En el caso de empresas oriundas del gigante sudamericano, dicen que
ya no toleran las "incertidumbres derivadas de medidas proteccionistas,
presiones inflacionarias, restricciones cambiarias y limitaciones a las
remesas al exterior que comienzan a asfixiar la disposición a invertir
en el país vecino", según un artículo de la Agencia Estado, subsidiaria
del conservador O Estado de São Paulo, uno de los principales fogoneros
de un Mercosur destinado a ser un simple tratado de comercio sin
apetencias de integración regional. El diario sustenta, claro, la
posición de la poderosa central patronal del principal eje industrial en
América del Sur, la FIESP, Federación Industrial del Estado de San
Pablo que se queja de trabas aduaneras, lo mismo que los emprendedores
orientales.
No es casual que ante estos nuevos cimbronazos que involucran a
empresas privadas que protestan contra medidas económicas del gobierno
argentino sea el ex presidente Lula da Silva quien salga a poner paños
fríos, con la contundencia que solía tener durante su gestión. "No sé
quién está haciendo críticas al Mercosur, porque esas críticas no tienen
ningún sostén, ni teórico, ni económico, ni social. Nunca hemos tenido
una situación, yo diría, tan importante en el Mercosur. ¿Tenemos
divergencias? Tenemos divergencias, como las tienen en cualquier bloque,
como tiene divergencias cualquier alianza comercial", minimizó el ex
dirigente metalúrgico en una entrevista con el diario uruguayo La
República, previa a su visita para la inauguración de un seminario en
Montevideo y también al micrófono indiscreto que incineró a Mujica.
Las cifras exceden cualquier comentario: en 1991, el año de su
fundación, el comercio entre las cuatro naciones originales fue de 4100
millones de dólares y para el 2012 la cifra había trepado a 62 mil
millones. En el mismo período, las inversiones brasileñas en Argentina
pasaron de los 9000 millones de dólares y representan el 10% de la
inversión extranjera directa (IED) de Brasil en el exterior. En la
última década, incluso, los mayores grupos económicos de ese país
tomaron el control de grandes conglomerados industriales nacionales.
Entre ellos figuran la cementara Loma Negra, la cervecera Quilmes, la
siderúrgica Acindar y el frigorífico Swift, por mencionar apenas los
grupos más emblemáticos.
El caso del textil Coteminas refleja un poco la cara opuesta a la
de firmas como la Vale. Fundada por José Alencar, quien fuera
vicepresidente de Lula en sus dos períodos, se quedó con la nacional
Grafa –otro emblema de la industria nacional de otras épocas– y amplió
las instalaciones en una fábrica de artículos de cama, de mesa y baño en
Santiago del Estero que le sirvió para duplicar las ventas en
Argentina. Ahora analiza otra inversión de 40 millones de dólares para
seguir creciendo.
"El problema cambiario y de restricciones es un problema muy
difícil. Una de las formas de evitarla es reinvirtiendo en el país",
declara el actual presidente da Coteminas, Josué Gomes da Silva, a la
misma Agencia Estado, que añade a continuación una frase sugestiva: "el
empresario admite que el problema de las remesas no es trivial, pero
dice que continúa obteniendo un buen margen para sus productos".
Jorge Vasconcelos, miembro del Instituto de Estudios sobre la
Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación
Mediterránea, el think tank que catapultó a la fama al dos veces
ministro de Economía Domingo Cavallo, propone solucionar los altercados
entre los socios del Mercosur apelando a las viejas enseñanzas de los
jesuitas que poblaron la región hace 400 años. Otra mirada llamativa
viniendo de un sector ligado a la gran industria, en este caso de
Córdoba, y al neoliberalismo cavallista.
A eso mismo apunta Lula desde Montevideo cuando asegura que ahora
falta crear una cultura de integración en América Latina que vaya más
allá del comercio. "Tenemos que definir en nuestra cabeza qué es esa
integración que queremos. ¿Es copiar el modelo de la Unión Europea? ¿Es
construir algo nuevo? ¿Qué tiene en mente cada dirigente?", desafía el
creador del PT. Que sin detenerse en minucias, avanza en una propuesta
de "perfeccionar la participación del sector social en las decisiones
del Mercosur, es decir, fortalecer el Mercosur sindical, fortalecer el
Mercosur social".
