Son horas cruciales para la estabilidad europea. Así lo entienden todos
los que se reúnen en Bruselas para tratar la situación griega. Las
estrellas de la hora no son la canciller alemana Angela Merkel o el
francés François Hollande, como lo fueron hace una semana en Minsk para
negociar por la crisis ucraniana, ni el nuevo premier griego Alexis
Tsipras. Los verdaderos protagonistas son los ministros de Finanzas
alemán y griego, Wolfgang Schäuble y Yanis Varoufakis. Dos colosos y dos
concepciones del mundo que se enfrentan en torno de un verdadero
entuerto. Tras el ultimátum para que Atenas acepte hoy las condiciones
de Berlín, el 28 de febrero vence el actual "plan de rescate" y los
bancos helenos, entonces sí, se quedarán sin fondos.
El gobierno surgido de las elecciones del 25 de enero –el primero que
puede garantizar gobernabilidad en más de un lustro por el peso que ganó
en las urnas– quiere extender un préstamo puente por seis meses y
mientras tanto acordar pautas para reestructurar una deuda que es a
todas luces impagable, pero sin profundizar medidas de ajuste que
llevaron a la pobreza extrema a millones de griegos. Alemania ya se
apresuró a rechazar la propuesta. "Si hay crédito hay ajuste, si no hay
ajuste no hay crédito", adelantaron voceros del Ministerio de Finanzas
germano.
Si en un interrogatorio judicial se puede decir que hay uno que hace de
policía bueno y otro de policía malo, Wolfgang Schäuble, el titular de
esa cartera, es un señor que ejerce como policía peor. Este abogado de
72 años recibido en la Universidad de Friburgo y de profunda fe luterana
es el mismo que el lunes, cuando las negociaciones se mostraban ya
bastante duras entre la UE y el gobierno de Syriza, no tuvo empacho en
decir "lo siento por los griegos. Votaron a un gobierno que por el
momento se comporta de un modo bastante irresponsable." Pero fue más
drástico. Dijo que si no hay acuerdo el sábado 28, "a las 24 horas se
acabó". Una amenaza que hasta podría considerarse mafiosa.
Para el eximio dirigente del CDU (la Unión Demócrata Cristiana en sus
siglas alemanas), el partido de la canciller Merkel, "estos programas de
rescate han funcionado", por lo tanto no hay nada que discutir con los
helenos. El hombre habló en Berlín secundado por su par portuguesa,
Maria Luís Albuquerque, quien tampoco tuvo dudas sobre los beneficios
que aportó el durísimo plan de recortes a la economía lusa desde que
estalló la crisis. "No se han solucionado todos los problemas, pero se
han mejorado las finanzas públicas y la economía se ha recuperado: las
reformas traen sus frutos y se ha conseguido volver a los mercados",
sentenció la mujer.
Schäuble es en cierto modo el paradigma de conservador de los tiempos
modernos. Cada vez más convencido de que el terrorismo y la criminalidad
son el principal problema a resolver en las sociedades más avanzadas
del mundo, no tiene empacho de apoyar el empleo de las Fuerzas Armadas y
la utilización de información obtenida mediante la tortura para
combatir esos males. Es partidario incluso de la ejecución selectiva de
terroristas y de mantener a los sospechosos detenidos en la mayor
incomunicación con el exterior. En 1990 sufrió un atentado que lo dejó
en silla de ruedas. Se dijo que había sido un individuo con problemas
psíquicos, pero para muchos no había dudas de que era un terrorista.
Ministro de Asuntos Especiales y jefe de la Cancillería cuando gobernaba
Helmut Kohl, Schäuble aspiraba a liderar la nación a fines del siglo
pasado cuando estalló el escándalo de la financiación irregular del CDU.
Para colmo, entre los donantes ilegales había un traficante de armas
con el que tuvo que reconocer que se había reunido. El caso le estalló
en las manos al propio Kohl, que junto con Schäuble terminaron
fuertemente salpicados por el caso. Fue cuando la incipiente Merkel
filtró a la prensa su disgusto y reclamó un paso al costado de la
dirigencia partidaria. "Estamos ante una nueva era", dijo la científica,
que no tardaría mucho en convertirse en la nueva líder de la Alemania
impetuosa del nuevo siglo.
El "escándalo Kohl", como se lo conoció, terminó de manera trágica el 20
de enero de 2000, cuando el tesorero de la coalición entre la CDU y la
Unión Social Cristiana (CSU CDU), Wolfgang Huellen, apareció ahorcado en
su vivienda de Lichterfelde-Stegliz, al sudoeste de Berlín. El caso fue
caratulado como suicidio.
