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El socialismo avanza en Venezuela

El acto se convirtió con los años en un homenaje no sólo a la figura del Libertador venezolano sino al proceso de cambios que inició Hugo Chávez Frías cuando llegó al poder en 1999. Por eso, resaltó esta vez la ausencia del líder carismático en el 182º aniversario de la muerte de Simón Bolívar, la primera vez que falta en estos 13 años.
Ministros y funcionarios acudieron al Panteón Nacional en Caracas con una mezcla de alegría por el reciente triunfo electoral en las elecciones regionales –el primero también sin Chávez azuzando a los electores– y desazón por el momento que vivía el presidente, operado por cuarte vez de un cáncer en la zona pélvica.

El triunfo coloca al chavismo como la única fuerza en condiciones de gobernar el país pero según algunos analistas, al mismo tiempo entierra definitivamente al «puntofijismo» y despliega sobre la abrumadora mayoría del territorio venezolano el proyecto socialista, refrendado en octubre y consolidado en diciembre, mientras Chávez luchaba por su vida en una clínica de La Habana.
«Nuestra revolución bolivariana afortunadamente ha significado y significa el despertar del ideal de este grande de América, del más grande de los grandes, del gran libertador Simón Bolívar, que hemos venido a rendirle homenaje», dijo Nicolás Maduro al término del acto. Unos días antes, el propio Chávez había ungido a su canciller y vicepresidente como un virtual heredero político en caso de que no pudiera volver a ocupar el cargo tras la intervención quirúrgica. Y como la Constitución estipula que si no podía asumir el mandato que logró en octubre, se convoque a elecciones en forma inmediata, Chávez dijo que Maduro debía ser votado como si fuera su última voluntad.
Casi con un pie en la escalerilla del avión que lo trasladó nuevamente a Cuba, Chávez había dejado la certeza de que la operación era lo grave que luego se confirmó, y que esa situación ameritaba no dejar librado al azar el procedimiento de reemplazo que exige la Carta Magna que él mismo logró aprobar ni bien ingresó al Palacio de Miraflores. Una ola de estupor recorrió entonces no sólo Venezuela sino toda América Latina, que entiende el rol protagónico que encarna el venezolano como punta de lanza de un proceso de cambios en el subcontinente. Los mensajes de adhesión emocionados de todos los presidentes y las cadenas de ruegos en toda Venezuela fueron muestra suficiente de ese peso humano y político.
La designación de Maduro como su candidato no fue una sorpresa. Canciller durante los últimos 6 años, Maduro, ese apacible hombre alto y de grueso bigote que sustituyó al presidente en los últimos actos ante los organismos regionales, con 50 años recién cumplidos, es un leal chavista con sólidos antecedentes como dirigente gremial en su juventud, cuando fue chofer de ómnibus.
Parecía un «tapado» pero mostró la pasta de conductor también de procesos políticos difíciles cuando le tocó dar los primeros informes sobre la salud de Chávez y en un discurso que comenzó con lágrimas de emoción y se fue encendiendo de a poco, terminó fustigando actitudes hostiles (miserabilidades, se diría en esta tierras) de la oposición ante el estado de salud presidencial.
Maduro representa el ala más política del chavismo, en un entorno en que la gran mayoría de los gobernadores electos provienen del sector militar, como Chávez. Incluso el otro posible candidato a portar «el bastón de mariscal», Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, también pasó por la Academia Militar y participó del frustrado golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez que catapultó a la fama a Chávez.
Tal vez una señal para analistas de la oposición que ahora intentan hurgar en la interna del chavismo para resaltar diferencias y enfrentamientos que den materia para generar divisiones dentro del partido gobernante. Probado que a Chávez sólo lo puede derrotar la enfermedad, también buscan que el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) se desgaje ante la derrota de un proyecto opositor que puede lograr el triunfo.

