Si bien la elección del 7 de octubre le dejó una amplia mayoría en
la Asamblea Nacional y el panorama en los estados que componen la nación
no es diferente, teniendo en cuenta que el PSUV ganó 20 de los 23
distritos, Maduro deberá demostrar con gestión que lo suyo es nada menos
que el comienzo de un chavismo sin un líder de la talla del bolivariano
fallecido el 5 de marzo.
Maduro tendrá que hacerse cargo de domar la encabritada economía
venezolana, que en medio de una fenomenal crisis internacional viene
además de dos elecciones presidenciales en seis meses. Todo esto en el
marco de un proceso fuertemente imbuido del protagonismo de Chávez, una
sombra que hasta puede resultar asfixiante si no esquiva las trampas que
le tenderán los sectores oligárquicos.
Construir liderazgo será entonces una tarea excluyente, porque cada
una de sus medidas será puesta a prueba no sólo por la eficacia que
prometan sino por la destreza del mandatario electo para sostener el
vendaval que le espera. A cada paso le van a contar las costillas
buscando demoler la imagen de solidez que necesita para consolidarse en
Miraflores.
Del otro lado, la sorpresiva elección de Henrique Capriles le da
una estatura de poderoso opositor al gobierno, que si bien no debería
traslucir en trabas para el Palacio de Miraflores, sin dudas significará
un fuerte condicionante de cara a la opinión pública. Hacia la región,
además, la derecha lo pondrá de ejemplo de que puede aspirar a algo más
que a la queja continua, si encuentran el personaje adecuado. La
pregunta es si con eso alcanzaría para administrar un país. Pero por
ahora ese no es el desafío de Capriles.
El problema que planteó el gobernador de Miranda al desconocer el
resultado del comicio, ya entrada la madrugada de hoy, es que cualquier
futuro civilizado para Venezuela está ceñido al respeto por la
Constitución y a un sistema electoral que nadie hasta ahora había
cuestionado. Y que todos veedores de toda pelambre reconocieron como uno
de los más prolijos y confiables del mundo, lo que no es poco.
Es más: si fuera por amañanaruna elección, lo más cómodo y
conveniente hubiese sido "dibujar" una diferencia abrumadora que no
dejara hilachas de donde agarrarse.
Políticamente, este resultado no es una buena noticia para el
oficialismo. Pero como dijo Maduro, "así es la vida". En política se
gana y se pierde y el chavismo ya probó que es capaz de tolerar una
derrota, como le pasó en 2007. Le falta a la oposición ahora hacer otro
tanto, aunque sea por tan poco.
Tiempo Argentino
Abril 15 de 2013
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