado en el Colegio Marista de Champagnat, el hombre es un liberal a la manera argentina. Esto es, privatista a ultranza y defensor de un concepto de democracia que abomina de todo populista bien nacido, incluso a su lejano pariente estanciero. Simpatizante por lo tanto de regímenes que no dudaron en fusilar o desaparecer personas en distintas épocas de nuestra historia sin ir más lejos.
Algo más acá en el tiempo, Cárdenas fue socio del estudio letrado de Juan Carlos Cassagne, quien asesoró a Roberto Dromi en las privatizaciones. También tildó de cleptocracia (gobierno de ladrones) a la administración de Carlos Menem. Pero no dudó en aceptar el cargo de embajador permanente de Argentina en la ONU, entre 1992 y 1996. Y se presenta con ese "ex" cargo como el principal mérito en su carrera, que incluye asesorías y representaciones de entidades financieras internacionales.
Sobre Chávez escribió una columna en el diario La Nación bajo el título de "Un líder de mil perfiles". Una pincelada acerca de esos mil perfiles según Cárdenas: "Hay ciertamente muy distintas formas de recordarlo. Como déspota revolucionario; populista pragmático; obsesivo del poder, con una sed que sólo apagara la muerte; caudillo autoritario; encantador de serpientes; generador genial de esperanzas; revanchista insaciable (…) Con un discurso irrespetuoso, agresivo, descalificador e intolerante a la vez, dividió a su pueblo y a la región toda, como nunca hasta ahora (….) concentró todo el poder institucional en sus manos y sometió a la justicia; restringió la libertad de expresión e información, y renunció a la protección de los derechos humanos y de las libertades individuales que contiene el Pacto de San José de Costa Rica, lo que –a nivel regional, por cierto– no es muy diferente a darle la espalda impunemente a la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos (…) Dejó al irse un legado que, para algunos, puede resultar atractivo y que para otros es tan sólo una expresión de su vértigo por la omnipotencia con el perfil típico de los dictadores".
Unas palabras de Eduardo Galeano, el autor de Las venas abiertas…, también son furor en la web. "Es un curioso dictador (Chávez). Ganó ocho elecciones en cinco años. Y ahora, recientemente, se sometió a un referéndum en el que preguntaba a los venezolanos si querían el modelo de Estado que él proponía. (…) Y ganó con el 60%. Uno enciende la televisión venezolana y lo primero que ve es a miles de ''periodistas'' diciendo que en Venezuela no hay libertad de expresión. Uno enciende la radio venezolana y hay miles de ''periodistas'', analistas, opositores de Chávez, diciendo que allí no hay libertad de expresión. Y uno abre el diario venezolano y hay un título enorme que dice: Aquí no hay libertad de expresión (…) Extraña dictadura y extraños demócratas".
Qué no daría Obama por atreverse a encerrar a republicanos y demócratas en una habitación sólo para que pensaran en las consecuencias que los recortes presupuestarios tendrán para la vida de millones de personas en Estados Unidos.

Tiempo Argentino
Marzo 8 de 2013

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