Creo que una de
las virtudes de Podemos depende de nuestra capacidad de esperar lo
inesperado", dice Pablo Bustinduy en su presentación en Facebook. De
visita en Buenos Aires, donde pasó las fiestas con la familia de su
esposa argentina, este madrileño de 31 años que había emigrado a París y
luego dio clases de Filosofía en universidades estadounidenses habló
con Tiempo sobre esta realidad que atraviesa a España y repercute en
toda Europa.
La charla se hizo en medio de un encuentro con militantes de la Juventud
Peronista, de colectivos sociales colombianos afincados en Buenos Aires
e incluso del Café Literario Néstor Kirchner de La Matanza. El
intercambio de experiencias dio pie para contar cómo se fue generando
este cambio de paradigmas en la sociedad española a partir desde el 15
de mayo de 2011, cuando miles de ciudadanos cubrieron las calles en
busca de salidas a una crisis que no terminaban de entender pero les
clausuraba el futuro.
Bustinduy es coordinador de Podemos en el Parlamento europeo y junto con
los líderes partidarios Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Iñigo
Errejón, uno de los responsables de ese vendaval que cruza la sociedad
española a partir de un término tan efectivo como insurgente: casta.
–Resulta sorprendente cómo cambió el discurso político en España.
Incluso artistas y deportistas se vieron obligados a tomar partido.
–Hay un piloto de motos, Marc Márquez, un genio de 20 años, que iba a
trasladar su residencia fiscal a Andorra. Márquez tiene unos ingresos de
10 millones de euros al año, en España paga casi seis millones de
impuestos, en Andorra iba a pagar 30 mil euros anuales. Se produjo un
debate público sobre la moralidad de ese gesto, estaban los que decían
"bueno, este tipo se juega la vida para que luego el Estado le afane
todo lo que gana". Y otros decían: "pero es que si tiene un accidente
irá a un hospital público que pagaremos entre todos". Fue tanta la
presión que le tipo tuvo que dar una rueda de prensa y decir que no, que
no se iba a ir.
–¿Cómo evalúan eso?
–Vemos que de una manera acelerada y profunda pero paulatina el debate
público está virando a temas que le son muy incómodos a las elites
políticas, porque no tienen respuesta. En ese sentido ha sido muy
exitosa la operación de ubicar en el centro de la conversación pública
problemas estructurales que estaban silenciados, como la corrupción, los
derechos sociales, los servicios públicos, la deuda, que ya tienen una
centralidad ineludible. En ese sentido nuestra agenda está en el centro,
y la sociedad entera y todo tipo de actores se ven obligados a
posicionarse o a reaccionar ante ello. Hace un año había una distancia
entre el país real y la clase dirigente y la esfera mediática enorme.
–Ahora se habla de política.
–Sí, y una vez que se habla de política, las cartas quedan marcadas.
–¿No temen haber generado una grieta, como se dice en Argentina?
–Es interesante ver que el 15M fue un descontento de ciudadanos que se
expresó antes de que llegara lo peor de la crisis. El primer lema, "no
somos mercancía en manos de políticos y banqueros", ya hacía esa
operación del "ellos" y el "nosotros", de identificar un sujeto social
que era la clase política y la clase financiera. En España no se ha dado
como en otros países de Europa una respuesta en clave xenófoba, un
populismo de derechas, y eso es en cierto modo porque el 15 M instaló un
sentido común de que ya esa brecha existía entre la gente común, la
gente honrada, y esa dirigencia.
–La gente honrada está con Podemos.
–El éxito de la palabra "casta" se mide en que todos los grandes
presentantes de esa casta se ven obligados a salir por televisión a
decir "yo no soy casta". Ahí ya has ganado. Ese discurso ha calado tanto
que tiene una clave de identificación moral entre quien está del lado
de la gente honrada, trabajadora, que paga sus impuestos, que cumple con
sus deberes ciudadanos y que aún así tiene que sufrir todo el precio de
la crisis, y una clase privilegiada que cuanto peor van las cosas mejor
le va. Las mayores empresas del país han multiplicado sus beneficios en
estos años.
–Hay cada vez más millonarios.
–Cada año hay un 5 % más desde que empezó la crisis, y la parte de la
riqueza nacional concentrada en cada vez menos manos no deja de crecer
año tras año.
–Pero la sociedad española progresó por varias décadas como no lo había hecho nunca antes.
–Sí, pero más que progreso se recortó un poco el retraso que llevaba a con relación a sus socios europeos.
–Pero hubo un Estado de Bienestar.
