Hace un par de años, en una charla en el Instituto
Argentino de Estudios Geopolíticos (IADEG), Leopoldo González Aguayo, cientista
político y docente en el Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad
Autónoma de México, contaba la añeja relación de las fuerzas militares y la
dirigencia política de su país con el comercio de droga. Específicamente,
ironizaba, en un país que aún lamenta estar tan lejos de Dios como cerca de la
principal potencia global, "eso también se lo debemos a los Estados
Unidos".
La explicación no tiene desperdicio. Cuando el gobierno
de Franklin Delano Roosevelt –que había hecho del aislacionismo en la segunda
guerra una bandera, percibió que le iba a resultar imposible mantenerse al
margen– evaluó medidas para volver a los campos de batalla. En toda guerra es
imprescindible contar con tecnología y una industria poderosa detrás. Pero
entonces también se precisaba suficiente y segura provisión de morfina para
aliviar los dolores de los soldados heridos o mutilados en combate.
Fue entonces que, recordaba González Aguayo,
"Washington le pidió al gobierno mexicano el abastecimiento de la droga,
lo que nuestra dirigencia cumplió con esmero, al igual que el Ejército
mexicano. Fue así que se estimuló el cultivo masivo de amapolas en el país,
esencialmente para producir opio en cantidades industriales." De ese modo
se abandonaron cultivos de frutales, legumbres y hortalizas por uno más
rentable.
Hay académicos que rechazan esta versión de la historia
porque no han encontrado documentación que la verifique. Lo que no es de
extrañar ya que se trató de acuerdos secretos. Revelarlos antes hubiese
implicado reconocer que EE UU planeaba entrar en guerra. Reconocerlos después,
su rol en el desarrollo de un negocio ominoso que cuesta miles de vidas de la
forma más violenta y que incluso subyace entre las causas más profundas en la
desaparición de los 43 estudiantes del Colegio de Ayotzinapa, un caso que
arrastra a la dirigencia política mexicana en pleno a una crisis que bien
pudiera ser terminal.
¿Por qué se habría impuesto el proyecto de adormideras el
sur del Río Bravo? La primera razón es que las tradicionales regiones asiáticas
–el triángulo dorado de Birmania, Laos y Tailandia– habían sido invadidas por
Japón. Los "negacionistas" de aquel espaldarazo a una verdadera
fiebre por el cultivo de amapolas –de cuyo bulbo se extrae no solo la morfina y
la heroína– sostienen que las zonas elegidas en México no son mejores que otras
dentro de Estados Unidos.
Sucede que Washington necesitaba garantizarse, además de
la morfina, fronteras seguras. En la primera guerra Alemania propuso ayudar al
México de la Revolución a recuperar el territorio que le habían birlado medio
siglo antes abriendo un frente en el sur estadounidense.
El caso es que abruptamente quedaron miles de hectáreas
aptas y productivas sin mercado legal. Ahí es donde comenzaron a tallar las
virtudes empresariales de los sectores más dinámicos de otro triángulo dorado,
el de Sinaloa, Durango y Chihuahua. "Constituye lo más granado de nuestro
emprendedor y exitoso empresariado", ironizaba González Aguayo.
Para esos años, las principales drogas eran la marihuana
y posteriormente la cocaína. México era productor de la primera y Colombia se
fue haciendo fuerte en nuevas cepas de coca desarrolladas especialmente para
cultivarse en la selva. En poco tiempo, los carteles colombianos se
convirtieron en verdaderas multinacionales que vendían una cocaína de primera
en los principales mercados del mundo. Estados Unidos en primerísimo lugar, y
luego Europa. Para ello contaron con la ayuda inestimable de la CIA y la DEA,
de fundación más reciente, para cuando el control de drogas se había convertido
en una estrategia destinada a la ocupación, con Richard Nixon. Conviene no
olvidar el papel de estos organismos en los '80 en la financiación de los
Contras en Nicaragua por medio de negocios ilícitos, como la venta de armas a
Irán y la comercialización y el peaje para el tráfico de drogas hacia el país
del norte, como reveló oportunamente el periodista Carl Bernstein, uno de los
investigadores del escándalo de Watergate.
Tras el homicidio de Pablo Escobar Gaviria y el
desmembramiento de los cárteles colombianos, comenzaron a destacar los
mexicanos, que ingresan la mercadería producida en Colombia o incluso en Perú
por la frontera. El 90% de la cocaína que sale de Colombia, atraviesa América
Central y sigue ese camino. Pero también venden producción propia: marihuana,
heroína y compuestos de diseño, como la metanfetamina. Se supone que el 70% del
tráfico de drogas ilegales que entran en Estados Unidos lo hace desde las zonas
calientes de Chihuahua, Sonora o Tamaulipas.
