Tras el encendido discurso de Nicolás Maduro pidiendo poderes especiales
para enfrentar la amenaza esbozada por el gobierno de Barack Obama,
surgió un chisporroteo con la flamante administración frenteamplista en
Uruguay. Un malentendido entre el presidente venezolano y el vice
oriental, Raúl Sendic, sobre la injerencia estadounidense en el país
bolivariano retrasó la reunión de cancilleres de la Unasur para tratar
esa suerte de declaración de guerra estadounidense. El entuerto alentó
esperanzas de quiebre entre los opositores a esta sólida unidad
regional que se observa en la última década en el sur americano. El
desafío es mantener el principio de asociación y no caer en la tentación
que se les ofrece desde el establishment basado en Miami.
La controversia era sobre el cariz que cada uno le da a la intromisión
de Estados Unidos en Venezuela. Como para aclarar las palabras que
cuestionó Maduro por timoratas, bien que sin nombrar al hijo del mítico
líder guerrillero tupamaro, el ex presidente y actual senador José
Mujica señaló que no necesita mayores evidencias de la actitud
estadounidense: "No necesito pruebas de que los norteamericanos se
meten, ¡si se meten en todos lados! Acá estamos podridos de que se
metan."
Otro que salió a respaldar a Maduro fue el arzobispo de Caracas, Jorge
Urosa. "Parece una exageración del gobierno norteamericano afirmar que
Venezuela sea una amenaza para la seguridad interna de los Estados
Unidos. Esa afirmación es inaceptable por las consecuencias que puede
tener para todos los venezolanos, no solamente para el gobierno
nacional." El cardenal primado de Venezuela condenó que justo cuando
Cuba y Estados Unidos abrieron un diálogo para normalizar sus relaciones
diplomáticas, se tensen las relaciones entre Caracas y Washington. Y
por una declaración del gobierno de Obama que Urosa no dudo en calificar
de "deplorable".
Es bueno detenerse en el contexto en el que se despliega esta escalada
belicista. El 10 y 11 de abril próximos se desarrollará en Panamá, la
VII Cumbre de las Américas. La gran novedad de ese encuentro de
mandatarios de países de la Organización de Estados Americanos será la
asistencia de Cuba, por primera vez desde que fuera expulsada por
presión de Estados Unidos en 1962. Antes, el miércoles que viene, la OEA
deberá elegir a su nuevo secretario general, en remplazo del chileno
José María Insulza.
El seguro remplazante será el uruguayo Luis Almagro, canciller durante
la gestión de Mujica y gestor de una buena relación con la
administración Obama, al punto que fue el encargado de llevar adelante
la negociación para el traslado de presos de Guantánamo y también
colaboró para abrir canales de diálogo entre La Habana y Washington.
Para tener una dimensión de lo que se juega conviene ver lo que piensan
no en el Salón Oval sino entre los que le "pasan letra" acerca de la
relación con América Latina. Y sin dudas uno de los más caracterizados
voceros de la derecha proestadounidense es el argentino Andrés
Oppenheimer, quien reside en ese país desde 1976 y editorializa desde el
Miami Herald y el canal CNN hacia el resto del continente. En una
columna que reprodujo el porteño La Nación, Oppenheimer fustiga a
Almagro, pero sobre todo a los gobiernos, por no tener otros candidatos
para ofrecer. Fundamentalmente porque para el autor de La hora final de
Castro, un libro que en 1992 se pretendió premonitorio –sin éxito como
demostró la historia– Almagro no es un personaje confiable para la OEA.
¿Lo ve poco apto para ocupar el cargo? Nada de eso. Se sincera el
columnista que cuando lo consultó sobre si una vez electo pediría "la
liberación de (Leopoldo) López y otros presos políticos venezolanos,
como lo han hecho (…) Insulza y las Naciones Unidas", la respuesta lo
sacó de eje. Almagro le dijo simplemente: "Nosotros hemos trabajado este
tema en el marco de la Unasur (y) en el marco de la Unasur vamos a
ajustar las variables."
Y aquí viene lo sustancioso de alguien que vale la pena seguir por su
"sinceridad brutal". Por un lado, Oppenheimer sostiene que "la OEA sigue
siendo una institución más grande y potencialmente más importante que
la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un grupo que fue creado
para excluir a los Estados Unidos y México de las decisiones
regionales." A continuación apunta que "la OEA tiene una Carta
Democrática y una respetada Comisión de Derechos Humanos. Además, cuenta
con más de una docena de agencias especializadas en drogas, seguridad
ciudadana y educación", pero, reconoce, "en los últimos años, ha sido
eclipsada por la Unasur en las principales crisis regionales".
