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Golpe al desarrollismo en Brasil

La crisis que sufre el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil no se puede entender si tener en cuenta un puñado de datos relevantes sobre el manejo de la cosa pública en el principal socio y aliado de la Argentina, tanto en la región como para enfrentar al mundo. En primer lugar, el sistema electoral fuerza la conformación de alianzas no solo para llegar al gobierno sino para mantenerse, lo que obliga , para poder ejercer el poder y llevar una agenda propia, a conformar coaliciones fuertes y duraderas. 
El otro dato relevante es que los medios son todos del establishment. No hay un solo medio en cualquier plataforma de alto impacto social que pertenezca a sectores cercanos al proyecto político del Partido de los Trabajadores brasileño, salvo algún que otro sitio web.
 La alianza de lleva más de una década con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) se explica, entonces, por la inserción territorial de la agrupación que en tiempos de la dictadura cumplió el papel de oposición tolerada, lo que garantizaba la gobernabilidad. El PT también tuvo su época de cercanía con los movimientos evangelistas para llegar por primera vez al Palacio del Planalto, la sede de la presidencia en Brasilia.  No había entonces otro modo de llegar hasta los millones de votantes que escuchaban sus radios en todos los rincones del país.  Como contrapartida, el partido creado por Lula da Silva sobre bases obreras en 1980 no pudo –o prefirió no romper con aliados- construir un mayor poder territorial al punto que hoy cuenta apenas con 63 diputados en una cámara de 513 bancas y solo 14 senadores sobre 81 escaños.  Tampoco logró que pasara la reforma política, por la obvia obstrucción de los socios legislativos.
Esa es la razón de fondo para que la jefatura de ambas cámaras recayera en dos conspicuos integrantes del PMDB, Eduardo Cunha en diputados y Renan Calheiros en senadores.
Y allí reside la mayor debilidad de Dilma Rousseff y  del PT en general en estos tiempos tormentosos que se desataron a partir de una investigación sobre corrupción en la petrolera de bandera, Petrobras.
La causa que lleva adelante un juez federal del estado de Paraná con la Policía Federal, el órgano que en Brasil cumple las funciones de brazo armado de la justicia. Y ya produjo las primeras condenas: tres directivos de empresas privadas y un funcionario de la firma estatal. El magistrado también llevó a una celda a  dirigentes políticos de partidos que integran la alianza oficialista y a presidentes de dos de las constructoras más grandes de Brasil, que figuran entre las más grandes del mundo, con intereses en varios países latinoamericanos, incluso Argentina, y en África, Odebrecht y Camargo Correa.
Lo que en estos últimos días se vive en el país vecino es una arremetida que muchos de ellos aspiran a definitiva contra Dilma y Lula de parte de los medios concentrados, como la red O Globo y el diario Folha de Sao Paulo. Lo peor del caso es que no solo despliegan un arsenal de cuestionamientos sobre la transparencia del PT y de sus integrantes y socios políticos, sino que marcan agenda sobre el rumbo que el proyecto neoliberal pretende del país y sobre el rol que la sociedad le debería asignar a cualquier gestión presidencial y a las empresas públicas.
En el caso de Petrobras, la oleada de escandaletes que los medios viene mostrando en dosis sutilmente administradas desde fines del año pasado, golpea a las puertas del líder metalúrgico, lo que eventualmente afectaría la continuidad del proyecto “petista”. Pero también amenaza con un juicio político contra la presidenta, para lo cual se viene afilando los dientes el ex candidato Aecio Neves y su partido, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que a pesar del nombre representa al conservadurismo y cuenta entre sus mascarones de proa al ex presidente Fernando Henrique Cardoso, un intelectual desarrollista en los 60 que devino en neoliberal cuando ocupó la presidencia en los 90 y desplegó gran parte del recetario privatizador recomendado por los Chicago Boys.
Ahora el senador y dos veces candidato presidencial por el PSDB y ex gobernador paulista José Serra pretende que se modifique una ley clave para un verdadero plan social en ese país, la normativa que le da exclusividad a Petrobras en la explotación de las riquezas petroleras de la plataforma submarina. Busca que entren empresas multinacionales, pero fundamentalmente  cambiar el reparto de las regalías, que con la legislación vigente garantiza un alto componente para la educación y la salud populares.
