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Historias de giles, cabreros y especuladores

Perder, para el argentino común (más bien el porteño clásico) es un agravio. No por una cuestión material, sino por orgullo o vanidad personal, es el amor propio lo que está en juego. La avivada, en cambio, es una forma de defensa frente a un sistema que lo oprime y que, históricamente –lo lleva en los genes– "llevó al tacho" a millones de personas. Si no se lo contó el abuelo, el padre, el tío, esas cosas se aprenden en la calle. "Cocodrilo que se duerme es cartera", decía Maradona. "Si los giles se avivan se te ponen en contra", creía Gardel.
Por eso esa clase de argentinos está convencida de que lo fundamental es cuidarse las partes traseras, no dejar que la jodan. Pero le falta el contexto. Qué pasaba en el mundo cuando eso que cuentan padres y abuelos sucedía. Cuando la caída de Perón, el Rodrigazo, la dictadura de Videla, el golpe contra Alfonsín o la Convertibilidad. Es peligrosa la tendencia a creer que lo que sucede en la Argentina ocurre sólo por culpa de los argentinos, que el resto del mundo no influye, o que tiene una importancia secundaria.
De esta falacia se desprende que si a uno le va bien es sólo por sus virtudes y esfuerzo, olvidando el marco en que las leyes políticas y económicas se inscriben. Para que el comerciante sea exitoso necesita, sí, de su esfuerzo y capacidad. Pero también de que haya pavimento en la calle donde puso el negocio, conexiones de agua, luz, gas, teléfono. Sí, las pagó, pero no siempre en forma directa. En el país, la gran mayoría de las veces lo hizo mediante impuestos, o sea, por una decisión política llevada a cabo con dineros de la sociedad. Por sobre todas las cosas, ese comerciante necesitó –algo muy patente en estos años– que el gobierno le pusiera unos pesos en el bolsillo a sus clientes, porque de otro modo toda la capacidad del comerciante en cuestión iría "al tacho".
¿Cuál es el contexto económico actual en el mundo? Que para eso sirve mirar del otro lado de las fronteras. Hay una gran incertidumbre y movimientos especulativos que apuntan sobre todo a países emergentes por la fuga de capitales luego de la decisión de la FED de bajar los estímulos monetarios. Esa corrida se ensaña con los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) Pero también sobre Turquía, Grecia (que estaría a punto de recibir otra "ayuda" de la UE para pagar deudas). Y fundamentalmente Venezuela y la Argentina.
En todos los casos las diferencias de sistemas políticos y realidades económicas son notables. Incluso se pueden computar diversos errores de gestión según el país. Pero el denominador común es que ante una suerte de río revuelto, aparecen pirañas –o tiburones– que acuden ante el olor de la sangre y hacen de las suyas. Especuladores, se los llama. La especulación, en filosofía, es el análisis de una cuestión concreta mediante un ejercicio del pensamiento. La palabra viene del latín speculum, espejo. Un sinónimo es reflexión, por lo que ese espejo refleja. En economía, y en lenguaje callejero, es la actitud de un individuo que analiza la forma de ganar dinero sin trabajar en ninguna ocupación física.
Hay por estos días no pocos economistas que pululan en los medios concentrados con un discurso sólido y cautivante para grandes sectores de la población. Si un espectador poco avisado los escucha, parecen tener las cosas clarísimas y no se entiende cómo no los llaman para que solucionen los problemas. Otra vez, el contexto puede dar respuesta a ese cándido espectador, y en el caso de los "sabihondos", con sólo revisar la historia de los ex ministros o efímeros presidentes den banco central se puede comprobar su pasado de insolvencia.
Un filósofo super liberal, Karl Popper, famoso por su defensa de lo que llamó la "sociedad abierta" –o sea que estaba contra todo lo que oliera a populismo– es a la vez uno de los epistemólogos más influyentes. La base de su pensamiento es que toda teoría científica debe ser refutada antes de ser aceptada. Eso que llama falsabilidad es la necesidad de contrastar continuamente una teoría mediante un contraejemplo. Mientras la teoría "resista", queda corroborada. Si el resultado es negativo, algo anda mal y debe ser cambiada.
Uno de los seguidores más afamados para el gran público, curiosamente, es un inversor de origen húngaro, George Soros, que se hizo famoso por haber ganado más de 1000 millones de dólares en pocas horas apostando contra la libra esterlina en 1992. Si alguien sabe de especulaciones –en los dos sentidos del término– es precisamente Soros, que tras esa operación que recibió muchas críticas desde el punto de vista moral, puso mucho dinero en obras de caridad y en la difusión del ideario liberal.
