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En Brasil comienza otra batalla regional



Se suele afirmar por estas tierras, tan proclives a la desconfianza, que ciertos encuestadores, a medida que se acercan los comicios, van publicando los resultados verdaderos, cosa de no quedar el offside cuando se conozca el resultado final de la elección. Otros, que conocen la trama más íntima de la sociedad brasileña, sostienen que los nativos de la principal potencia latinoamericana son naturalmente muy mutantes, y que cambian con frecuencia de parecer. Sin embargo, a la hora de depositar el voto todo indica que prima un conservadurismo subliminal bastante arraigado. Esa tendencia, que impidió al líder del PT Lula da Silva ganar la Presidencia en sus tres primeras incursiones electorales, entre 1989 y 1998, ahora curiosamente le jugaría favor para que una amplia mayoría apruebe un segundo mandato de Dilma Rousseff.
Ya sea que se respalde una u otra interpretación de los estudios preelectorales, lo cierto es que poco queda de ese furor inicial de las agencias encuestadoras –y que repercutían de inmediato en los grandes medios con gran expectativa –acerca de un potencial triunfo de la candidata Marina Silva, ni bien se produjo el accidente que le costó la vida al candidato del partido Socialista, Eduardo Campos. Ahora, a menos de dos meses de esa tragedia, incluso, se habla de una victoria en primera vuelta de la sucesora del ex trabajador metalúrgico. Y fluyen ríos de tinta tratando de entender las razones para tan abrupta caída en la voluntad ciudadana hacia la ex ministro de Medio Ambiente de Lula.
No sería un buen punto jugarse por cualquiera de estas opciones, ni siquiera aventurar un resultado certero este domingo. Pero sí es interesante desmenuzar los motivos que convierten a Brasil en la avanzada de una batalla por el futuro de América Latina que se disputa de un modo sibilino, "mientras todos estamos ocupados en otras cosas", parafraseando a John Lennon.
Porque no conviene creer que es casualidad el repentino incremento de hechos de violencia en territorio brasileño días antes de la elección. Ya había sucedido semanas antes del comienzo del Mundial de Fútbol, que finalmente se desarrolló sin mayores perturbaciones, salvo la abrumadora derrota del "scratch" local frente a Alemania, algo que no parece haber influido demasiado en las inclinaciones electorales de los brasileños. Tampoco es casualidad que una semana antes haya perdido valor el real con relación al dólar, luego de que se comenzaran a develar los últimos sondeos.
Lo cierto es que en este mes de octubre se juegan simultáneas cruciales para el futuro de la región. Brasil, en primer lugar y no solo cronológicamente, vio en la campaña electoral cómo se fue desplegando una pelea por un modelo económico y también social. Eso se percibe en las posiciones que fueron adoptando los candidatos.
Tanto el tercero en las encuestas, Aecio Neves, del PMDB, como Campos primero y luego Silva, lanzaron juramentos de libre mercado y defensa del status quo neoliberal. La candidata ecologista, en tal sentido, dijo claramente que en caso de ganar será impulsora de un Banco Central independiente del poder político. Algo que Dilma se encargó de retrucar alegando que su gobierno mantiene la idea de una "autonomía relativa" en ese organismo porque una independencia absoluta "convertiría al BC en un cuarto poder". Discusiones estas que han atravesado el debate en varios países y se manifestó sobre todo en la Argentina.
Nuestro conocido James Petras, sociólogo y docente en la Universidad de California en Berkeley, en un reciente análisis detalla la inquietud que trasciende en Washington por la eterna puja entre las dirigencias militares y las corporaciones multinacionales, que en la práctica están desarrollándose en "el patio trasero" latinoamericano, donde se cruzan tensiones entre "el imperialismo militar y el capitalismo extractivo".
"En Argentina y Brasil, las políticas reformistas moderadas de los regímenes de Kirchner y Lula/Rousseff están bajo asedio. Haciendo trastabillar los ingresos de exportación, con déficits crecientes y presiones inflacionarias, han alimentado una ofensiva neoliberal que toma una nueva forma: populismo al servicio de la colaboración neoliberal con el imperialismo militar." El analista estadounidense evalúa que una parte de las corporaciones, a las que denomina "extractivas" porque sólo buscan la acumulación de capital, están divididas. "Algunos sectores mantienen lazos con el régimen (los gobiernos), otros, la mayoría, están aliados con el creciente poder de la derecha."
La derecha brasileña, agrega Petras, creyó encontrar en una antigua ambientalista la persona indicada "para llevar adelante la línea dura a favor del sector financiero neoliberal". Para la Argentina, el autor de El nuevo orden criminal considera que "el estado imperial y los medios de comunicación han respaldado los fondos especuladores y han lanzado una guerra económica a gran escala, reclamando un default con el fin de dañar el acceso a los mercados de capital de Buenos Aires y aumentar sus inversiones en el sector extractivo".
La semana entrante hay elecciones en Bolivia. Allí no quedó mucho de la derecha política. Esa tensión permanente entre democracia, necesidad de cambios y golpismo oligárquico fue laudado por el gobierno de Evo Morales hacia "el lado de la justicia" desde la intentona de la "media luna próspera" del Oriente boliviano de 2009. A partir de ese momento, y mediante el expediente de echar del país a representantes de ONG vinculadas a la CIA y de organismos como la DEA, pasando por embajadores demasiado interesados en intervenir políticamente fronteras adentro, las aguas se fueron calmando. El líder cocalero marcha hacia una segura victoria que incluso puede ser récord, luego de haber literalmente dado vuelta al país en una revolución pacífica como no se tienen muchos antecedentes en el mundo.
El último domingo del mes, los uruguayos también van a las urnas. Y allí también se plebiscita una gestión progresista, la que en 2005 comenzó el Frente Amplio de la mano de Tabaré Vázquez. De un tono mucho más moderado que su sucesor, el inefable José Mujica, Vázquez marcha primero en las encuestas pero hasta ahora hay sondeos que indicarían un posible triunfo de Lacalle Pou. Quizás porque el representante del Partido Blanco resulta más "vendible" que el del Colorado, Pedro Bordaberry. Ambos son de derecha, y ambos son hijos de ex presidentes. Pero Bordaberry fue el que dio el golpe institucional en 1973 que abrió las puertas a la dictadura militar.
Luis Lacalle Pou, en cambio, se muestra como un joven atlético, decidido y con aires de empresario próspero pero con sentimientos sociales. Una mezcla de Enrique Peña Nieto y Henrique Capriles, que promete no romper con las políticas inclusivas de los gobiernos progresistas del FA, pero mejorando "lo que no funciona bien". No es fortuito que haya sido recibido por líderes de la oposición argentina que buscan definir un perfil para 2015 pero caminando por los senderos de la centro derecha, que son, al decir de Arturo Jauretche, como circular por la vereda donde calienta el sol.
En horas tan determinantes para Latinoamérica, la noticia del asesinato de Robert Serra, la joven promesa del chavismo, genera más preocupación por la forma en que toma la disputa en algunos territorios. El año ya había comenzado con un plan de desestabilización contra el gobierno de Nicolás Maduro que puso en vilo al continente y que a pesar de los 43 muertos, no da señales de haberse saldado. Para Petras, "El caso de Venezuela destaca la persistente importancia del militarismo imperial en la política de Estados Unidos en América Latina." Sería interesante encontrar argumentos para decir que se equivoca. 

Tiempo Argentino
Octubre 3 de 2014

Ilustró: Socrates

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