Nicolás Maduro será
ungido presidente de Venezuela hoy y todo indica que esta etapa del remplazo de
Hugo Chávez quedará cerrada, aunque con un saldo trágico de ocho muertos.
Curiosamente, todos del mismo bando. Curiosamente, del que ganó las elecciones
del domingo pasado. El que para la prensa conservadora cometió fraude en el
conteo de votos.
Como se dijo ese día
en caliente, Maduro deberá demostrar ahora hacia su propio campo su capacidad
de liderazgo para llevar adelante esta etapa de la revolución bolivariana. Y
también lo deberá demostrar ante una sociedad que se le aparece como dividida
prácticamente al medio. ¿Son todos antichavistas los que votaron a Henrique
Capriles? Eso está lejos de poder demostrarse. En principio, esos casi 700 mil
que se pasaron de bando no dan la impresión de que abominen del proyecto de
país que presentó Chávez hace 21 años, cuando su intento de toma del poder
contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Del otro lado,
Capriles también deberá probar su capacidad de liderazgo en el marco de una
oposición que no es homogénea, cosa que si puede mostrar el oficialismo. No
están todos detrás de un mismo modelo de país y de reparto de la riqueza. Los
une más el espanto que el amor hacia un ideal común. Por eso la exageración de
gestos de un Capriles que, desencajado, provocó una tragedia de la que no puede
hacerse el desentendido.
Porque vamos,
Capriles es descendiente de dos de las más poderosas familias de Venezuela,
dueñas de conglomerados industriales, mediáticos y cadenas de cines del país.
Algo que en sí no constituye un delito, porque él no es responsable del lugar
en que le tocó nacer. Lo que sí muestra actitudes que son de su entera decisión
sería su voluntad temprana de adherir a la organización de extrema derecha
Tradición, Familia y Propiedad, como mencionan algunos que lo conocieron de
joven. O más tarde, de haber fundado junto con el ultraconsevador Leopoldo
López un partido como el Primero Justicia, bendecido por la internacional
republicana, esto es, del International Republican Institute. Y de haber
recibido apoyo –que monetariamente no necesitaba por cierto-– del National
Endowment for Democrac (NED). Salim Lamrani, doctor en Estudios Ibéricos y
Latinoamericanos de la Universidad Paris IV-Sorbonne, rescata un artículo del
The New York Times donde se recuerda que el NED "se creó hace 15 años para
llevar a cabo públicamente lo que ha hecho subrepticiamente la Central
Intelligence Agency (CIA) durante décadas. Gasta 30 millones de dólares al año
para apoyar partidos políticos, sindicatos, movimientos disidentes y medios
informativos en docenas de países". Hasta acá, sólo cuestionamientos de
tipo ideológico.
Pero sucede que
cuando el golpe de 2002 contra Chávez, Capriles era un joven de 28 años que
ejercía como alcalde de Baruta, un distrito que forma parte de Miranda y del
municipio de Caracas. Desde ese lugar, ordenó el arresto de dirigentes y
funcionarios chavistas, entre ellos el ministro del interior Ramón Rodríguez
Chacín, brutalmente agredido ante las cámaras de la televisión (privada, claro,
porque el canal estatal estaba bloqueado, como bien muestra el documental La
revolución no será transmitida, de los irlandeses Kim Bartley y Donnacha
O'Briain). Esa vez los golpistas disolvieron la Asamblea Nacional, la Fiscalía
de la República, la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Supremo de Justicia.
Mientras duró ese
efímero gobierno de facto, solo reconocido por la España de José María Aznar y
el Estados Unidos de George W. Bush, Capriles participó activamente del asedio
a la Embajada de Cuba a la que, faltando a las más elementales reglas de la
diplomacia internacional, no sólo le cortaron el agua y la electricidad. El
mismísimo ex candidato presidencial ingresó con un grupito de exaltados a
exigirle al embajador que le permitiera revisar las instalaciones, ante la
presunción de que allí había buscado resguardo el entonces vicepresidente
Diosdado Cabello. Luego del regreso de Chávez, el 14 de abril de aquel año,
Capriles fue llevado a juicio y pasó cuatro meses detenido preventivamente, ya
que se había mostrado esquivo a responder ante la justicia.