Como seguidor que era de Popper, había apoyado en los 80 al sindicato polaco Solidaridad, uno de los pilares en la lucha contra el comunismo, que aceleró la caída de la Unión Soviética. Ahora, defendiendo siempre los mismos principios, se dice que colabora con la oposición.
Soros –justo es decir que predijo la crisis financiera con suficiente anticipación– suele explayarse en cuestiones teóricas en su web, . Allí desgrana reflexiones filosóficas en torno de la idea de verdad. Su postura, derivada de Popper, habla de "falacias fértiles". Que son, según su definición, esas creencias falsas que sin embargo están aceptadas por la mayoría de la sociedad y de las cuales sacan inicialmente algún beneficio. También se refiere al principio de incertidumbre como la única constante en la economía. Más bien, cuestiona el pensamiento rígido de algunas de las escuelas económicas. "Los economistas en particular –dice Soros– sufren lo que Sigmund Freud llamaría envidia a la Física." Esto es, el deseo de que la economía dé respuesta tan certeramente como la física a los interrogantes del género humano. Algo que falla por los cuatro costados. Porque, reconoce el especulador, la teoría económica "tomó su punto de partida con la premisa del conocimiento perfecto, y cuando dicha premisa se tornó insostenible, incorporó contorsiones crecientes para mantener la ficción del comportamiento racional. La economía (…) mantiene que hay un único punto óptimo de visión del futuro… y eventualmente todos los participantes en el mercado convergerán en torno a dicha visión. Este postulado es absurdo, pero es necesario para permitir a la teoría económica construir su modelo en base a la Física newtoniana."
"En los asuntos humanos [incluyendo aquí las ciencias sociales como la economía] –agrega Soros– el pensamiento es parte del asunto en estudio, y sirve tanto a la función cognitiva como a la manipuladora. Las dos funciones pueden interferir con la otra…" Lo que implica que si uno pretende hacer un estudio serio de lo que ocurre en el plano económico, debe tomar en cuenta que la propia intervención del analista modifica la realidad a estudiar. Algunos puede ser que ignoren esta realidad. La mayoría de los carnívoros, se sabe, opera con decidido ánimo manipulador.
Hay un viejo tango, del año '37 (plena Década Infame) de Francisco Gorrindo con música de Roberto Grela. "Las cuarenta", se llama, y refleja el desconsuelo del hombre común frente a un contexto signado por la avaricia y el individualismo. Uno de sus versos más conocidos dice así:
Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran / y, si la murga se ríe, hay que saberse reír; / no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive! / ¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!
La frase "cantar las cuarenta" viene de uno de los juegos de barajas más populares en el Río de la Plata y también España, el tute. Es cuando un jugador logra juntar las tres figuras, el caballo, la sota y el rey, del palo de triunfos. En la Argentina suele jugarse la versión "tute cabrero", en la que gana el que acumula más puntos, pero también el que acumula menos. El que pierde es el que queda en el medio. De allí viene otra frase, "ir a más" o "ir a menos". Jugarse a acumular o a descartarse lo más posible. Tito Cossa escribió una obra imperdible alrededor de esta idea, que se llama, obviamente, Tute Cabrero, llevada al cine en 1968 con Luis Brandoni, Pepe Soriano, Juan Carlos Gené y Hugo Midón, dirigidos por Juan José Jusid.
¿De dónde vendrá la palabra gil? Se supone que del caló (gitano) y significa inocente, cándido. Ante la remarcación de precios, el gobierno de Nicolás Maduro estableció una ley que fija una ganancia máxima del 30 por ciento. Pero muchos empresarios y comerciantes, nucleados en la federación que en 2002 dio el golpe contra Hugo Chávez, se quejan de la intromisión del Estado y protestan que es una medida arbitraria.
En la Argentina, hubo una fiebre remarcadora tras la devaluación del peso. Aparecieron, sí, ciudadanos como Gabriel Barrios, un comerciante de Neuquén Capital que se manifestó contra los aumentos abusivos de las distribuidoras y promueve una movida para no convalidar excesos. Seguramente hay otros ciudadanos que no aceptan que los pescadores se hagan su negocio a costa del bolsillo de los que menos tienen. Pero se desgarran en contradicciones. ¿Cuántos serán los que no quieren ni oír hablar de la presidenta pero saben que por el camino que indican los especuladores se vuelve a los peores momentos del país? Hay una enorme cantidad que creen que su buen pasar de la década es un premio exclusivo a su voluntad y destreza, que poco y nada le debe a las políticas oficiales. ¿Pero cuántos serán los que sólo tienen vergüenza en aceptar el mensaje de las autoridades para que no los bauticen "giles"? ¿Cuántos serán los que no quieren quedarse en el medio, como en el tute? .


Tiempo Argentino
Febrero 7 de 2014

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