Momentos cruciales para América Latina. Si uno releyera textos
publicados hace un par de años podría pensar que hablaban de otro
mundo. Eran, aquellos, manifiestos de optimismo en torno del avance de
la integración regional. Hoy, con los últimos acontecimientos en
Venezuela, Brasil y Argentina, la realidad se manifiesta bastante más
hostil.
Es que desde aquellos "años dorados" pasaron algunas cosas. Entre ellas
que murieron Néstor Kirchner y Hugo Chávez, dos grandes motores de la
integración, y Lula dejó el gobierno y optó por pasar a un segundo plano
en ese aspecto. Además, habrá que reconocer que "ellos (la contra)" no
estaban derrotados. Fue una batalla que perdieron, pero nadie pensaba
que iban a entregar así nomás sus privilegios sólo porque las mayorías
se imponen en las elecciones. No es su estilo, como la historia
corrobora.
Mucho se avanzó en estos diez años, pero mucho también es lo que falta y
en esta encrucijada del destino es bueno anotar algunos de esos puntos.
El principal, sin dudas, es el de las creencias. Sería simplista
considerar que todas las desventuras que padecen los gobiernos
latinoamericanos en este momento obedecen solamente al rol de los medios
concentrados. Es cierto que ellos abonan el pensamiento dominante, pero
no es menos cierto que hay una enorme masa crítica que comparte esa
visión del mundo. Porque vienen formateados desde la infancia por los
sistemas educativos y comunicacionales. O porque esa forma de
interpretar los valores los identifica.
Conviene recordar que los medios son empresas que defienden intereses,
pero están hechos por personas que no solamente trabajan por el dinero a
fin de mes. Pensar así implicaría desconocer que quienes no toleraron
ese intercambio de dinero por dignidad ya se fueron de los grandes
medios hace tiempo. Los que están es porque comparten con los dueños del
medio esa perspectiva.
Tienen una misma posición con respecto a lo que las palabras Justicia,
Libertad, República, Democracia y Derechos Humanos significan, por
ejemplo. Y desde ese lugar expresan a una gran masa de la población, no
sólo a sectores de las clases medias. Con todo lo que se avanzó en estos
años, esa ideología imperante no pudo ser perforada en toda su
dimensión. Cierto que se produjo una grieta –como admiten desde la
vereda de enfrente– pero el cristal con que se mira no se quebró del
todo como para que la sociedad en su conjunto dé el paso hacia otras
concepciones sobre República, Democracia, Justicia, Derechos Humanos y
Libertad. En lo que hace a las relaciones exteriores, hay un concepto
que cuesta incorporar porque va precisamente en contra de la principal
fortaleza neoliberal, que es el individualismo. Se trata de la
integración regional.
Las fuerzas opositoras de Venezuela y Brasil son en su discurso
especialmente críticos contra organismos de integración como el
Mercosur. Si uno se deja llevar por sus discursos, ese organismo creado
por gobiernos a los que no se puede catalogar de ultraizquierdistas,
debería desaparecer. Como si la experiencia no demostrara que la
integración es la mejor opción para que "no nos devoren los de afuera".
Naciones con siglos de enfrentamientos como las europeas aprendieron la
lección hace más de 50 años y a pesar de las dificultades actuales, son
un buen ejemplo de lo que se logra si los vecinos marchan coordinados.
Cuanto más si esos vecinos son "hermanos de placenta" como suele decir
el todavía presidente uruguayo José Mujica. Porque a no engañarse, los
de afuera son potencias imperiales como nunca ha conocido el planeta.
En el caso argentino, las figuras más relevantes de la oposición parecen
inclinarse por un Mercosur remozado y con más acercamiento a la Alianza
del Pacífico, la entidad creada para ponerle tope a la construcción
atlántica de Argentina, Brasil y Venezuela. Sin embargo, cuando algunos
de ellos presentan denuncias por acciones del gobierno nacional se
apuran a amenazar con recurrir a la OEA, fundada al gusto de Estados
Unidos al fin de la II Guerra. Ni pensar en ir a la Unasur o la Celac.
Alguno de ellos incluso se ufana de haber pedido consejo en la embajada
de los Estados Unidos y en la CIA sobre el mejor candidato para manejar
la policía local. El problema es que lo hacen sabiendo que es una buena
herramienta de marketing político. O sea que hay mucha gente que
acompaña la idea de que es mejor acomodarse con Occidente que atreverse a
transitar otros caminos, como hicieron los Libertadores de América.
