En un final de año signado en buena medida por la política
internacional, la presidenta Cristina Fernández participó de reuniones
del más alto nivel en América Latina. Todas ellas marcadas a fuego por
una suerte de renacimiento de la integración regional luego de largos
meses de demoras y, en algunos casos, de desencuentros. Quizás la cumbre
que más huella deje sea la de presidentes de la Unión Suramericana de
Naciones (UNASUR), celebrada en Ecuador.
Porque allí se inauguró la sede del organismo en la Mitad del Mundo, el
mojón a 14 kilómetros de la ciudad de Quito por donde pasa la
coordenada ecuatoriana del planeta y que simbólicamente pretende
erigirse en el centro de un nuevo ordenamiento global nacido de estas
latitudes. Simbólico porque el soberbio edificio concebido por el
arquitecto Diego Guayasamín –sobrino de Oswaldo, el artista plástico
fallecido en 1999– ostenta en su entrada una estatua de Néstor Kirchner y
lleva el nombre del ex presidente argentino, quien fue el primer
secretario general de UNASUR. Es bueno recordar que la organización,
nacida al calor del empuje del venezolano Hugo Chávez, fue constituida
en 2008 en Brasilia, cuando Lula da Silva era presidente, pero tenía
como disposición primordial que no se pudiera establecer orgánicamente
hasta que no fuera aprobada por 9 de los países a través de sus
parlamentos. Un objetivo que recién se cumplió en 2011. Sin embargo, ya
había sido fundamental para frenar el intento golpista en Bolivia en
2008, y luego, con Kirchner en la secretaría, el conato policial contra
Rafael Correa en setiembre de 2010. Incluso antes de eso había fijado
una firme posición a favor de la democracia cuando ocurrió el
derrocamiento de Manuel Zelaya en El Salvador en 2009.
En ese marco, y con el telón del fondo del recuerdo de las dictaduras
que asolaron la región a lo largo de su vida independiente, la
presidenta argentina Cristina Fernández señaló al inaugurar la sede que
«este edificio representa algo más que la UNASUR, representa la historia
sufriente de nuestros pueblos desde la misma fundación hace ya 200 años
y de esta segunda batalla que estamos dando en este siglo XXI, que es
la reindependencia económica y la reconstrucción cultural de nuestras
naciones». El homenaje a Kirchner en ese emblemático lugar es también un
recuerdo al líder bolivariano Hugo Chávez. Porque la empatía entre
ambos dirigentes luego de la cumbre de Mar del Plata de 2005, cuando se
terminó con la propuesta estadounidense del ALCA, encontró en UNASUR un
cauce para desarrollar estrategias de integración más allá de lo
simplemente declarativo. Este organismo, comunión de 12 naciones, fue
desde su origen el resultado del esfuerzo de gobernantes que intentaban
sobrepasar diferencias ideológicas y económicas con tal de acercar
intereses comunes en el entendimiento de que solo la unidad podía
cambiar el futuro de estas 400 millones de almas esparcidas a lo largo
de más de 17 millones de kilómetros cuadrados de superficie. Seres que
además hablan idiomas tan cercanos como el portugués y el castellano y
tienen un origen íntimo, más allá de desavenencias e incluso batallas
puntuales.
La entidad, sin embargo, desde las muertes de Kirchner y de Chávez
pareció entrar en un cono de sombras. Costaba encontrar un reemplazo que
motorizara al resto de los jugadores regionales y ni la colombiana Emma
Mejía ni el venezolano Alí Rodríguez tuvieron ocasión de poder
desplegar su voluntad integradora.
Recién en agosto pasado hubo consenso como para nombrar a Ernesto
Samper, un ex presidente colombiano que desde ese momento se puso manos a
la obra para el relanzamiento, que comenzó formalmente mucho antes de
la inauguración de su oficina en el centro del mundo.
El propio Rafael Correa expresó su preocupación por el letargo en que
había caído la integración. «En la demora está el peligro, nos hemos
demorado mucho», advirtió. «Separados, será el capital trasnacional
quien nos imponga las condiciones», agregó. El mandatario ecuatoriano
adjudicó los retrasos en la integración a las muertes de Kirchner y
Chávez, pero también dijo: «Además, sabemos que fuerzas intra y extra
regionales no quieren la integración». La presencia de todos los
presidentes del espacio en al menos una de las dos jornadas que se
llevaron a cabo en Ecuador revela que, con todas las diferencias que
pueden existir, la voluntad integradora subsiste y deberá ponerse de
relieve para avanzar en la institucionalización de las distintas
iniciativas.