Danilo Anderson, el
fiscal que seguía la causa contra 400 personas acusadas de crímenes contra el
Estado bolivariano, entre los cuales estaba Capriles pero también las cúpulas
empresariales, fue asesinado dos años más tarde, en noviembre de 2004. Terminó
sus días despedazado por un explosivo C-4 colocado debajo del asiento del
conductor de su Toyota Autana activado desde un teléfono celular. Tenía 38
años. La investigación por este crimen derivó en acusaciones y condenas contra
ex agentes policiales venezolanos y paramilitares de la ultraderecha
colombiana. Detalle: el ex presidente Álvaro Uribe se convirtió en fervoroso
defensor del recuento de votos.
Luego de conocerse
la información de que habían sido asesinados ocho personas en el marco de la
revuelta que Capriles mismo había armado en Twitter al llamar a "descargar
la arrechera", el opositor intentó bajar un cambio en una conferencia de
prensa en la que dijo que su propuesta es de paz y que los que cometían
acciones violentas no formaban parte de su movimiento.
Tardío reconocimiento a su responsabilidad. ¿Qué esperaba que hicieran sus seguidores, con el antecedente que le había mostrado con ese pasado turbulento? Porque entre los desmanes cometidos en estos días figuran establecimientos sanitarios y educativos donde participan médicos y docentes cubanos. Capriles ya les había enseñado que Cuba es el enemigo, cosa que repitió durante toda la campaña. ¿Cómo pensaba que podían actuar?
Tardío reconocimiento a su responsabilidad. ¿Qué esperaba que hicieran sus seguidores, con el antecedente que le había mostrado con ese pasado turbulento? Porque entre los desmanes cometidos en estos días figuran establecimientos sanitarios y educativos donde participan médicos y docentes cubanos. Capriles ya les había enseñado que Cuba es el enemigo, cosa que repitió durante toda la campaña. ¿Cómo pensaba que podían actuar?
Es bueno que estos
datos, que no fueron obtenidos de ninguna fuente de inteligencia ultrasecreta,
sino que se consiguen en cualquier hemeroteca, fueran leídos también por
dirigentes vernáculos que desde posiciones de centroizquierda o liberales dicen
que hubieran votado a Capriles y llaman al reconteo de los votos del domingo.
Porque más allá de que el sistema electoral venezolano fue considerado ejemplar
por decenas de organismos de toda pelambre –e incluso en su anterior viaje a
aquel país por Gabriela Michetti, amiga personal del Papa Francisco y a quien
no se la puede tildar de izquierdista– el riesgo de desconocer las
instituciones puede ser fatal para la integración regional y para el avance de
la democracia en esta parte del mundo, que este domingo deberá asumir el
resultado de la elección en Paraguay para determinar cómo sigue adelante. Con
todo lo que implicó el golpe contra el ex obispo Fernando Lugo.
No es un olvido que
Capriles haya dicho que recurriría a la ONU y la OEA para presentar sus quejas,
ninguneando al Mercosur, Unasur y CELAC. Es que no intenta solamente derrotar
al chavismo sino desconocer su obra de integración y principalmente la
Constitución creada por el líder bolivariano. Los argentinos deberíamos
recordar que el golpe contra Perón no fue sólo contra un hombre sino contra un
modelo más justo, por eso, lo primero que hicieron los militares del '55 fue
tirar abajo la Constitución y el resto de las instituciones sociales y
económicas creadas bajo su amparo. Al precio de fusilamientos sin juicio previo
y las más bárbaras atrocidades contra los seguidores de Perón, que hasta tenían
prohibido pronunciar su nombre.
Capriles no es un
demócrata, pero además es un hombre peligroso para cualquier tipo de relación
con sus vecinos. Por ahora necesita mostrarse fuerte contra Maduro para
consolidar su poder dentro de la oposición. Y para conseguir apoyos de sus
amigos externos, desafía a los gobiernos que apoyan al proceso democrático en
Venezuela. ¿Será casualidad todo lo que ocurre en América Latina y en Argentina
en coincidencia con dos elecciones clave para la región, como la venezolana y
la paraguaya?
Maduro, aunque parezca paradojal, también necesita de un Capriles así de temible, cosa de terminar de convencer a los dubitativos de que –en términos maoístas– hay contradicciones principales y otras que resultan secundarias.
Mientras tanto, deberá ir
construyendo su propio perfil y modelando el chavismo sin Chávez que dé cuenta
de este momento histórico y resuelva los problemas de la gente, que de eso se
trata. Por ahora dio un primer paso y puede decirse que esta primera prueba la pudo
pasar. Pero el camino será largo y extremadamente sinuosoMaduro, aunque parezca paradojal, también necesita de un Capriles así de temible, cosa de terminar de convencer a los dubitativos de que –en términos maoístas– hay contradicciones principales y otras que resultan secundarias.
Tiempo Argentino
Abril 19 de 2013
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