Es cierto que falta una gran organización sindical regional que
fomente intercambios y políticas gremiales sobre problemas que son
comunes. ¿O las empresas no tienen asentamientos regionales, ya sea las
multinacionales vernáculas o las trasnacionales basadas en Europa, Japón
o Estados Unidos, como las automotrices y las electrónicas?
Pero también falta avanzar más en temas cruciales como la
educación, la sanidad, la tecnología y la ciencia. ¿O es que el dengue
no es una enfermedad común que ataca en Paraguay, el sur de Brasil,
Uruguay y la Argentina? Los científicos se quejan amargamente de que de
su tarea es evaluada mediante cánones establecidos con la vista puesta
en otros horizontes, en otros paradigmas. Sin ir más lejos, se exige que
los trabajos sean publicados en revistas "de alto impacto". ¿Cómo se
determina ese impacto? Por como repercute en los países centrales, de
donde son originarias esas revistas. No hay una publicación regional que
avale los trabajos relacionados con las propias problemáticas, como
sería encontrar una vacuna contra el dengue. O el mal de Chagas. O los
efectos del glifosato en los cultivos que son la base del comercio
internacional de los cuatro fundadores del Mercosur.
Buenos Aires y La Plata sufrieron estos días decenas de pérdidas de
vidas humanas y daños materiales incalculables por una tormenta que las
autoridades no dudaron en atribuir el cambio climático. En setiembre
pasado vientos de más de 100 kilómetros por hora produjeron nueve
muertos y destrozos considerables en Uruguay, parte de la Mesopotamia,
el sur de Brasil, Paraguay y el este de Bolivia. Si verdaderamente hay
un cambio climático –y los especialistas no dudan en que esto es así–
¿no será hora de que los gobiernos pongan en sus agendas al clima como
uno de sus objetivos? Al mismo tiempo, también sería hora de que los
ciudadanos exijan a sus elegidos que no sólo resuelvan el problema de
las inundaciones con inversiones en infraestructura, sino que le
impongan la necesidad de destinar dinero y recursos para que los
científicos que estudian el problema, sobre todo en los dos países más
grandes, como Argentina y Brasil, aúnen esfuerzos e información para que
sus trabajos se conviertan en políticas públicas y no terminen
meramente en papers para publicar.
Seguirán los cimbronazos entre empresarios argentinos, uruguayos y
brasileños. Es parte de la naturaleza de las relaciones humanas y de la
lucha por encontrar otros paradigmas. Pero hace años que las políticas
de Estado en estas regiones se basan en el concepto de "paciencia
estratégica". Itamaraty sabe que para que Brasil crezca necesita de una
fuerte sociedad con Argentina y con el resto de Latinoamérica, lo que
implica aceptar que los rioplatenses tengan un desarrollo industrial más
adecuado a sus necesidades de dar empleo a la población.
En Montevideo se acepta que cada tanto alguna decisión económica
afecte intereses de uruguayos como Argentina entiende exabruptos
presidenciales, como ya ocurrió en tiempos de Jorge Batlle y Eduardo
Duhalde, o la instalación de pasteras en la otra orilla. También en
Itamaraty se terminan atemperando los reclamos sectoriales. Pero no es
la mirada "perdonavidas" de un águila que no se dedica a cazar moscas.
Argentina también, como recuerda el analista Juan Gabriel Tokatlian,
adopta la paciencia estratégica al respetar un acuerdo de no
proliferación nuclear y verificación recíproca con un país que tenía
menos desarrollo en ese área. O entiende las razones para que tropas
militares se extiendan en la Triple Frontera para vigilar el
narcotráfico. O deja pasar la demora en la puesta en marcha del Banco
del Sur mientras Brasil firma acuerdos para la creación de un banco de
desarrollo con los países del grupo BRICS.
En 20 días se define cómo sigue el destino del Mercosur, luego de
las elecciones en Venezuela y Paraguay. Un comicio íntimamente ligado
con el otro. El senado paraguayo demoró el ingreso de Venezuela por su
oposición acérrima a Hugo Chávez y tras el golpe a Fernando Lugo,
Asunción quedó temporalmente fuera del organismo de integración. Muerto
Chávez y elegido otro presidente en Paraguay, el Mercosur encara una
nueva etapa de paciencia estratégica.Tiempo Argentino
Abril 6 de 2013
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