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El otro lado del Eurotunel


El paso de Calais históricamente fue un punto estratégico entre el continente y las islas británicas y cambió varias veces de mano, entre las coronas de Inglaterra y Francia. También es un desafío para nadadores que quieren entrar en los libros de récords por cruzar esos 33 kilómetros del Canal de la Mancha que separan a Calais de Dover, en el Reino Unido. Era el sitio indicado para construir un túnel que integrara por tierra a Europa con la orgullosa Albión, un proyecto demorado por muchos años que se pudo plasmar recién en 1994.  Ahora, a 21 años de su inauguración, el eurotúnel muestra la imagen ajada de este oscuro momento que vive la Unión Europea. Un espejo donde se muestran no tanto las grandezas de la integración como las miserias que destapan sus incursiones bélicas y las políticas neoliberales.
El jueves, el primer ministro británico David Cameron se despachó con un calificativo de "plaga" para definir a los miles de inmigrantes que pugnan desde hace meses para entrar a la isla por debajo del estrecho de La Mancha. Usó una palabra que muchos traducen como enjambre, swarm. Pero aún en su versión más benévola, el término reduce los inmigrantes a la categoría de insectos, lo que obviamente despertó las más furiosas críticas de la oposición del mandatario conservador.  Cameron, que hace unas semanas ganó la reelección, no se iba amilanar por las quejas y dobló la apuesta, prometiendo deportar a quienes quieran ingresar de manera ilegal en su país y colocar vallas y perros para impedir que intenten saltar.
En los últimos año, la inmigración se convirtió en un grave problema especialmente para los países del sur de Europa, los que están más cerca del continente africano y el Medio Oriente y paralelamente los más castigados por la crisis económica desde 2008.
En lo que va de 2015 cruzaron a través del Mediterráneo unos 100 mil inmigrantes y se estima que unas 2000 personas se ahogaron tratando de llegar desde el norte de África a Lampedusa en barcazas atestadas de desesperados. Esta situación puso en el tapete el caso italiano, sin embargo es por Grecia por donde entraron la mayoría de los que pudieron ingresar al Viejo Continente. No es que traten de quedarse en esos distritos, que no son precisamente un paraíso, sino que buscan cruzar a otros territorios más prósperos aprovechando las ventajas de la falta de fronteras interiores. Lo que ya puso en debate la "permisividad" de la Unión Europea hacia el resto de la humanidad. Se debatió a mediados de junio un sistema de cuotas a pedido del gobierno de Matteo Renzi para que el problema, a esta altura una crisis humanitaria, no repercutiera solo sobre las espaldas de los italianos.
¿De dónde provienen los inmigrantes que buscan nuevos horizontes en Europa? Son de países que sufren guerras civiles y violencia étnica o tribal. No casualmente, salen de Túnez y principalmente Libia, una nación atravesada por luchas tribales desde las incursiones de la OTAN hace cuatro años. Pero muchos de ellos se fueron desplazando desde el África central o desde la región del llamado Cuerno. A Grecia llegan desde Afganistán, Siria, Irak. No vale la pena repetir lo que ocurre por esas latitudes luego de las invasiones de EE UU y la OTAN ¿No será más adecuado llamarlos refugiados, entonces?
En el caso de Calais, la Acnur, el organismo de las Naciones Unidas especializado en la cuestión, no tuvo dudas en hacerse cargo del drama y ya en marzo había denunciado las deplorables condiciones en que estaban las 3000 personas que subsisten en el campamento llamado "La Jungla". "Tienen 30 canillas de agua potable, 60 duchas, 20 sanitarios, falta atención médica y alimentación”, fue el escueto y lapidario informe. Médicos Sin Fronteras agrega que la mayoría de los refugiados son de Eritrea, Etiopía, Sudán y Afganistán. Reporteados por la BBC, muchos de ellos coincidieron en que habían decidido ir para Gran Bretaña porque la vida en sus naciones de origen es imposible, conocen el idioma –ventajas de haber nacido en una ex colonia- y por más que los servicios sociales estén maltrechos, son mucho más de lo que podrían haber soñado jamás en cuanto a educación y salud, además de que pueden aspirar a algún subsidio o pensión que les permita al menos tener una moneda en el bolsillo. Otros integrarán el ejército de trabajadores en negro, que bajan el salario al resto de la población por su competencia. Pero para ellos, es eso o la muerte en cualquiera de sus variantes.