Parte de esta argumentación es seguida por personeros de la derecha a
pie juntillas. Sin embargo hay un par de cuestiones que explican por qué
Unasur sí y la OEA no. Desde la ominosa expulsión de Cuba en 1962 en
adelante, ningún golpe de Estado de los tantos que hubo en América
Latina implicó una respuesta drástica en defensa de la democracia de ese
organismo.
Es bueno recordar que las deliberaciones para la creación de la OEA
–cuyo nacimiento se produjo en mayo de 1948 en Bogotá– son coincidentes
con el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril,
que desató el Bogotazo, un levantamiento popular que dejó un saldo de
entre 500 y 3000 muertos por la represión, según las fuentes que se
consulten. Son pocos los que creen en la casualidad de ambos
acontecimientos, sobre todo porque según algunos historiadores, en la
agenda de Gaitán para el día en que lo mataron figuraba una entrevista
con un líder estudiantil cubano: Fidel Castro.
Hay analistas de sectores progresistas que no ven a Almagro con buenos
ojos. Interpretan que su llegada a la Secretaría de la OEA forma parte
de un acuerdo macro entre Montevideo y Washington que incluye no sólo el
traslado de presos de Guantánamo sino un puente que a través del
acercamiento Cuba –EE UU lime asperezas con el resto de la región,
ostensiblemente opuesta a los pasos que da Obama y sobre todo su
secretario de Estado.
Es que todavía resuena la frase de John Kerry ante el Congreso hace
justo dos años, calificando a sus vecinos del sur como el "patio
trasero" de Estados Unidos. Si a esto se agrega la declaración de
Venezuela como "una amenaza para la seguridad nacional" no parece el
mejor comienzo para una "bella amistad".
Puede entenderse que la afrenta del premier israelí Benjamin Netanyahu
en el Capitolio fustigando la negociación por el plan nuclear con Irán
haya golpeado en el orgullo del mandatario demócrata. También que
aceptar el reingreso de Cuba puede herir susceptibilidades de los
exiliados en Miami. Pero atacar a Venezuela en represalia suena a
justificación infantil. El problema es que los halcones que se afilan
los dientes para desgarrar el país bolivariano no son criaturas
fastidiadas. La historia latinoamericana que detalló Maduro ante la
Asamblea Nacional recuerda el carácter criminal de los golpistas.
La crítica de Oppenheimer a Almagro pasa por otro lado. "No estoy seguro
de que la OEA podrá recuperar un rol de liderazgo con un secretario
general según el cual la crisis de Venezuela deberá resolverse 'en el
marco de la Unasur'", dice el también autor de Cuentos chinos, de 2005.
Este sábado, en Quito, los 12 cancilleres de la Unasur buscarán
consensos para armar una cumbre presidencial. El ecuatoriano Ricardo
Patiño activó el encuentro frustrado en Montevideo desde su cuenta de
Twitter, donde refrendó al "viejo luchador Eloy Alfaro", otro liberal
asesinado, en 1912, quien decía que "en la demora está el peligro". Y
sí, conviene apurar una reunión de mandatarios en la que se dará la
formal respuesta que la mayoría de los presidentes ya expresó en forma
individual.
Se sabe que Tabaré Vázquez no es Mujica, y que su canciller Rodolfo Nin
Novoa tampoco es Almagro. Pero Montevideo, además de estrechar vínculos
con Washington, quiere a Almagro en la OEA. Una respuesta contundente
de la región podría ser no asistir al cónclave de Panamá. O, en su
defecto, ir para armar lío, como pide el Papa Francisco. Maduro dijo que
no va a tener problema en viajar, Cuba, por ahora, tampoco.
Las cartas están echadas, y el reconocimiento de que Unasur –una
creación de Hugo Chávez– tiene peso en la región es, de por sí, un
triunfo para los latinoamericanistas. Tal vez en el nerviosismo que
genera esta certeza haya que buscar la grosera declaración de Obama. En
el fondo puede que esta sea, en realidad, la verdadera amenaza que
Venezuela entraña para Estados Unidos. Que le da sentido a la
integración.
Tiempo Argentino
Marzo 13 de 2015
Ilustró Sócrates
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