Sucede que en estos años no solamente avanzó un proyecto de integración
que logró subir al mismo bote a gobiernos de derecha y de izquierda de
la región, como los que integran la AP y los de Mercosur. Afuera se fue
configurando un mundo multipolar que más allá del deseo de la Casa
Blanca y el Pentágono, –expresados en la Estrategia de Defensa Nacional
que presentó Barack Obama a principios de este mes– no se va a detener.
Podrán profundizar la línea de demonización del presidente ruso y de
quienes lo sucedan en el futuro, como lo hacen con el chavismo. Pero en
tanto China siga creciendo y se fortalezca la alianza Beijing-Moscú y el
bloque de Rusia, India y China, que junto con Sudáfrica y Brasil
integran el grupo BRICS, hay posibilidades para otro mundo posible.
Esos que añoran volver a las "alianzas tradicionales" en esta parte del
mundo no deberían barrer debajo de la alfombra el hecho real y concreto
que Europa a pesar de su unidad, y Estados Unidos, ya no son el centro
de gravedad del mundo capitalista. Ese foco se desplazó a la región de
Asia-Pacífico. No por nada Washington busca con tanto ahínco sellar un
acuerdo con la UE para conformar un mercado común, luego de su fracaso
en imponer el ALCA hace una década. Ellos comprendieron que es mejor
negociar en conjunto que ir cada uno por su parte. Y son una potencia
imperial…
En Venezuela la situación se fue poniendo especialmente violenta desde
febrero del año pasado. Es innegable la participación de grupos
especialmente entrenados en el golpe blando. Pero también hay un caldo
de cultivo que permite el crecimiento de estrategias desestabilizadoras.
Hay un problema en la economía y la provisión de mercaderías que afecta
a grandes capas de la sociedad. Los sectores medios, parafraseando a
Perón, quieren comer tortilla pero se niegan a aceptar que para eso "hay
que romper algunos huevos". El planteo de pacificar el país y de abrir
el diálogo con la oposición resulta peliagudo porque ningún privilegiado
está dispuesto a renunciar a sus ventajas, y mucho menos cuando reciben
todo el apoyo desde el exterior, como es el caso.
El martes un chico de 14 años fue asesinado por un policía de 23. Un
hecho inadmisible en cualquier sociedad civilizada. El gobierno
identificó de inmediato al autor y lo puso a disposición de la justicia.
Eso no impidió que, ya demonizado desde que en 1999 ganó su primera
elección, el chavismo apareciera en los medios como un "régimen
criminal".
En las últimas semanas se conocieron varios casos de gatillo fácil en
Estados Unidos contra mexicanos. El último caso fue el de un joven de 31
años nativo de Durango que murió baleado por agentes policiales en
Gravepine, Texas. Diez días antes otro mexicano, de Michoacán, fue
acribillado en Pasco, estado de Washington, por tres uniformados. El año
pasado hubo revueltas en varios distritos por el homicidio de un joven
negro en Ferguson, Missouri. El caso más dramático fue el 24 de
noviembre en Cleveland, cuando policías blancos mataron a balazos a un
chico de 12 años negro que portaba una pistola de juguete. No hubo
denuncias contra el "régimen" vigente en la principal potencia mundial.
¿Es admisible que unos días antes del crimen del estudiante en Táchira
el gobierno de Maduro haya detenido al alcalde metropolitano de Caracas,
dos veces electo para ese cargo? Desde el punto de vista judicial es
posible que sí, en vista de los antecedentes de Antonio Ledezma.
Políticamente suena a una decisión errónea. En todo caso sería un buen
tema para debatir en la Unasur, el organismo que debe entender en esas
cuestiones entre los países latinoamericanos.
No son estos tiempos para ponerse nervioso. Como en esos partidos
difíciles con el estadio en contra, hay que parar la pelota en el medio
del campo, pensar la jugada y no dejarse atropellar. Como dijera Obdulio
Varela, el mítico Negro Jefe, aquel caudillo uruguayo que se cargó al
hombro el seleccionado oriental para llevarse por delante a punta de
coraje a Brasil en el Maracanazo de 1950: "No miren para arriba (a la
tribuna), el partido se juega abajo. Los de afuera son de palo."
Tiempo Argentino
Febrero 27 de 2015
Ilustró Sócrates
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