Russell Brand es conocido como humorista, actor, presentador televisivo y
comediante. Muchos de sus comentarios de actualidad suelen viralizarse a
través de Youtube. En uno de los últimos, con la cama de su habitación
como fondo, desmenuza el informe del Senado de Estados Unidos sobre el
uso de la tortura en la CIA. "De acuerdo con Amnesty International,
programas de televisión como 24, creado por Fox, en el cual un par de
tipos neoconservadores le dan glamour y justifican la idea de la
tortura, ayudan a aceptar que esto es un aspecto normal del espionaje
internacional".
Los datos más oscuros del informe que presentó la senadora demócrata
Dianne Feinstein ya circulaban hace un tiempo. Y desde 2001, se conocían
a través de la prensa alternativa, pero fueron invisibilizados por los
grandes medios, que los tildaron de teorías conspirativas. Barack Obama
ya había denunciado las prácticas de tortura. Pero el informe del Senado
le da una sustancia que no tenían las palabras del presidente porque
surge luego de cinco años de investigación y ocupan más de 6000 páginas
con pruebas documentales y evidencias incontrastables. ¿Por qué se hizo
el anuncio ahora? Era el Día de los Derechos Humanos y el quinto
aniversario de la entrega del Nobel de la Paz a Obama. Además, en pocos
días los republicanos recuperan el senado, lo que significa que lo
hubieran cajoneado sin el menor reparo.
Los detalles más amarillos se difundieron masivamente. También se
resaltó que esas prácticas no aportaron información eficaz ni sobre
golpes de Al Qaeda ni sobre ningún otro tema sensible para la seguridad
del país. "La información más precisa sobre Abu Ahmad al-Kuwaiti, el
'facilitador' cuya identificación y seguimiento condujo a hallar el
refugio de Osama bin Laden y a la operación que resultó en la muerte de
Osama, fue obtenida de un detenido de la CIA que aún no había sido
sometido a las 'técnicas de interrogatorio mejorado' (Enhanced
Interrogation Program)de la CIA; mientras que los detenidos (que sí
habían sido sometidos a esos métodos) retuvieron y fabricaron
información sobre Abu Ahmad al-Kuwaiti", dicen los senadores .
Pero hay otros detalles que quedaron en el tintero. Es el caso de los
personajes que desarrollaron esas técnicas criminales y andan por el
mundo sin muestras de sonrojo. Uno de ellos es un puertorriqueño que
trabajó 31 años en la CIA –tuvo un cargo en la embajada de EE UU en
Buenos Aires en tiempos de "relaciones carnales"–. Los otros son dos
psicólogos que formaron una proveedora del Pentágono en esos menesteres y
que si bien no llegaron a cobrar el total pactado de 180 millones de
dólares, alcanzaron a llevarse 81 millones de indemnización por los
"trabajitos" que hicieron hasta 2007, dos años antes de terminar el
contrato. La CIA puso un millón más para protegerlos judicialmente.
El "hispano" José A Rodríguez, nacido en Puerto Rico hace 66 años, es un
ejemplo de cómo actúa el organismo y quienes hacen el trabajo sucio.
Con un bigotazo modelo galán mexicano de los '50, Rodríguez tuvo su
primer affaire en la década del '80, en el escándalo Irán- Contras; la
venta de armas al régimen iraní en tiempos de Ronald Reagan para
financiar a las milicias que luchaban contra la revolución sandinista.
Del '94 al '96 anduvo por Buenos Aires –tras un paso por Panamá,
Dominicana, Perú y México-, y en el 2004 llegó a la cima en la división
Operaciones Clandestinas de la CIA.
Un año más tarde se encargó de destruir grabaciones de interrogatorios a
detenidos en cárceles de varios países donde la CIA alojaba
sospechosos. El Senado pidió entonces una investigación, pero el jefe de
Rodríguez dijo que la información contenida en los cassettes no era
relevante, que incluso podría comprometer a los interrogadores, un
argumento que defensores de presos en Guantánamo, por ejemplo,
desmintieron fervorosamente. Para ellos eran evidencias que ya no
podrían utilizarse en ningún juzgado.
Para 2007, el puertorriqueño anunciaba su retiro de la organización.
Como tenía tanto para dar aún, pasó a la actividad privada como asesor
en Blackwater, entonces la mayor contratista de mercenarios del planeta.
También encontró empleo en la National Interest Security Company de
Fairfax, Virginia, luego adquirida por el gigante IBM. En 2012 cerraría
el círculo con un libro, Hard Measures: How Aggressive CIA Actions After
9/11 Saved American Lives (Medidas duras: qué tan agresivas fueron las
acciones que salvaron la vida de los estadounidenses después del 9/11).
Allí fundamenta la tortura como elemento de investigación válido y
aceptable.