Con el tiempo, y por eso de que ciertas cosas pronto se olvidan,
Schäuble volvería a brillar en el firmamento germano y a la gestión
pública, y en 2012 recibiría el Premio Carlomagno, por su contribución a
la integración europea. Schäuble es el mismo que, consultado sobre la
pelea de Argentina con los fondos buitre, consideró que nuestro país es
"un ejemplo de falta de solidez" y que la culpa por la situación no es
de los especuladores sino de los argentinos, acostumbrados a gastar
"durante años más de lo que ingresa".
La historia de su colega griego es bastante diferente. Yanis Varoufakis,
a punto de cumplir los 54 años, es un economista y docente con
formación en estadística doctorado en la muy británica Universidad de
Essex. Especializado luego en Cambridge y profesor por once años en la
Universidad de Sidney, allí recibió la ciudadanía australiana. De vuelta
en Grecia en 2000, fue docente por casi una década en la Universidad de
Atenas. Participó como asesor en el gabinete del socialista George
Papandreu pero se alejó cuando el gobierno comenzó a aplicar recetas
neoliberales para combatir la crisis. Con un muy buen inglés y un tono
amable que los británicos mucho valoran, Varoufakis se hizo habitual
analista para la BBC, la CNN, Sky News, Bloomberg y Russia Today.
También escribe artículos de opinión. Pero lo que causó más impacto en
el mundo académico es su libro El minotauro global.
En ese texto, Varoufakis toma la figura del monstruo con cuerpo humano y
cabeza de toro que, encerrado en su laberinto, se alimentaba de hombres
y mujeres, para explicar el papel de la economía de Estados Unidos para
el resto del mundo desde 1970. Comenta Varoufakis que desde esa época,
cuando el gobierno de Richard Nixon puso fin a la convertibilidad del
dólar con el oro, Estados Unidos comenzó a recibir productos
industriales de todo el mundo, principalmente Alemania, Japón y luego
China. Lo que generó desde entonces enormes déficits fiscales. Que se
financian con flujos de capital hacia Wall Street para dar crédito a los
consumidores estadounidenses, invertir en las grandes corporaciones y
fundamentalmente comprar bonos del Tesoro.
Esto que Varoufakis explica como "Mecanismo de Reciclaje del Excedente
Global" es lo que llama Minotauro Global. Estados Unidos es una
aspiradora planetaria que se devora todo pero que técnicamente, dice,
quebró cuando la pirámide de dinero construido en Wall Street se vino
abajo "convirtiéndose en ceniza".
En un encuentro de Schäuble con Varoufakis, el alemán –al que se intuye
poco propenso al diálogo con un izquierdista– le recordó al griego un
verso de Goethe: "Si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia."
Algo así como "el barrio está sucio por culpa de ustedes". Los bancos
alemanes y franceses, que eran los principales afectados por la deuda
griega al inicio, ya limpiaron sus cuentas, trasladando los bonos
intoxicados que tenían a la agencia estatal-financiera europea (FEFF),
dueña ahora del 60% de los papeles helenos.
El 27 de febrero de 1953 comenzó en Gran Bretaña la última ronda de
negociaciones por la deuda alemana tras la Segunda Guerra Mundial.
Alemania era la frontera real del capitalismo con la Unión Soviética y
convenía fortificarla. Fue así que se decidió una quita del 62% del
total, que pasó entonces de 48.800 millones de marcos a 14.500 millones.
Entre los 25 países acreedores estaban Estados Unidos, Francia y el
Reino Unido, pero también Grecia, Italia y España. Ese resto de la deuda
se terminó de pagar el 3 de octubre de 2010. Grecia también reclama un
préstamo forzoso que los nazis obligaron a pagar a los griegos durante
la ocupación en la guerra y que ahora estipula en 11,5 mil millones de
euros.
Las condiciones en que se desarrollan estas negociaciones son diferentes
a las de hace 62 años, pero la frontera oriental de Europa sigue siendo
un punto delicado en el tablero geopolítico, mientras el conflicto de
Ucrania siga siendo una brasa candente. Quizás esa sea una baza que
juegue el gobierno de Tsipras en las conversaciones con la entente
europea.
Los ultraconservadores europeos, mientras tanto, apuestan a torcer el
brazo de Syriza para ejemplarizar a los populistas españoles o
argentinos. No porque el populismo sea una salida, sino porque no debe
serlo bajo ningún concepto. Con Minotauro o sin él.
Tiempo Argentino
Febrero 20 de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario