El jueves, el primer ministro británico David Cameron se
despachó con un calificativo de "plaga" para definir a los miles de
inmigrantes que pugnan desde hace meses para entrar a la isla por debajo del
estrecho de La Mancha. Usó una palabra que muchos traducen como enjambre,
swarm. Pero aún en su versión más benévola, el término reduce los inmigrantes a
la categoría de insectos, lo que obviamente despertó las más furiosas críticas
de la oposición del mandatario conservador.
Cameron, que hace unas semanas ganó la reelección, no se iba amilanar
por las quejas y dobló la apuesta, prometiendo deportar a quienes quieran
ingresar de manera ilegal en su país y colocar vallas y perros para impedir que
intenten saltar.
En los últimos año, la inmigración se convirtió en un grave
problema especialmente para los países del sur de Europa, los que están más
cerca del continente africano y el Medio Oriente y paralelamente los más
castigados por la crisis económica desde 2008.
En lo que va de 2015 cruzaron a través del Mediterráneo unos
100 mil inmigrantes y se estima que unas 2000 personas se ahogaron tratando de
llegar desde el norte de África a Lampedusa en barcazas atestadas de
desesperados. Esta situación puso en el tapete el caso italiano, sin embargo es
por Grecia por donde entraron la mayoría de los que pudieron ingresar al Viejo
Continente. No es que traten de quedarse en esos distritos, que no son
precisamente un paraíso, sino que buscan cruzar a otros territorios más
prósperos aprovechando las ventajas de la falta de fronteras interiores. Lo que
ya puso en debate la "permisividad" de la Unión Europea hacia el
resto de la humanidad. Se debatió a mediados de junio un sistema de cuotas a
pedido del gobierno de Matteo Renzi para que el problema, a esta altura una
crisis humanitaria, no repercutiera solo sobre las espaldas de los italianos.
¿De dónde provienen los inmigrantes que buscan nuevos
horizontes en Europa? Son de países que sufren guerras civiles y violencia
étnica o tribal. No casualmente, salen de Túnez y principalmente Libia, una
nación atravesada por luchas tribales desde las incursiones de la OTAN hace
cuatro años. Pero muchos de ellos se fueron desplazando desde el África central
o desde la región del llamado Cuerno. A Grecia llegan desde Afganistán, Siria,
Irak. No vale la pena repetir lo que ocurre por esas latitudes luego de las
invasiones de EE UU y la OTAN ¿No será más adecuado llamarlos refugiados,
entonces?
En el caso de Calais, la Acnur, el organismo de las Naciones
Unidas especializado en la cuestión, no tuvo dudas en hacerse cargo del drama y
ya en marzo había denunciado las deplorables condiciones en que estaban las
3000 personas que subsisten en el campamento llamado "La Jungla".
"Tienen 30 canillas de agua potable, 60 duchas, 20 sanitarios, falta
atención médica y alimentación”, fue el escueto y lapidario informe. Médicos
Sin Fronteras agrega que la mayoría de los refugiados son de Eritrea, Etiopía,
Sudán y Afganistán. Reporteados por la BBC, muchos de ellos coincidieron en que
habían decidido ir para Gran Bretaña porque la vida en sus naciones de origen
es imposible, conocen el idioma –ventajas de haber nacido en una ex colonia- y
por más que los servicios sociales estén maltrechos, son mucho más de lo que
podrían haber soñado jamás en cuanto a educación y salud, además de que pueden
aspirar a algún subsidio o pensión que les permita al menos tener una moneda en
el bolsillo. Otros integrarán el ejército de trabajadores en negro, que bajan
el salario al resto de la población por su competencia. Pero para ellos, es eso
o la muerte en cualquiera de sus variantes.
El clima en la entrada al túnel en Calais se endureció desde
que el miércoles un refugiado que intentaba colarse en un camión fue
atropellado y murió instantáneamente. Según la administradora, Eurotunnel,
desde el lunes hubo un promedio de 2000 intentos de cruzar y sólo en un día se
registraron 300 arrestos. "Que haya 2000 intentos no quiere decir que sean
2000 personas, puede ser que la misma persona lo haya intentado varias
veces", aclaró un voluntario de una ONG que colabora con los inmigrantes,
citado por la agencia Télam.
Pero hay otro detalle de este espejo que es el túnel de
Calais que para gran parte de las agencias pasó a segundo plano y sin embargo
es otra cara de Europa. Muchos inmigrantes pudieron cruzar en estos meses
aprovechando un conflicto laboral, donde el túnel estuvo cortado por
trabajadores de una empresa naviera que quemaron neumáticos en la entrada francesa.
Sucede que la entidad que opera el cruce de La Mancha tiene tres buques, dos de
pasajeros y uno de carga, cuya explotación está a cargo de una empresa llamada
MyFerryLink.
La compañía fue fundada en 2012 sobre la base de la quebrada
Seafrance y en la práctica fue hasta hace unos días una empresa recuperada,
gracias al empuje de un dirigente gremial de los marinos del norte de Francia,
Didier Capelle. El hombre, de 64 años, recuerda a muchos de aquellos viejos
sindicalistas combativos que luchó cuanto pudo para defender los derechos
laborales de sus representados y cuando una empresa del talante de una naviera
quebraba, salía a "ponerle el pecho a las balas". Así logró armar una cooperativa, Scop SeaFrance,
que alberga a 600 trabajadores.
Pero surgieron entonces inconvenientes con los socios
británicos del cruce, que plantearon cuestiones leguleyas para impedir el
funcionamiento de la cooperativa. En este marco, un tribunal de defensa de la
competencia del Reino Unido aceptó el reclamo de privados de que la cooperativa
tenía ventajas sobre emprendimientos sin apoyo estatal. Eurotunnel, entonces,
decidió vender sus tres barcos, el MS Rodin, el
MS Berlioz y el MS Nord Pas-de-Calais a una firma danesa y liquidar sin
más trámite a la MyFerryLink desde el 1
de julio.
Capelle -que durante 20 años dirigió también el club de
fútbol de Calais, el modesto A.S.Marck,
de la segunda división de aficionados de la liga francesa- murió súbitamente de
un ataque cardíaco el 8 de junio pasado. Los que lo querían, que no eran pocos,
dicen que el corazón no pudo resistir más batallas. Hasta ese momento, sólo
había podido salvar a 300 compañeros, los únicos que la nueva operadora del
servicio iba a tomar, y por eso en una acción desesperada capitaneó los cortes
de ruta con quema de neumáticos, que habían comenzado desde fines de mayo. Los
que no lo querían –lo acusaban de autoritario, de inflexible- dicen que el
final de la cooperativa era inevitable y que con su muerte guardará el
prestigio intacto. "Se fue a tiempo", murmuran maliciosos.
Pero el conflicto continúa, porque son varios cientos lo que
quedan en la calle. Por eso el ministro de transporte británico, Patrick
McLoughlin reforzó sus presiones a sus pares franceses. "Francia necesita
una Margaret Thatcher", dijo, para destruir a los sindicatos como hizo la
Dama de Hierro en los 80.
Mientras tanto, marineros franceses e inmigrantes de varios
países se posicionan tratando de escudriñar si hay una luz del otro lado del
eurotúnel.
Tiempo Argentino
Agosto 1 de 2015
Ilustró: Sócrates
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