La noticia volvió a ser la moneda china. Por tercer día consecutivo las
autoridades económicas corrigieron el tipo de cambio, que suma alrededor
de un 5% de caída en tres días. Una decisión que despertó todos los
fantasmas de una profundización de la crisis económica que asola en los
países desarrollados desde 2008 y que ahora podría estar extendiéndose a
los emergentes, del que China es como un faro.
Para los popes de la entidad monetaria china, estaría "concluida en lo
esencial" la tarea de fijarle un nuevo valor al renminbi en relación con
el dólar. Una medida que, aclaran, es técnica porque lo que se hizo fue
cambiar el modo en que se fija el tipo de cambio.
Ningún procedimiento económico es neutro. Sobre todo para ese genérico
que se denomina "mercados", que como se sabe, son entes esencialmente
temerosos hasta la histeria y quedaron aterrados con la idea de que
estalle una guerra de divisas que desnude la debilidad actual del
sistema capitalista.
Por eso cayeron las bolsas en todo el mundo, aunque luego vieron señales
de que o todo podría mejorar a un plazo relativamente corto o, quién
sabe, encontraron nichos dónde obtener ganancias rápidas con un toma y
daca en un clima de zozobra.
Por lo pronto, el que habló desde Beijing, señala un cable de la agencia
oficial Xinhua, fue Zhang Xiaohui, vicegobernador del Banco Central de
China (BCCh), quien dijo que el yuan ahora debería "permanecer fuerte a
largo plazo" y quitó expectativas de otra devaluación como las que desde
el martes levantan tensiones en todos los rincones del planeta.
Zhang justificó las medidas correctivas en que la cotización de la
divisa que ostenta el rostro de Mao Zedong había estado demasiado tiempo
"alejada del valor real del mercado". Una forma elíptica de mostrar el
hecho que se había estado revaluando contra las monedas fuertes.
Durante los últimos meses, en paralelo con la crisis por la deuda
griega, el renminbi se espejó con el dólar pero con relación a la moneda
europea, su valor creció un 20%, lo que dificultaba el ingreso de
productos chinos en el mercado más apetecible y del que proviene una
parte sustancial de inversiones y tecnología.
Mientras el crecimiento de China fue explosivo, todo parecía marchar
sobre rieles, aunque las protestas por la forma en que el gigante
asiático fijaba el valor de cambio estaban a la orden del día. Pero
desde 2010 ese crecimiento se fue desacelerando. Un poco porque el
gobierno decidió dejar de ponerle gas al desarrollo para privilegiar
inversiones sociales, y otro poco porque el resto del mundo no es
precisamente un jardín de flores.
Algunos datos ayudan a entender este panorama. Si bien la inversión
extranjera directa (IED) fue un 5,2% mayor que el año pasado, la cifra
es significativamente menor que en años anteriores. De todas maneras,
casi el 20% de esa inversión proviene de la Unión Europea.
Para algunos analistas, la señal de alarma sobre la situación china la
dio la baja en las exportaciones, que entre julio de 2014 y julio de
2015 cayeron un 8,3% y de importaciones, un 14,3 por ciento. El otro
dato fue que la producción industrial creció en 12 meses un 6%, mucho
menos de lo esperado, al igual que el gasto estatal en infraestructura,
que lo hizo "apenas" el 11,2%, el nivel más bajo desde el año 2000.
Cierto que para economías a escala humana estos números distan de ser
exiguos. Para quien mira el mundo desde este lugar modesto del sur de
América, este debate por una baja de tres o cuatro puntos podría
resultar inverosímil. Pero desde que China ingresó de lleno a competir
en el mundo capitalista, a partir de 1979, con guarismos que llegaron a
parecer ridículos, con años de alrededor de un 15 % de crecimiento del
PBI. El enorme mercado potencial chino, 1350 millones de personas, y el
de su clase media, de unos 250 millones, debería seguir siendo un enorme
imán para la reproducción continua de los capitales durante los
próximos decenios. Por eso cualquier signo de debilitamiento crea pánico
en los inversores.
Más allá de lo que se piense en términos del hombre de a pie
rioplatense, estas cifras y las perspectivas de que todo podría ir peor
comenzaron a minar la confianza y aparecieron números para avivar esos
temores. El fabricante chino de computadoras Lenovo anunció el despido
de 3200 empleados, el 5 % de su plantel, luego de contabilizar pérdidas
de 105 millones de dólares en el segundo trimestre del año. Esto a pesar
de que en ese mismo lapso sus ingresos aumentaron un 3 por ciento. La
empresa, sin embargo, culpa de su momento poco feliz a que la
expectativa por la salida de Windows 10 demoró decisiones de compra de
muchos clientes. Cabe decir que Lenovo se hizo hace diez meses del
negocio de celulares de Motorola.
