El general Rubén Darío Alzate, a los 55 años, tiene un historial que
puede llenar de orgullo a sus pares. Estudioso, decidido, hizo cursos de
liderazgo y de contrainsurgencia en la academia de Fort Leavenworth, en
Kansas, y el Army War College (AWC), de Pensilvania. En un país tan
íntimamente ligado a Estados Unidos, la carrera de Alzate (nombre
simbólico si los hay para un general latinoamericano) puede decirse
brillante. Para lo cual necesita, claro, olvidar que se trata de la
misma nación que para obtener beneficios leoninos con la construcción
del Canal Interoceánico, inaugurado hace justo un siglo, forzó la
independencia de la provincia de Panamá.
Como parte de los acuerdos Torrijos-Carter, en 1999 el canal pasó a
manos del gobierno panameño. Para la misma fecha, Bill Clinton y Andrés
Pastrana firmaban el Plan Colombia, con el objetivo de "terminar con el
conflicto armado y crear una zona antinarcótica". Diez años más tarde,
Barack Obama firmaba otro acuerdo con Álvaro Uribe que, ante el cierre
de la base de Manta en Ecuador, otorgaba a las tropas estadounidenses
prácticamente el control total de siete bases militares desde las que se
puede vigilar todo el subcontinente y enviar aviones de guerra a
cualquier rincón en pocas horas. El contrato era incluso más leonino que
el del viejo Theodore Roosevelt en 1903 y la Corte suspendió su
vigencia en 2010.
Los acuerdos que se suelen considerar en todo nuevo "contrato" hablan de
los pactos militares previos desde 1952, tras la Segunda Guerra, y no
olvidan cuestiones económicas ni el cada vez más creciente combate al
tráfico de drogas. Casi la misma edad tiene la guerrilla en ese país.
El desafío de Juan Manuel Santos de pacificar a Colombia colisionó
desde el principio con quien fuera su mentor, Uribe. Convencido de que
la paz es el mejor negocio, Santos fue quien más avanzó en negociaciones
con los grupos insurgentes y quien más garantiza el cumplimiento de los
documentos que se firmen. En este marco desarrolló su carrera el
general Alzate.
Como se dijo, es un hombre muy preparado para la guerra y con mejor
instrucción aun para trabajar sobre poblaciones civiles en conflictos
armados internos. Según recordaba Joshua Goodman, de la agencia AP,
Alzate hizo su tesis en el AWC sobre el modo de actuar en escenarios de
insurgencia. Para lo cual se basó en textos de Mao Tse Tung y de un
intelectual francés, David Galula. Goodman destaca que el alto oficial
recibió la insignia de general de manos de otro de esos militares
estudiosos, el estadounidense David Petraeus.
Eran los tiempos de crecimiento profesional de ese hijo de un holandés
emigrado a Nueva York, quien alcanzaría su zenit y también su caída en
la era Obama. Petraeus formó parte de un grupo de oficiales de élite y
sólida ilustración que desde la guerra de Bosnia en adelante el
Pentágono desplegó en Oriente Medio y Afganistán. Integraba este selecto
club otro general de cuatro estrellas y alcance mediático, Stanley
McChrystal.
Hay una historia interesante que involucra a este dúo en maniobras y
manipulaciones de grueso calibre que en gran medida explican el fracaso
de Estados Unidos en sus últimas incursiones armadas. Todo comienza con
el almirante William Fallon, designado durante la gestión de George W.
Bush comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para
las guerras de Irak y Afganistán.
En marzo de 2008 la revista Esquire publicó el artículo "El Hombre entre
la Guerra y la Paz" donde el autor, que mantuvo un contacto muy
estrecho con el militar, lo describe como contrario a la estrategia de
imponer medidas más duras contra Teherán por su plan nuclear. Fallon
tuvo que renunciar y su lugar fue ocupado por Petraeus.
Meses más tarde, otro "top", Stanley McChrystal, se hacía cargo de ambos
frentes de batalla. Era el inicio de la administración Obama y todo
apuntaba a que el nuevo mandatario iba a cumplir con su promesa de que
las tropas volvieran a casa.
En junio de 2010 la nota de tapa de la revista Rolling Stone (RS)
causaba estupor en la Casa Blanca. En un extenso artículo firmado por
Michael Mahon Hastings, McChrystal se despachaba con todo tipo de
críticas y brulotes contra el gabinete demócrata y ridiculizaba
especialmente al vicepresidente Joe Biden. Convocado de urgencia a
Washington, tuvo que dimitir.