James Elmer Mitchell y Bruce Jessen son dos psicólogos que formaron
parte de las fuerzas armadas estadounidenses. Luego armaron Mitchell
Jessen & Associates, un emprendimiento para enseñar a la CIA
novedosas formas de obtener información mediante métodos que llevan a la
mayor degradación humana. Tanto para la víctima como para el
victimario, como se pudo observar con el tiempo.
Mitchell tiene más exposición mediática que su socio y en una entrevista
con VICE News, un medio vinculado a la cadena FOX, no tuvo empacho en
mostrar sus habilidades como navegante a través del río Myakka, cerca de
Tampa, Florida, donde tiene una mansión con amarradero propio. Allí
recibió al periodista Kaj Larsen para un especial "El arquitecto del
programa de interrogatorios de la CIA".
Mitchell fue experto en explosivos y no es un secreto que fue muy ducho
en el programa SERE (Survival, Evasion, Resistance, and Escape) para
endurecer cuerpos y espíritus ante la tortura. Era un modelo para
entrenar a los soldados estadounidenses en resistir las formas más
violentas de castigo, lo que implica someterse a las más bárbaras
vejaciones, aceptadas por el bien de la patria, para recibir la
ciudadanía en el caso de inmigrantes o simplemente por dinero. De paso,
ese entrenamiento lleva conocer los puntos débiles de un potencial
enemigo.
Mitchell aparece en el video como un señor que representa los 64 años
que tiene, pero con fuerte espíritu deportivo. Una especie de tío piola
que dirige su kayak entre los cocodrilos y muestra algunos trofeos en
una casa como las típicas de una isla del Tigre bonaerense. Con una
cuidada barba blanca, se parece al Donald Sutherland que compartía
secretos militares con el fiscal Garrison (Kevin Costner) en la película
JFK. Pero no se le suelta la lengua. Dice que no tiene permitido
hablar,que no confirma no rechaza su participación en el método aunque
si, cree que la tortura es una forma de obtener información valiosa.
En los informas de la CIA, Mitchell es Grayson Swigert y su socio
Hammond Dunbar. Podrían haber quedado ocultos tras esos sobrenombres,
pero alguien reveló a la prensa su identidad. Esto fue hace tiempo, y en
2008 los colegios de psicólogos estadounidenses se plantearon si era
ético o no participar en esos programas represivos. Finalmente ninguno
de los dos "arquitectos" perdieron su licencia, aunque tampoco se sabe
que atiendan a pacientes particulares.
Muchos de los datos sobre lo que sucede en las cámaras de tortura son
atribuidos a las filtraciones de alguien que participó en algunas de
esas sesiones y no resistió las consecuencias éticas. Estuvo, como
Mitchell, frente al prisionero Abu Zubaydah, un militante de Al Qaeda.
El caso Zubaydah es clave en el informe del Senado. El hombre fue
encadenado a una silla semanas enteras y lo dejaron en una caja del
tamaño de un ataúd durante horas. Lo tuvieron once días sin dormir y
quedó reducido a un ser balbuceante sin el menor raciocinio.
Fue tal vez el que más veces pasó por el waterboarding (submarino), el
método preferido de Mitchell. Los investigadores afirman que Zubaydah no
dijo nada que valiera la pena. Rodríguez, de todas maneras, se sinceró a
CBS: "Hicimos a algunos terroristas de Al Qaeda con sangre
estadounidense en sus manos sentirse incómodos por unos días. Estoy
seguro de que lo que hicimos ayudó a salvar vidas."
Ninguno de estos personajes enfrenta riesgos judiciales. Distinto es el
horizonte de John Kiriakou, un ex analista de la CIA que siendo jefe de
Contraterrorismo en Pakistán lideró la captura de Zubaydah en 2002. En
2007, Kiriakou confirmó a un periodista de ABC que la CIA aplicaba
métodos de tortura para obtener información. Lo procesaron por violar la
Ley de Espionaje, como sucedió con Edward Snowden o el soldado Manning.
En enero del año pasado, Kiriakou fue condenado a 30 meses de prisión.
Todavía tiene para seis meses y medio más.
En estos días un grupo de presos de Guantánamo llegó a Montevideo, que
les dio refugio luego de años de prisión, tortura y vacío legal. "Si no
hubiera sido por Uruguay, hoy aún estaría en ese agujero negro en Cuba",
declaró Omar Mahmud Faraj, uno de los seis.
En coincidencia, Dilma Rousseff presentó en Brasil el informe de la
Comisión de la Verdad sobre crímenes de la dictadura, entre 1964 y 1985.
La ley de Amnistía impide juzgar a los culpables de cientos de muertes y
vejámenes. El general del ejército Nilton Cerqueira, uno responsable de
aquellos delitos, se quejó de lo que considera una injusticia: "¿Yo,
que cumplí la ley, soy el que violó Derechos Humanos? ¿Y los
terroristas? ¿Y la terrorista que hoy preside el país?"
Tiempo Argentino
Diciembre 12 de 2014
Ilustró Sócrates
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