Donde sí hubo un bajón fue en la industria siderúrgica, que cayó en un
año un 1,3% hasta un mínimo de producción que no tenía desde hace dos
décadas. Citado por Xinhua, Zhang Guangning, presidente de la asociación
que nuclea a las acerías china, consideró que "la producción china de
acero crudo probablemente alcanzó su tope en 2014”.
Estos datos ya estaban latentes hace algunas semanas, cuando la
principal bolsa de China, Shanghai, comenzó una caída que tras un par de
fuertes tumbos arroja un 20% desde junio. Debe tenerse en cuenta que
había crecido un 150% en los meses previos sin que la economía real le
hubiese dado indicadores de un crecimiento que acompañara esta
expectativa.
Esta vez, los mercados parecieron ser funcionales al establishment
estadounidense-europeo, que sin dudas veía mal el encuentro entre los
países BRICS en Shanghai que había decidido poner el marcha el Banco de
Desarrollo de los países miembro, Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica. Una entidad financiera destinada a cumplir el rol al que el
FMI renunció en los 80 cuando se hizo vocero y promotor de las ideas
neoliberales. Cuesta creer que no se tratara de un golpe de mercado
contra la iniciativa de los principales emergentes en el contexto de una
aceleración de las negociaciones de Estados Unidos para la firma del
Tratado Transpacífico (TTP), que liberalizaría el comercio entre las
naciones de la Cuenca del Pacífico de América latina y de Asia sin la
participación de China ni Rusia, con costas en ese océano.
Por eso hay quienes avizoran en esta movida una respuesta en el plano de
una guerra de divisas ante el embate bursátil y la amenaza del TTP. En
Estados Unidos ya aparecieron voces críticas, como la del inefable
Donald Trump, que lanzó otra andanada de diatribas contra la posibilidad
de que los chinos invadan el mercado con sus productos. El senador
republicano por Iowa Chuck Grassley no le fue en zaga: "China ha
manipulado su moneda por un largo tiempo. Esto es sólo el ejemplo más
reciente, y es más allá de la hora de hacer algo al respecto ",
advirtió.
En esta ocasión, el FMI se apresuró a aplaudir la medida. Ahora viene a
cuento detallar que en realidad lo que hizo el BCCh fue cambiar el modo
en que determina el valor de su moneda en relación al resto de las
divisas relevantes. Hasta el martes, fijaba el valor de acuerdo a pautas
económicas y de crecimiento. De ahora en más será el resultado de las
cotizaciones diarias y del precio del cierre anterior. ¿Por qué celebra
el FMI ? Porque esto implica que China acepta que el valor de su moneda
se mueva de acuerdo a oferta y demanda. "Parece un buen paso que debe
permitir a las fuerzas del mercado desempeñar un papel más importante
para determinar el tipo de cambio", indicó.
Otra cuestión que sobrevuela es el deseo de China de que su divisa forme
parte del selecto círculo de las monedas de cambio y reserva
internacional, que integran el dólar, el euro, el yen y la libra
esterlina. La llave –la bolilla negra, como sucede en cualquier club
exclusivo – la tiene el FMI. Las señales que se dieron el Fondo y el
BCCh son auspiciosas en tal sentido. Conviene recordar que ya el 22%
del comercio internacional se hace en yuanes. También sería bueno
analizar cómo repercutiría en el dólar la llegada de un nuevo socio. Y
hasta qué punto la Eurozona no tenía más remedio que someter a brutales
ajustes a los griegos con tal de demostrar la fortaleza del euro.
El Banco Central Europeo (BCE), que entiende cuál es el juego, dijo que
la devaluación del renminbi podría tener un impacto negativo mayor de lo
esperado en esa región. "Este riesgo –señala un informe emitido ayer en
Francfort- podría agravarse por efectos negativos colaterales de los
incrementos en las tasas de interés de Estados Unidos sobre las
economías emergentes."
Por ahora la situación es de incertidumbre, y la influencia de esas
decisiones no se hizo ver en América Latina. Acá hay una guerra contra
los gobiernos populares que por ahora se desarrolla en el plano de la
política. También en esto habrá que estar alerta.
Tiempo Argentino
Agosto 14 de 2015
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