Mesa tambaleante

Es que la situación en que quedó la Mesa de Unidad Democrática (MUD), conformada en 2008 con el propósito de superar a Chávez en las urnas, no es halagüeña. Lo reconoció Henrique Capriles, el derrotado en las presidenciales que, sin embargo, pudo retener la gobernación de Miranda en diciembre, convirtiéndose en el único opositor neto que gobierna un estado. «Vienen tiempos duros para la oposición», señaló ese día el juvenil representante de MUD. Porque hay que decir que en las regionales, esa coalición pretendía mantener los 8 estados que computaba a su favor, algunos de ellos gobernados por ex chavistas.
Por otro lado, el PSUV ganó en bastiones hasta entonces reacios, como el estado petrolero de Zulia, Carabobo, Nueva Esparta y Táchira. «El avance del chavismo refleja un avance ostensible e irrefutable del plan del socialismo del siglo XXI de Chávez, quien además fue el ganador de las presidenciales de hace apenas dos meses», le dijo a la agencia Efe, contundente, el analista y consultor político Alberto Aranguibel, quien además integra el equipo de propaganda del oficialismo. «Toca reconocerle también al chavismo un triunfo cualitativo, como es el avance del socialismo como proyecto de país y esto destaca en una nación donde el apoyo al socialismo nunca pasó del 6% del electorado durante el puntofijismo», abundó el especialista, recordando el período previo a la llegada de Chávez al poder, que consistió en la alternancia consensuada entre la Democracia Cristiana (Copei) y Acción Democrática (AD), que se repartió el poder desde la caída de Marcos Pérez Jiménez en 1958. El politólogo Nicmer Evans, profesor de Ciencia Política de la Universidad Central de Venezuela (UCV), también citado por Efe, afirma que Venezuela «efectivamente enterró al puntofijismo, con la estocada definitiva en Zulia, Táchira y Nueva Esparta, cuyos gobernadores están vinculados con o son parte de estos dos partidos (AD y Copei)».

Problemas de la oposición

Elides Rojas, jefe de redacción del diario venezolano El Universal, al que no se puede tildar de oficialista, escribió en un artículo reproducido en Buenos Aires por La Nación, que la MUD fue estructurada alrededor de más de 30 partidos políticos con el objetivo de derrotar al oficialismo por la vía electoral y «desplazar a Hugo Chávez» de la presidencia. Se proponía, insistió, «rescatar los principios fundamentales de la democracia y encaminar a la Nación definitivamente hacia el desarrollo» con un programa a largo plazo. «Muy bien, en principio –destaca Rojas– Pero enfrenta un problema muy serio. No gana elecciones».
«Producto de las repetidas derrotas, ahora la oposición enfrenta otra crisis que obliga a los partidos a revisar la organización, sus proyectos, sus propuestas y hasta sus liderazgos ante un partido oficialista cada vez más fuerte y con todos los poderes públicos en las manos de Chávez. Una lucha en desventaja que hasta ahora presenta frutos sólo en el ámbito de la imagen», lamenta el columnista.
Cualquiera diría que Capriles, luego de derrotar al ex vicepresidente Elías Jaua por casi 50.000 votos de diferencia en Miranda, debiera ser el candidato natural para ejercer el liderazgo de la oposición, en vista de que es el único opositor neto que ganó al chavismo. «Yo me siento feliz y contento por nuestro pueblo de Miranda. Los mirandinos estamos de fiesta, pero hay otros estados en que no logramos el objetivo. Nuestros líderes perdieron un juego, pero no son menos líderes hoy de lo que eran ayer. Ese sueño que tenemos lo vamos a alcanzar, este es un momento difícil, pero en cada momento difícil siempre surgen las oportunidades», enfatizó Capriles, juntando nuevamente a una tropa diezmada por la derrota.
El panorama en su propio distrito, sin embargo, no es tan promisorio como pareciera mostrar un análisis a vuelo de pájaro. En primer lugar, deberá enfrentar por primera vez una legislatura con mayoría del PSUV. En segundo lugar, como recuerda la periodista Luisana Colomine, docente en la Universidad Bolivariana de Venezuela, su techo político se estanca y tiende a la baja. En las regionales de 2008, por ejmplo, Capriles obtuvo 583.795 votos contra 506.753 de Diosdado Cabello. En diciembre pasado, fue reelecto gobernador con 582.305 votos, es decir, 1.490 votos menos que en 2008. «Desde esta perspectiva la oferta socialista representada en Elías Jaua, no puede considerarse perdedora, pues registró 534.937 sufragios, es decir, un incremento de 28.184 votos con relación a 2008», sintetiza Colomine. Cierto es que a diferencia de las elecciones de octubre, donde la asistencia a las urnas de la ciudadanos trepó al 80%, esta vez el presentismo no superó por mucho el 50%.
Pero aún así se explica que la desazón en estos momentos de Venezuela no envuelve solamente al oficialismo por Chávez, sino tal vez mucho más a la oposición, que se topa con un proyecto que está vivito y coleando y da señales contundentes de que tiene futuro.


Revista Acción
Enero 1 de 2013

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