“Una revolución está viniendo –una revolución que será pacífica
si somos lo suficientemente sabios; compasiva, si nos preocupamos lo
suficiente; exitosa si tenemos suerte– pero una revolución que está llegando,
queramos o no. Podemos influir en su carácter pero no podemos alterar su
inevitabilidad." El 9 de mayo de 1966, el entonces senador Robert F.
Kennedy explicaba así ante la Cámara Alta estadounidense las reflexiones de su
gira por el "patio trasero" latinoamericano. La frase fue rescatada
en estos días por Information Clearing House (http://www.informationclearinghouse.info/),
un sitio no partidario con información "que no publica la CNN", como
se jactan.
La Asamblea General de la ONU eligió ayer a cinco nuevos
miembros rotativos para el Consejo de Seguridad. Si hay un dato de relevancia
para la región es que Venezuela logró 181 votos para ocupar un lugar en la
primera votación, entre las 193 naciones que participan del organismo. A
España, otro país que aspiraba a un lugar, le costó un poco más y necesitó de
tres rondas para imponerse sobre Turquía.
Como se sabe, las plazas permanentes están en manos de
las cinco naciones que se declararon ganadoras de la Segunda Guerra Mundial,
Estados Unidos, Rusia –como continuadora de la Unión Soviética–- China, Gran
Bretaña y Francia. Otras diez bancas se reparten entre el resto de los países,
cada una por un período de dos años y en representación de las diferentes
regiones. La renovación de esos sitiales es de a mitad por año, de manera que
los cinco nuevos miembros deberán compartir parte de su mandato con Chad, Chile,
Jordania, Lituania y Nigeria. Argentina cede su lugar a la Venezuela de Nicolás
Maduro, el sucesor del líder bolivariano Hugo Chávez.
Los analistas coinciden en que entre los principales
desafíos que deberá enfrentar el nuevo Consejo de Seguridad figuran los
conflictos en África, Medio Oriente y Ucrania. A los que se agrega la crisis
económica y últimamente la falta de respuestas globales a la epidemia de ébola,
que parece haberse convertido en un grave problema en la medida en que se
extendió del África pobre hacia España y Estados Unidos.
La postulación de Venezuela, como era de esperarse, había
despertado críticas de la derecha internacional. La congresista estadounidense
Ileana Ros-Lehtinen, una anticrastrista visceral, había alertado a sus pares que
la nominación del país sudamericano "tendrá serias consecuencias para la
seguridad global y los intereses de Estados Unidos". La representante
republicana por Florida, argumentó que ahora Venezuela se convertirá en
"un golpe de propaganda para Maduro y sus titiriteros, el régimen
Castro". Por supuesto que Ros-Lehtinen, cubano-estadounidense, no estuvo
sola en esta virulenta crítica.
Uno de quienes la acompañó fue el venezolano Diego Arria,
quien fuera embajador ante las Naciones Unidas y candidato presidencial por la
derecha en Venezuela. Arria se quejó de que "un régimen como el
venezolano, que tiene un record olímpico de violaciones a los derechos humanos,
que se ha opuesto a todas las resoluciones de la Asamblea General que tienen
que ver con la paz, que es algo muy serio, tenga ahora el compromiso de
naciones de Latinoamérica y el Caribe de apoyarlo, pagándole de cierta manera
la ayuda que reciben".
Si es por desoír las decisiones de la ONU, en lo que
afecta a Argentina es evidente la sordera de Gran Bretaña para sentarse a
discutir la soberanía de Malvinas. Estados Unidos es campeón en este rubro y
sin dudas el más flagrante de los "olvidos" es el fin del bloqueo a
Cuba, un pedido refrendado cada año por una aplastante mayoría de estados miembros
del organismo –los rechazos se cuentan con los dedos de una mano- y que incluso
va alcanzando consenso dentro de los mismos EE UU.
Precisamente el The New York Times publicó una encendido
alegato por el levantamiento del embargo a la nación caribeña. Fue quizás el
más grande argumento desde que fue instaurado el castigo a la revolución
cubana, en 1961. Sobre todo porque proviene de uno de los medios más
influyentes en la dirigencia política estadounidense.
Claro que el NYT no podía aparecer apoyando al gobierno
de La Habana. Y si bien sostiene que “en conjunto estos cambios demuestran que
Cuba se está preparando para una era post-embargo”, dice que el “régimen” sigue
“acosando disidentes” y critica que “el proceso de reformas ha sido lento y ha
habido reveses”. De todas maneras el periódico le da ideas a Barack Obama, al
recordarle que la Casa Blanca no necesita respaldo del Congreso para reanudar
las relaciones diplomáticas. A su vez, le avisa que “un acercamiento a Cuba
ayudaría a mejorar las relaciones de EE.UU. con varios países de América Latina
y a impulsar iniciativas regionales que han sufrido como consecuencia del
antagonismo entre Washington y La Habana”.