Fue así que prosperaron los carteles de Sinaloa,
Michoacán, y se hicieron famosos personajes como el Chapo Guzmán y los hermanos
Beltrán Leyva. Precisamente un desprendimiento de esta última organización
criminal, Guerreros Unidos, mantiene una vieja disputa con los Rojos por el
control del negocio en el estado de Guerrero.
Según cifras que recopiló el periodista Gustavo Castillo
García en el diario La Jornada: "En Guerrero se produce más de 60% de la
amapola y goma de opio de México. Estadísticas de la Organización de Naciones
Unidas refieren que en el país, desde 2008, se duplicó el número de hectáreas
de este cultivo ilícito, al pasar de 6900 hectáreas a 15 mil, y aumentar la
producción de 150 toneladas a más de 325."
En Guerrero permanece sosteniendo su historia de luchas
populares, el Colegio Normal Rural de Ayotzinapa. Es uno de las tantas escuelas
fundadas en los años 20 para alfabetizar a los campesinos: ese instituto forma
maestros rurales con conciencia de su papel en la sociedad. Allí se formaron
Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas, miembros luego del grupo
Partido de los Pobres en la década del sesenta, ambos tempranamente muertos.
Con estos antecedentes, los distintos gobiernos estaduales
o nacionales no vieron conveniente cerrar la escuela, pero en concreto la
asfixian financieramente. Es así que los reclamos estudiantiles son moneda
corriente entre el distrito de Tixtla y en Chilpancingo, la capital de
Guerrero. El 12 de diciembre de 2011 en una de esas manifestaciones la policía
reprimió mató a dos de alumnos.
El 26 de septiembre pasado, un grupo de muchachos iban a
Iguala también con ánimo de reclamo. Las circunstancias posteriores van
saliendo a la luz de a poco. El alcalde José Luis Abarca Velázquez tenía
vinculaciones con Guerreros Unidos a través de su esposa. Al parecer, no quería
protestas en su municipio, Iguala, y pidió impedir la posible manifestación.
Los chicos habían tomado tres ómnibus para trasladarse y fueron detenidos por
agentes policiales, quienes los habrían entregado a sicarios del cartel. Al día
de hoy 43 siguen desaparecidos y según la fiscalía general de México, fueron
asesinados y quemados hasta la disolución en polvo en los fondos de un basural,
porque los Guerreros los creyeron miembros de los Rojos.
Los padres de los jóvenes solo confían en el Equipo
Argentino de Antropología Forense para identificar los restos hallados. Pero la
crisis política arrastra a toda la dirigencia: al PRI en el gobierno central,
porque demoró una investigación seria; al PRD, el partido de izquierda fundado
por Cuauhtémoc Cárdenas que era la esperanza de cambio, porque tanto el
gobernador de Guerrero como el alcalde ganaron con el apoyo de esa agrupación.
Las policías, porque se reveló que hasta sus salario suelen ser pagados por los
narcos. El Ejército esta vez estuvo casi al margen. Buena la habían llevado en
el período del Felipe Calderón en el gobierno, cuando las acciones militares no
hicieron más que incrementa a límites demenciales el número y la violencia de
las respuestas criminales. Por eso también calla el PAN.
Desde La Habana, los negociadores de paz de las FARC
recordaron que Colombia también "ha estado sometida a estas prácticas de
intolerancia y barbarie, impuestas por concepciones de defensa diseñadas por la
estrategia dominadora de los Estados Unidos".
Las cifras globales no desmienten al grupo guerrillero
más viejo de América Latina. Los principales productores de droga del mundo son
Colombia, México y Afganistán. Según la Oficina de Naciones Unidas contra la
Droga y el Delito (ONUDD), el negocio representa cerca del 1,5% del PBI
mundial, unos 683 mil millones de dólares en 2013, y el 7% de las exportaciones
mundiales.
Cómo será que hace un mes la oficina estadística de la
Unión Europea, Eurostat, reveló que el PBI de los 28 países de la comunidad es
un 2,3% más grande si se le suman los beneficios de la prostitución y del
tráfico de drogas. La ONU también alerta que en 2014 las hectáreas cultivadas
con amapola en Afganistán crecieron un 7% y que la producción de opio aumentó
un 17 por ciento.
Conviene recordar que Estados Unidos mantiene desde 1999
el Plan Colombia, con un enorme despliegue de bases y de militares para
supuestamente combatir el narcotráfico. El Plan Mérida, en México, cumple
funciones similares desde 2008. Afganistán fue invadido por tropas
estadounidenses y de la OTAN en 2001.
Tiempo Argentino
Noviembre 14 de 2014
Ilustró Sócrates
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