El clima en la entrada al túnel en Calais se endureció desde que el miércoles un refugiado que intentaba colarse en un camión fue atropellado y murió instantáneamente. Según la administradora, Eurotunnel, desde el lunes hubo un promedio de 2000 intentos de cruzar y sólo en un día se registraron 300 arrestos. "Que haya 2000 intentos no quiere decir que sean 2000 personas, puede ser que la misma persona lo haya intentado varias veces", aclaró un voluntario de una ONG que colabora con los inmigrantes, citado por la agencia Télam.
Pero hay otro detalle de este espejo que es el túnel de Calais que para gran parte de las agencias pasó a segundo plano y sin embargo es otra cara de Europa. Muchos inmigrantes pudieron cruzar en estos meses aprovechando un conflicto laboral, donde el túnel estuvo cortado por trabajadores de una empresa naviera que quemaron neumáticos en la entrada francesa. Sucede que la entidad que opera el cruce de La Mancha tiene tres buques, dos de pasajeros y uno de carga, cuya explotación está a cargo de una empresa llamada MyFerryLink.
La compañía fue fundada en 2012 sobre la base de la quebrada Seafrance y en la práctica fue hasta hace unos días una empresa recuperada, gracias al empuje de un dirigente gremial de los marinos del norte de Francia, Didier Capelle. El hombre, de 64 años, recuerda a muchos de aquellos viejos sindicalistas combativos que luchó cuanto pudo para defender los derechos laborales de sus representados y cuando una empresa del talante de una naviera quebraba, salía a "ponerle el pecho a las balas". Así  logró armar una cooperativa, Scop SeaFrance, que alberga a 600 trabajadores.
Pero surgieron entonces inconvenientes con los socios británicos del cruce, que plantearon cuestiones leguleyas para impedir el funcionamiento de la cooperativa. En este marco, un tribunal de defensa de la competencia del Reino Unido aceptó el reclamo de privados de que la cooperativa tenía ventajas sobre emprendimientos sin apoyo estatal. Eurotunnel, entonces, decidió vender sus tres barcos, el MS Rodin, el  MS Berlioz y el MS Nord Pas-de-Calais a una firma danesa y liquidar sin más trámite a la  MyFerryLink desde el 1 de julio.
Capelle -que durante 20 años dirigió también el club de fútbol de Calais,  el modesto A.S.Marck, de la segunda división de aficionados de la liga francesa- murió súbitamente de un ataque cardíaco el 8 de junio pasado. Los que lo querían, que no eran pocos, dicen que el corazón no pudo resistir más batallas. Hasta ese momento, sólo había podido salvar a 300 compañeros, los únicos que la nueva operadora del servicio iba a tomar, y por eso en una acción desesperada capitaneó los cortes de ruta con quema de neumáticos, que habían comenzado desde fines de mayo. Los que no lo querían –lo acusaban de autoritario, de inflexible- dicen que el final de la cooperativa era inevitable y que con su muerte guardará el prestigio intacto. "Se fue a tiempo", murmuran maliciosos.
Pero el conflicto continúa, porque son varios cientos lo que quedan en la calle. Por eso el ministro de transporte británico, Patrick McLoughlin reforzó sus presiones a sus pares franceses. "Francia necesita una Margaret Thatcher", dijo, para destruir a los sindicatos como hizo la Dama de Hierro en los 80.

Mientras tanto, marineros franceses e inmigrantes de varios países se posicionan tratando de escudriñar si hay una luz del otro lado del eurotúnel. 

Tiempo Argentino
Agosto 1 de 2015

Ilustró: Sócrates


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