El tono sinuoso del editorial despertó críticas en el
propio Fidel Castro, quien definió a la movida como un intento de obtener
"el mayor beneficio para la política" interna de Estados Unidos,
sumido en una realidad grave y en medio de una “compleja situación, cuando los
problemas políticos, económicos, financieros y comerciales se acrecientan”.
Más allá del artículo del líder de la revolución cubana
en el Granma, el NYT se hace eco de un clamor que va creciendo fronteras adentro.
Es que los descendientes de los primeros “gusanos” no conservan el mismo odio
al gobierno surgido en 1959 tras el triunfo de la guerrilla. Y además, la
crisis económica en muchos sectores estadounidenses hace ver las ventajas que
ganarían en poder comerciar con la isla.
Por otro lado, desde el punto de vista ideológico no hay
defensa posible del embargo. Salvo que el orgullo nacional del principal
imperio de la tierra todavía se considere herido por la afrenta de aquellos
barbudos entre los cuales fulguraba el argentino Ernesto Che Guevara. A esto
apunta el reverendo Jesse Jackson, alguna vez precandidato demócrata a la
presidencia, quien llamó a terminar con el bloqueo desde las páginas del
Chicago Sun-Times. "La oposición implacable del gobierno de Estados Unidos
a la presencia de Cuba en las reuniones hemisféricas, ha ofendido prácticamente
a todos nuestros vecinos", dijo.
"El embargo contra Cuba se ha mantenido en gran
medida por dos razones. En primer lugar, (Fidel) Castro avergonzó a la CIA y los
guerreros fríos, frustrando sus intentos de invadir la isla, desestabilizar el
régimen y asesinarlo", finalizó el religioso.
Documentos desclasificados del gobierno demuestran que el
propio Robert Bob Kennedy había promovido el levantamiento de la prohibición de
viajar a Cuba cuando era procurador de Justicia, en diciembre de 1963, poco
después del asesinato de su hermano John. RFK consideraba entonces que la
medida aprobada durante la administración de JFK no resultaba coherente
"con nuestros criterios de sociedad libre y contrastaría con cosas tales
como el Muro de Berlín y los controles comunistas a esos viajes".
Otros documentos desclasificados que salieron a la luz
estos días hablan de la intervención de la CIA en el asesinato del Che en
Bolivia, el 8 de octubre de 1967, cuatro años después del pedido de RFK al
Secretario de Estado, un año después del informe al congreso sobre su viaje a
América Latina y uno antes de que fuera asesinado a tiros tras haber ganado la
nominación como candidato a presidente por los demócratas. Toda una parábola.
Esa revolución que los Kennedy querían sofrenar o
conducir mediante la Alianza para el Progreso, siguió su marcha en Cuba y se
fue extendiendo al resto del continente de diversas maneras y en distintos
grados. El Chile de Salvador Allende fue uno de los casos más emblemáticos. Los
golpes de los '70 y los genocidios cometidos por las dictaduras militares
fueron la respuesta que llegó desde Washington.
El ALCA, la nueva Alianza para el Progreso, fue enterrada
en Mar del Plata en 2005. Para entonces, Evo Morales se disponía a ocupar la
presidencia de Bolivia, Chávez estaba en todo su esplendor, Néstor Kirchner
comenzaba a mostrar sus cartas regionales y Lula da Silva ponía en marcha sus
primeros planes sociales.
El domingo pasado, el ex líder cocalero ganó por tercera
vez una elección presidencial. Con una mayoría que le suma dos tercios del
parlamento tras ocho años de gestión. De pronto, el indígena que aprendió a
hablar castellano en una escuela argentina cuando su padre venía a hacer la
zafra, que para algunos no sería capaz de gobernar un país complejo como
Bolivia, es visto por los capitales internacionales como rubio y alto –incluso
en nada revolucionario semanario británico The Economist escribió artículos laudatorios
sobre su figura– y batirá un récord en el tradicionalmente combustible asiento
presidencial boliviano.
Ya lo había avisado Bob Kennedy. Se venía una revolución
en América Latina. Con sus diferencias y algunos retrocesos, pero ya sin la
“ayuda” estadounidense. Un dato a tener en cuenta.
Tiempo Argentino
Octubre 17 de 2014
Ilustró: Sócrates
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