El avance del proceso Petrobras, que está en manos de Sergio Moro, un juez muy cercano a la embajada de Estados Unidos, inundó de rechazo no solo a la gestión petista sino a la dirigencia política en pleno. En la picota están tanto encumbrados dirigentes del oficialismo como del PMDB, lo que incluye al propio Eduardo Cunha y hasta el ex presidente Fernando Collor de Melo, denunciado por corrupción y expulsado mediante un impeachment en 1992.
La respuesta de Cunha a la acusación de que recibió sobornos salidos del bolsillo de Petrobras fue anunciar su paso a la oposición y la amenaza de abrir la puerta para un proceso similar contra Dilma.  Una velada amenaza contra el PT o una extorsión para que ponga un límite a las investigaciones judiciales. 
Sucede que en Brasil eso de la separación de poderes también es otra característica de la organización política, pero al mismo tiempo es una trampa en la que cayó el PT -e incluso de la propia Dilma- cuando aceptaron que la vía para llegar al poder no era por las armas. El proceso político llevó, como en otros países de la región, a “comerse esos sapos” que ahora, y desde la causa que llevó a prisión al principal operador de Lula, José Dirceu -también ex guerrillero- y a altos dirigentes del PT por el llamado “mensalao”, se reporta como un error. Eso de la reforma judicial que en Argentina quiso encarar el gobierno de Cristina y no logró, aunque dejó presentado el tema en la sociedad, en Brasil casi ni se planteó.
 Como en la mayoría de los países latinoamericanos, el poder judicial es otra de las puntas de lanza del establishment y de las concepciones neoliberales. Solo basta observar la queja del veterano periodista brasileño Joaquim Palhares, director de la revista online Carta Maior, uno de los medios que hace fuerza por el PT y una de las pocas voces a favor del proyecto petista en ese país, bombardeado por la oposición mediática. "Jamás en la vida vi a jueces apareciendo en seminarios del grupo Globo o a la Policía Federal filtrando sus investigaciones a la prensa", puntualizó Palhares.
Esta semana ocurrieron dos hechos a destacar. Por un lado, la abogada Beatriz Catta Preta, presentada por los medios concentrados como “una de las mayores especialistas en delación premiada del país”, anunció que deja la defensa de sus principales clientes en esta megacausa, denominada Lava Jato por el lavadero de autos donde comenzó la investigación policial. La mujer le informó al juez Moro que ya no tendría entre sus pupilos a  Augusto Ribeiro Mendonça Neto y a Pedro José Barusco Filho, los que se suman a Julio Camargo, otro de los delatores que ella asesoró.
El sistema de delación premiada, copiado del acuerdo con la fiscalía que figura en el proceso de Estados Unidos, permite que un reo negocie la reducción de una condena en su contra si “colabora” con la justicia. Una invitación a prender el ventilador con tal de salvar el propio trasero. Con eso se llega a una verdad jurídica o apenas mediática. Lo que no implica que se está cerca de la verdad verdadera.
Al mismo tiempo el Ministerio Público de Brasil promovió –demasiado tarde- una contraofensiva sobre algunos personajes del sistema judicial. El jueves anunció un proceso disciplinario contra el fiscal que hace unos días abrió una investigación para determinar su Lula cometió el delito de tráfico de influencia cuando fomentó la participación de la constructora Odebrecht en obras en el exterior. Una de ellas es un megaproyecto en Puerto Mariel, Cuba. La defensa del líder metalúrgico hizo la presentación y el propio Lula explicó que precisamente una de las  funciones de un presidente es abrir puertas en el exterior para vender trabajo nacional y apostar al crecimiento del empresariado nacional.
El fiscal Valtan Mendes Furtado salió, como se dice en la jerga leguleya, “de pesca” en un acto diplomático del anterior gobierno. Y ya se anunció que quiere investigar los créditos que recibió esa firma de parte del Banco Nacional de Desarrollo, el famoso BNDES que tanto contribuyó desde antes de la dictadura al desarrollo de la industria brasileña.
Pegándole a la burguesía nacional, destruyendo a la empresa petrolera de bandera y desprestigiando el banco que fomenta la industria y el trabajo brasileño, se le pega debajo de la línea de flotación al proyecto desarrollista que sin cortapisas desplegó Brasil desde fines de la segunda guerra mundial como política de estado.
Se podrá discutir mucho sobre el desarrollismo como modelo de distribución y de crecimiento. Pero cuando desde la derecha buscan destruirlo uno debe preguntarse qué les molesta. Y allí estará la respuesta a estos ataques a los llamados progresismos latinoamericanos.


Julio 24 de 2015

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