El presidente Juan Manuel Santos asumió su segundo mandato con la
expectativa de lograr el supremo anhelo de la mayoría de los
colombianos: sellar una paz definitiva con los grupos guerrilleros. Con
ese objetivo y principal oferta de campaña, Santos ganó la segunda
vuelta y aceleró las negociaciones con las FARC en La Habana, que
comenzaron en 2012 en Oslo, para terminar con las últimas puntadas de un
acuerdo sostenible en el tiempo.
Es que hubo otros acuerdos con la guerrilla en el medio siglo que pasó
que terminaron en verdaderas cacerías humanas. La derecha más cerrada de
Colombia necesita del estado de guerra permanente para mantenerse en el
poder. El Pentágono necesitó el conflicto para extender sus tentáculos a
América del Sur a través de sus bases militares. Los intentos de
personajes como Álvaro Uribe por petardear cualquier acercamiento han
sido ostensibles y hasta descarados. Pero por sobre el discurso del
miedo y el militarismo que proponía el candidato uribista, en la
sociedad primó la promesa de un futuro de armonía para todos.
Como regalo para el nuevo mandato, ayer la Corte Constitucional de
Colombia le aprobó a Santos el proyecto que autoriza la participación
política de los guerrilleros que se desmovilicen para incorporarse en la
vida democrática. La reinserción de los rebeldes es un tramo tan
espinoso de resolver como imprescindible para lograr un marco de
convivencia civilizada en un país atravesado por décadas de violencia.
Por eso, los jueces se apuraron a aclarar que el beneficio será para
quienes no hayan cometido delitos de lesa humanidad.
Según cifras oficiales del Centro Nacional de Memoria Histórica
publicado en 2013, la guerra civil dejó desde 1958 más de 220 mil
muertos y produjo casi 6 millones de desplazados. "El reloj de la
violencia no letal registra, según datos acumulados, que entre 1985 y
2012 fueron desplazadas 26 personas cada hora como consecuencia del
conflicto armado, mientras que cada 12 horas fue secuestrada una
persona. El período 1996-2005 fue más crítico: una persona fue
secuestrada cada ocho horas, y un civil o un militar cayeron cada día en
una mina antipersonal", señalaba el voluminoso informe de 400 páginas
titulado Basta Ya. La coordinadora del estudio, Martha Nubia Bello,
explicó las razones por las cuales resultaba imposible determinar
exactamente la cantidad total de víctimas. "Uno de los objetivos
principales de los actores armados es el de invisibilizar. Que no se
vea, que no se noten los muertos", dijo.
Contra la conocida sentencia del teórico alemán Carl von Clausewitz de
que "la guerra es la continuación de la política por otros medios", el
filósofo francés Michel Foucault deslizó en un curso que dio en 1975 que
"la política es la continuación de la guerra por otros medios". Es
cierto que una de las condiciones para desatar una guerra es que la
política no esté en condiciones de resolver un conflicto. Otra es que
los dos bandos estén de acuerdo en batallar. "Se necesitan dos para
bailar un tango", resumía Perón. Una guerra, finalmente, es la forma
violenta de obligar a que el enemigo acepte las condiciones del ganador.
Sin embargo, ninguna guerra puede ser eterna. Y es aquí donde por
fatalidad de los hechos se debe retornar a la política como forma de
canalizar las divergencias. El grueso de la dirigencia colombiana, al
igual que los líderes guerrilleros, se fueron encaminando hacia la mesa
de negociaciones cuando percibieron que la guerra no llevaba hacia
ningún lado. Que nadie la podía ganar en un tiempo razonable. Que es
mejor negocio la paz.
En estas horas, negociadores de Israel y Palestina intentan prolongar un
alto el fuego que evite nuevas matanzas en la Franja de Gaza. El
conflicto en Medio Oriente no es mucho más antiguo que el de Colombia,
porque el nacimiento del Estado de Israel –14 de mayo de 1948– coincide
casi exactamente con el asesinato del candidato a la presidencia Jorge
Eliécer Gaitán –9 de abril de 1948– que dio origen a levantamientos
armados que algunos años más tarde resultaron en las FARC.
Las cifras de víctimas en Palestina también son escalofriantes: se
estima que desde ese 1948 se registraron al menos 51 mil muertos y un
total de desplazados que supera a los 700 mil palestinos que aún se
reclama en los foros internacionales. Sólo en los últimos dos grandes
operativos israelíes, Plomo Fundido de 2009 y el actual Borde Protector,
hubo un total de 3200 palestinos muertos y 80 israelíes.