–Hubo un avance en infraestructura, un gran desarrollo del sistema
público de salud, el sistema educativo y se mejoró mucho la vida de la
gente, pero nunca llegó a los mínimos europeos. Fue un proceso de onda
larga, de unos 30 años, que además se apoyaba en instituciones
franquistas como el régimen de seguridad social que había instaurado el
franquismo para responder a las luchas obreras. Luego, en los años 90,
se desata una burbuja especulativa sobre el sector de la construcción y
el turismo, con la desindustrialización del país.
–Que coincide con la internacionalización del capital financiero en América Latina.
–Y también en la Unión Europea, porque son procesos paralelos. Esa
burbuja financiera hace que en España fluya mucho el crédito y produce
una nueva clase media que tienen un nivel de vida completamente ficticio
pero muy alto. Todo esto con una desideologización muy grande de la
sociedad dentro de un sistema institucional muy sólido. En España se
vivía bien, siempre ha habido excluidos de ese sistema, pero digamos que
en términos generales era fuerte el eslogan de (José María) Aznar,
"España va bien". Y se crea esa especie de ideología de la clase media
con un progreso muy individualizado, muy atomizado.
–Que los hijos iban a estar mejor que sus padres.
–Claro, y cuando estalla la crisis, grandes bolsas de la población
quedan excluidas y hay una crisis de expectativas de los más jóvenes,
generaciones tremendamente cualificadas que de pronto deben malvivir en
el desempleo o trabajar en puestos por debajo de sus cualificaciones, o
emigrar. En España se da quizás la reversión de un flujo demográfico más
rápido en la historia de Europa. Desde fines de los 90 a finales del
2010 la población inmigrante pasó de un 3% a un 11%, muchos millones que
llegan a trabajar. En apenas dos años se da una reversión y los
españoles salen por cientos de miles. Eso evidentemente sacude la
estructura no solo económica y social sino psicológica. Esa clase media
de pronto debe recomenzar de cero. El 15M es una mecha que prende en esa
ola de indignación ciudadana pero con un discurso que no responde a los
esquemas clásicos, de hecho una gran parte de la izquierda queda muy
descolocada.
–¿Todo surge allí?
–El 15M es un dinamizador de la situación política que hace que todo el
mundo tenga que posicionarse, y genera brechas en la izquierda
organizada, porque por un lado se lo ve como un movimiento
desideologizado, con una conciencia histórica muy limitada. Otros
sectores lo ven como un acto de insurgencia ciudadana que apunta muy
claramente contra las elites políticas y financieras y que permite una
politización masiva en torno a significantes que son muy fértiles para
una acción política popular. Ese sector se hace mayoritario porque la
política está sucediendo en las plazas, sin banderas, con una gramática
y un vocabulario muy opuesto a lo que estábamos acostumbrados, pero
está sucediendo, entonces la mayor parte de la gente quiere ser
partícipe. Este ciclo concluye en marzo pasado, con las Marchas de la
Dignidad, un millón de personas que confluyen hacia Madrid. Es un
movimiento popular transversal bien organizado, bien reivindicativo, da
una demostración de fuerza muy importante y sin embargo en los meses
siguientes se produce un proceso de repliegue, un reflujo.
–¿Podemos no es la expresión de ese 15M?
–Visto desde afuera aparece como una articulación natural del 15M, pero
no es así. Podemos surge en un momento de reflujo, donde hay clima de
derrota, no se ha podido torcer la mano en prácticamente ninguna de las
ofensivas que se ha lanzado contra los derechos sociales. Podemos surge
con una hipótesis muy clara que es ofrecer una herramienta capaz de
traducir toda esa rabia acumulada, toda la experiencia de esas luchas
que no han culminado en victorias tangibles para concretar una
herramienta de intervención electoral.
–¿Se sabe cuánto creció Podemos tras las europarlamentarias?
–Es complicado porque como es un fenómeno electoral tan atípico para el
sistema político español, que venía de una estabilidad férrea durante 30
años, las encuestadoras tienen muchas dificultades para calibrar los
resultados brutos, que les resultan inverosímiles. No tienen mecanismos
de corrección, como el recuerdo del voto, o una serie de preguntas
adicionales para corregir el resultado que en nuestro caso no rigen.
–¿No tienen estudios propios?
–Ahora mismo no, cuestan mucho dinero. Para las elecciones europeas
hicimos un sondeo con poquita plata que fue el que más se acercó al
resultado final. Los sondeos son todos políticos, encuentran lo que
buscan. Como nosotros intentábamos encontrar lo más parecido a la verdad
posible, nos salió que sacábamos cuatro diputados y sacamos cinco. El
último sondeo de agencias, con 2000 entrevistas, nos daba un 29,7% de
los votos, casi un 30%. Tres puntos por encima del PP y casi diez por
encima del PSOE. Un terremoto.