Muchos entendieron que no había sido inocente al aceptar la entrevista,
como tampoco habían creído en la ingenuidad de Fallon dos años antes.
Eran sin dudas señales del descontento por cómo se estaban llevando a
cabo las acciones en los dos países asiáticos, invadidos luego de los
atentados a las Torres Gemelas.
Petraeus popularizó desde las arenas de Irak la que tal vez haya sido su
contribución más importante a la estrategia militar estadounidense. Su
doctrina de contrainsurgencia, basada en los mismos textos de las
guerrillas en Vietnam y Malasia pero con signo inverso, buscaba captar a
las poblaciones locales con políticas de seducción más que la sola
aplicación de la violencia. Fue como una Biblia que convenció a la
dirigencia política de que había una forma de que iraquíes y afganos
amaran a los estadounidenses. Y además, que se amaran entre sí, sin
diferencias entre talibanes, moderados, chiítas y sunnitas.
"Petraeus casi redefinió el concepto de guerra en un nuevo manual de su
autoría (Counterinsurgency Field Manual) que puso en práctica en Irak.
Su idea principal era que los Estados Unidos no podían salirse de la
guerra. Tenían que proteger y ganarse a la población, vivir entre ellos,
para que un gobierno estable y competente pudiera prosperar. El nuevo
soldado, según él, debía ser un trabajador social, un planificador
físico, un antropólogo y un psicólogo", lo definió Hastings en RS.
Catalogado no sólo como intelectual sino también deportista y de
costumbres austeras, Petraeus llevó su experiencia a la CIA, donde fue
nombrado director en abril de 2011. Fue su cuarto de hora: el mundo le
sonreía y parecía girar según sus predicciones. Daba para confiar en que
al dejar Irak y Afganistán las tropas estadounidenses dejarían dos
sociedades estables y agradecidas. Si todo hubieses seguido así,
Petraeus estaba destinado a ser el nuevo Dwight Eisenhower que le
pronosticaban los asesores de imagen. Pero ese soldado adusto y frugal
tenía una debilidad. Y cuando en noviembre de 2012 se publicó que
mantenía una relación extramatrimonial con una mujer que estaba
escribiendo un libro sobre su vida, que para colmo, también era casada,
su final quedó echado. Estas horas de violencia en la región prueban que
ni siquiera su plan estratégico era lo que hizo creer.
Hastings murió en un accidente automovilístico en junio de 2013 en Los
Ángeles, a la edad de 33 años. Poco antes había dejado otro hallazgo,
también en la RS, cuando escribió que desde una unidad militar
estadounidense se habían puesto en marcha operaciones de inteligencia y
manipulación psicológica para conseguir dinero y apoyo político
destinado a las guerras asiáticas. Las víctimas habrían sido, según
Hastings, desde el senador republicano John McCain hasta el propio jefe
de las fuerzas armadas, Mike Mullen. Uno de los mandos de esas
operaciones citados en la revista, el teniente coronel Michael Holmes,
explica su tarea como "acciones psicológicas aplicadas a la cabeza de la
gente para conseguir que el enemigo se comporte como nosotros queremos
que se comporte".
El domingo pasado. Alzate, actualmente jefe de la Fuerza de Tarea
Conjunta, un grupo de élite contrainsurgente conocido como Titán, junto
con un cabo primero y una abogada que trabaja en esa institución
navegaban en bote, vestidos de civil por el río Atrato. El botero les
avisó que estaban cruzando un área de conflicto, pero el general lo hizo
seguir. Un poco más adelante fueron detenidos por efectivos de las
FARC.
Pudo pasar cualquier cosa, pero los guerrilleros simplemente dejaron ir
al botero y se llevaron a los demás. El primero en hablar del secuestro
de un general fue el solicito Uribe. Santos confirmó la noticia más
tarde, pero agregaba algo que pone las cosas en perspectiva. "Mindefensa
y Cdte Gral: quiero que me expliquen por qué BG Alzate rompió todos los
protocolos de seguridad y estaba de civil en zona roja", tuiteó el
presidente, para anunciar luego que suspendía el diálogo de paz en La
Habana.
Todo indica que los tres "retenidos" serán liberados en breve y las
negociaciones continuarán. Y sí, el alumno dilecto de Petraeus y sus
jefes deberán dar explicaciones. El caso se parece demasiado a una
operación "para que el enemigo se comporte como nosotros queremos que se
comporte". Por suerte las FARC no pisaron el palito.
Tiempo Argentino
Noviembre 21 de 2014
Ilustró Sócrates
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