Uno de los puntos para cumplir con la Resolución 181 de Naciones Unidas
que repartió el territorio de Palestina en dos estados, es el
reconocimiento de las naciones árabes al Estado judío. Lo que a su vez
derivó en el no reconocimiento de las fronteras palestinas. La guerra de
los Seis Días no hizo sino profundizar el antagonismo, ya que las
tropas israelíes ocuparon territorios asignados para la creación de un
Estado árabe. La construcción de asentamientos en esos territorios fue,
con el tiempo, otro punto de choque. En ambos casos hay resoluciones de
la ONU y del tribunal de La Haya que especifican la ilegalidad de la
ocupación.
Para los sucesivos gobiernos israelíes, es crucial el reconocimiento del
Estado judío y el fin de atentados cometidos por grupos extremistas,
como es el caso de Hamas, que ganó la elección en Gaza en 2005
desafiando el poder de Mahmud Abbas en Cisjordania.
Para lograr acuerdos duraderos y sostenibles es indispensable una firme
voluntad política y el apoyo mayoritario de la sociedad. Algo que se
logra con fuertes liderazgos en cada uno de los sectores en pugna. El
primer ministro Benjamín Netanyahu se puso a la cabeza de este
operativo, luego un par de hechos relevantes: en abril Al Fatah, el
grupo moderado que gobierna Cisjordania, acordó la formación de un
gobierno de unidad con Hamas. Luego vendría el asesinato de tres jóvenes
israelíes y la represalia contra un muchacho palestino. Después, un
planteo del canciller Avigdor Lieberman acusando de tibieza al premier
ante un clima agravado por el lanzamiento de cohetes desde la Franja de
Gaza. No hace falta abundar en detalles del operativo militar.
¿Qué pasó luego? Para el escritor estadounidense Norman Finkelstein, un
conocedor del tema: "Netanyahu, básicamente opera bajo dos limitaciones:
la restricción internacional –es decir, hay límites a las muerte y
destrucción que se puede infligir en Gaza– y luego la restricción
interna. La sociedad israelí no tolera un gran número de combatientes
muertos". ¿Por qué no hubo un freno antes? Otra vez conviene escuchar a
Finkelstein: "Cada vez que Obama dijo que Israel tiene derecho a
defenderse, fue la luz verde para continuar con el bombardeo en Gaza (…)
El límite fue cuando Israel empezó a concentrarse en los refugios de la
ONU y la presión comenzó a acumularse." Fue entonces que Ban Ki-moon
tildó a esos hechos de acto criminal y Obama de "deplorables".
¿Hay alguna vía de solución? Sería difícil dar una respuesta
concluyente. Por lo pronto, el ex presidente Jimmy Carter –que en 1979
logró el acuerdo entre Egipto e Israel que firmaron Anwar el-Sadat y
Menahem Begin– escribió un artículo con la ex presidenta de Irlanda y
luchadora por los Derechos Humanos Mary Robinson donde dan una
posibilidad, que por ahora suena horrorosa a los oídos de la extrema
derecha israelí. Carter y Robinson, miembros de la ONG The Elders (Los
Ancianos), creada por el fallecido líder sudafricano Nelson Mandela,
recomiendan reconocer a Hamas como actor político en Palestina. La
alianza de abril con Al Fatah, considera el dúo de ex mandatarios, "fue
una concesión importante de Hamas hacia la apertura de Gaza al control
conjunto bajo un gobierno tecnocrático que no incluyó a ningún miembro
de Hamas. El nuevo gobierno también se comprometía a adoptar los tres
principios básicos exigidos por el cuarteto de Medio Oriente –Naciones
Unidas, Estados Unidos, Unión Europea y Rusia–: la no violencia, el
reconocimiento de Israel y la adhesión a los acuerdos de paz."
Los israelíes, por lo pronto, reclaman en esta ronda de El Cairo la
desmilitarización de Hamas, mientras que los representantes palestinos
exigen el levantamiento del bloqueo sobre Gaza y la creación de un
puerto. Si bien no se habían visto cara a cara, había una delegación de
Hamas en la ronda de diálogo. Una forma indirecta de reconocimientos
mutuos de resultado incierto.
Tiempo Argentino
Agosto 8 de 2014
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