Ciudadanos
El corolario de la VIII Cumbre Presidencial de UNASUR fue una
declaración en la que se establece que la región debe ser una zona de
paz, democracia y respeto de los derechos humanos. La presidenta
argentina destacó que América del Sur ha podido «superar difíciles
momentos en la unidad, en la discusión y la diversidad; los cimientos de
este edificio (por el de UNASUR) no solo son sólidos por el hormigón,
el cemento y los ladrillos, sino porque están construidos desde la
historia, la convicción de paz y la unidad».
De allí que la voluntad final de este encuentro presidencial tienda a
consolidar la integración tanto en lo económico como en lo social. A eso
apunta el objetivo de fomentar una ciudadanía suramericana y la
creación de un pasaporte de UNASUR. De este modo no solamente se podrá
circular y trabajar libremente entre los países que integran el bloque
sino que también será una carta de presentación ante los otros países o
instituciones regionales como la Unión Europea. También se establecieron
miras más precisas en torno de la puesta en marcha del Banco del Sur,
otra de las ideas que alumbró Chávez y que recibió el respaldo de la
Argentina desde el primer momento. Una vez concretada una institución
bancaria continental para respaldar a los distintos gobiernos y para
garantizar la viabilidad de los proyectos de integración física entre
los países a través de líneas férreas y carreteras, la otra etapa pasa
por contar una moneda común. La experiencia del euro no parece adecuada
para tomar como fuente de inspiración, pero en cambio, los países del
ALBA utilizan una moneda virtual que obedece a la inventiva de Chávez y
de Correa. Se trata del Sucre, que utiliza el nombre de aquel mariscal
que comandó las tropas de varias naciones suramericanas en la última
batalla por la independencia, en Ayacucho, hace exactamente 190 años, el
9 de diciembre de 1824.
Sucre también era el nombre de la vieja moneda ecuatoriana desaparecida
cuando en 2000 el gobierno neoliberal de Jamil Mahuad –asesorado por el
ex ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo– decidió imponer el
dólar como una forma de reacomodar la economía del país haciendo
desaparecer la divisa local. La idea de Correa, economista él, fue crear
una moneda virtual que pudiera usarse en el comercio zonal en lugar del
dólar o el euro. De allí que SUCRE ahora signifique Sistema Unitario
de Compensación Regional. Por vía electrónica los países que la integran
(Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Antigua y Barbuda, San Vicente, Cuba,
Bolivia y Uruguay) cada 6 meses compensan el intercambio realizado de
cada nación en dinero local. La diferencia se hace en los valores que se
acuerden, con lo cual el recurso a la moneda fuerte se reduce al mínimo
y tiende a que su reemplazo sea total.
Parlasur a la vista
Este fin de año movido para la región culmina con una nueva cumbre de
presidentes del MERCOSUR, esta vez en Paraná, la capital de Entre Ríos.
Será una buena ocasión para que el gobernador Sergio Uribarri se
muestre a nivel continental. El entrerriano avisó hace tiempo que se
anota para las presidenciales de 2015 y este puede ser un estreno
inigualable en un aspecto que comparte con los candidatos del
oficialismo, como es el rol que se le asigna a la integración regional y
sobre todo dentro del organismo que Argentina integra con Brasil,
Uruguay, Paraguay y Venezuela.
Semanas antes del encuentro se abrió un nuevo debate a partir de la
iniciativa oficial de poner en marcha la elección de diputados para el
Parlamento del Mercosur (PARLASUR) en 2015. Creado mediante un
protocolo en Ouro Preto en 2004, el PARLASUR comenzó a funcionar en mayo
de 2007. El proyecto original consistía en que desde 2011 los
legisladores fuesen elegidos por el voto directo de los ciudadanos. Más
aún, los países consensuaron que desde este año los parlamentarios sean
elegidos en elecciones simultáneas con las presidenciales. Por ahora el
único país que cumplió fue Paraguay.
La polémica surgió cuando en el Congreso local se debatió la ley
respectiva, para que en las elecciones del año próximo se elijan
diputados al PARLASUR. La oposición puso el grito en el cielo por lo que
consideró un despropósito dotar de inmunidad legislativa a los
representantes argentinos que resulten electos. El argumento era que esa
ley solo busca darle fueros a Cristina Fernández, que según esta
versión de los hechos se presentaría a elecciones solo para esquivar las
acusaciones que rondan los tribunales. Desde el oficialismo, pero
también desde sectores radicales encolumnados detrás de Leopoldo
Moureau, por ejemplo, salieron al cruce de lo que consideraron una
maniobra para desmerecer el rol del MERCOSUR, en consonancia con lo que
las derechas regionales plantearon en los recientes comicios de Brasil y
Uruguay.
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