La enseñanza latinoamericana
–Siempre reciben ataques por su vinculación con algunos gobiernos latinoamericanos.
–Es muy sintomático que incluso la experiencia cotidiana nos atacan
diciéndonos "oye, pero en Venezuela qué", o "en Argentina qué". Es
inverosímil hasta qué punto la derecha mediática española se apoya sobre
elementos sociológicos que son en realidad resabios coloniales que aún
persisten en parte del imaginario español. Pero vamos, nos van a atacar
siempre y nosotros no lo podemos evitar.
–El brulote es que el gobierno chavista pagó asesorías de Pablo Iglesias y de Podemos.
–En España hay una fundación, CEPS (Centro de Estudios Políticos y
Sociales) que lleva 15 años trabajando en once países de América Latina
prestando asesoría, análisis, estudios para mucha gente. Yo mismo lo he
hecho, con todos los contratos legales y en regla. Lo que hicieron fue
sumar todos esos contratos y decir "Venezuela pagó 10 millones de euros a
la fundación CEPS que es Podemos." Eso sería financiación ilegal y por
eso lo hemos denunciado. Pero en el marco de un debate político lo que
decimos es que todos los procesos de transformación popular son
complejos, contradictorios y tienen que enfrentar situaciones
complicadas y difíciles. Y decimos que nosotros hemos aprendido mucho de
cada uno de ellos.
–Pero populismo sigue siendo una mala palabra en Europa.
–La derecha política y mediática se siente más cómoda hablando de
Venezuela que de España. Hay un grado de desconocimiento que juega sin
duda. Pero cualitativamente hay un sector de la población que ha
comenzado a romper con el hechizo de la Unión Europea. Como el ingreso
coincidió con todo este proceso de mejoras, Europa siempre se asoció al
progreso individual y al progreso social, pero una vez que Europa pasa
de ser la causa del bienestar a la causa del sufrimiento, la mirada se
puede girar a otros lugares. Tenemos dos salidas naturales, una es la
periferia de Europa, como Grecia (NdR: hace solo unas horas se produjo
allí un resonante triunfo de la izquierd lo que modifica el mapa
político en Europa), Irlanda, Portugal, Italia, y otra es el continente
americano, donde hemos aprendido una enormidad de cosas. Lo que no
quiere decir que hayamos ido a buscar un modelo. Ha habido cantidad de
elementos que hemos aprendido para interpretar nuestra realidad, pero el
camino lo tendremos que hacer nosotros a nuestra manera.
No a las municipales
–¿Por qué no se presentan en las próximas municipales?
–Tomamos una decisión muy arriesgada de asumir incluso para nuestra
gente. Vamos a estar porque hay mucha gente que se va a integrar en
candidaturas ciudadanas con actores sociales y políticos donde nuestros
círculos vean que se den los requisitos, pero no como Podemos.
–¿Cuáles son esos requisitos?
–Que haya primarias abiertas para establecer los puestos de la lista,
que el programa se elabore de manera participativa, que no haya
financiación de los bancos, y que haya compromisos de limitación
salarial y de rendición de cuentas. Estamos en proceso de organización y
hay elecciones en 8000 municipios. No tenemos la capacidad de asegurar
que todas las candidaturas de Podemos van a responder al altísimo nivel
de exigencia que nos va a pedir la gente. Como Podemos nos presentamos a
las autonómicas, hay elecciones en 13 de las 18 regiones españolas y
nos vamos a presentar en todas ellas.
–¿Cómo harán para mantener los estándares y evitar casos de corrupción en las filas de Podemos?
–Entendemos que es inevitable que mucha gente pueda haber visto en todo
este proceso una posibilidad de hacer carrera y acercarse al poder, pero
nosotros no lo abordamos desde una posición moral. Creemos que hay un
sistema de vacunas previas que puede aplicarse. La limitación salarial,
la publicación de las cuentas son elementos disuasorios para el
funcionamiento normal de la política. Luego incorporamos los mecanismos
de revocación para todos los cargos internos, tenemos toda nuestra
contabilidad publicada en Internet. Es una idea muy liberal creer que
con mecanismos de control y el equilibrio de poderes se eliminarían
esas cosas, pero sí creemos en una construcción de institucionalidad
popular para que cuando se produzcan esos casos se puedan enfrentar de
una manera diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario