sábado

Mantener la calma con una pistola en la nuca



Lo que tienen algunos opinólogos de la derecha es que, como se sienten dueños, no tienen empacho en decir ciertas cosas sin aditamentos. Es lo que ocurre con Carlos Pagni, uno de los estrellas de La Nación, furioso antiK y sin dudas del lado menos amigable para hablar del manejo de la controversia con los fondos buitre. En una columna de este  viernes  que tituló “El alto costo de un capricho”, Pagni sostiene que “Acusar a los holdouts porque «quieren más» es ignorar que la justicia a la que las partes se sometieron les dio derecho a más”.
Luego cuestiona el argumento oficial de que no se conformaban con el 300% que se les ofrecía porque “no se está debatiendo un contrato entre un país y sus acreedores, sino la determinación del capitalismo de «tumbar» a un «modelo» impertinente, que no se sometió a las exigencias del sistema financiero” (Pagni dixit). La crítica es que la postura gubernamental es inocente. “Era natural que esos acreedores no iban a aceptar los términos de los canjes. Por eso fueron a juicio”.
Cristina Kirchner y Kicillof siguieron acusando a Griesa de coincidir con los «buitres». Tienen razón –destaca- . Griesa, como la mayoría de los jueces neoyorquinos, suele ser más sensible al derecho de propiedad de los acreedores que al «interés general». Más: identifican el interés general con el derecho de propiedad de los acreedores. Y suelen provenir, como Griesa, de estudios jurídicos que defienden a los bancos. Pero la Presidenta y el ministro olvidan que la Argentina se sometió a esa justicia por esas razones. Es decir, porque cuando intervienen magistrados que sacralizan la letra de los contratos los que prestan su dinero cobran una tasa de interés inferior. En otras palabras: la afinidad de los Griesa con los acreedores fue, en su momento, un subsidio para los deudores”.
Se puede agregar que los bonos en cuestión no fueron  emitidos por este gobierno. Y que la sociedad y la dirigencia política no mostraron en su momento ninguna oposición al tribunal porque las crisis de la deuda implicaban dar respuesta urgente con una pistola en la nuca. Los medios cacarearon entonces- La Nación, entre ellos- sobre la necesidad imperiosa de aceptar ese tribunal o perecer. Pero las políticas de shock, que abrieron las puertas a la entrega del patrimonio nacional, llevaron indefectiblemente a la crisis del 2001.
Ahora la sociedad aprendió. Se nota en las calles que no quiere comprar el discurso de apurar definiciones bajo amenaza de las peores consecuencias. Y está bien. Ni en la vida cotidiana es bueno negociar bajo presión.
Es cierto que una pistola en la nuca es peligrosa. Depende de la pericia de quien la empuñe que no se dispare el tiro fatal. Y de que quien padece el frío caño en la piel no haga un movimiento que desencadene la matanza.
Pero es bueno recordar aquella idea de Néstor Kirchner de que nadie le puede cobrar a un muerto. Sigue siendo una carta ganadora. Los buitres quieren castigo, si, pero sobre todo aprecian el dinero. Y si aprietan el gatillo no tendrán quién les pague. Esa es una ventaja para cualquier deudor. Solo hace falta mantener la calma.

Agosto 2 de 2014

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