Dicen que cuando sólo se tiene un martillo, todo parece un clavo. Muchos catalanes podrían estar pensando algo así a partir de la prohibición de las corridas de toros en la región autónoma. Porque aunque parezca mentira, la ley de abolición de esa práctica milenaria quedó enfrascada en la disputa mayor por la autonomía de Cataluña. Y se inscribe en una ola de querellas por las soberanías territoriales que recorre el mundo desde tiempos inmemoriales pero que se potenció a partir de que el Tribunal de La Haya admitió como legal a la declaración unilateral de independencia de Kosovo de 2008.
La catarata de justificaciones para prohibir las corridas –crueldad, maltrato hacia animales indefensos, barbarie– chocó con una razón impensada cuando se inició la demanda: la tauromaquia es una costumbre que distingue como pocas a España. Su eliminación apareció como un excelente motivo para sustentar la identidad nacional catalana.
Unos días antes, el Tribunal Constitucional con sede en Madrid había rechazado un aspecto sustancial del Estatut de la Generalitat. «La única nacionalidad admitida es la española», decretaron los supremos. Esa rica región bañada por el Mediterráneo viene luchando por mayores grados de autonomía desde por lo menos el año 1200, y Barcelona fue uno de los pilares de la Segunda República. A la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975, esos reclamos retornaron.
El Tribunal fue tan inoportuno como para abrir un canal por donde ahora se exacerban los deseos de independencia de muchos catalanes. Uno de ellos es el ex presidente del club Barcelona, Joan Laporta, que ya sueña con un país reconocido por la Unión Europea. No es para menos, la Copa del Mundo de Fútbol de Sudáfrica mostró que la base de ese equipo nacional estuvo formada por jugadores catalanes, surgidos en las canteras barcelonesas; pero defendían la bandera del reino.
Centralismo debilitado
Los promotores del Estado central esperaban que Madrid pudiera controlar las fuerzas centrífugas que expresan con mayor o menor efervescencia los partidos nacionalistas desde el País Vasco hasta Galicia. Entre otras razones porque esas regiones quedaron en manos de partidos españolistas (el PSOE y el PP). Por eso en el debate por los toros no faltó la voz del derechista Mariano Rajoy, que impulsa una moción al Congreso de los Diputados para que las corridas sean declaradas «de Interés Cultural General». La presidenta de la Comunidad de Madrid, la también «popular» Esperanza Aguirre, aportó lo suyo: «La prohibición es liberticida», dijo. Sólo pretende «romper los lazos entre Cataluña y España», agregó. «No tiene nada que ver con protección del medio ambiente ni con el maltrato animal», culminó.
Todo indica que el futuro en torno del «deporte de los cuernos» –que será ilegal en Cataluña desde el 1 de enero de 2012– es incierto. Y que la cuestión de la autonomía proseguirá por otros canales. En los últimos dos años hubo referendos simbólicos sobre la autonomía donde no se había registrado demasiada participación popular. Los analistas recalcaron entonces que el separatismo venía perdiendo vigor. Hasta la sentencia del Constitucional.
Los reclamos, ahora, fueron ganando en contundencia. Hubo marchas multitudinarias contra el dictamen del Tribunal. Pero hubo también otras manifestaciones muy nutridas donde los gritos fueron «Independencia» y «Adéu Espanya» (Adiós, España).
Dictamen no vinculante
El partido Esquerra Republicana de Catalunya ya avisó que iniciará acciones que lleven a discutir lisa y llanamente la emancipación. Y Convergència i Unió, dijo que «los derechos catalanes de autodeterminación no tienen límites». El portavoz de Candidatures d'Unitat Popular (CUP) de Cataluña, Adam Majó, animó a su vez al grupo independentista Causa Galiza a que impulsen convocatorias para debatir la soberanía plena de las provincias gallegas. Al mismo tiempo, el representante de la Izquierda Abertzale, Txelui Moreno, habló de «confrontación política y democrática» con el Estado central para lograr la independencia del pueblo vasco.
Una opción a futuro podría estar en la propuesta del presidente regional de Cataluña, José Montilla, miembro del partido del presidente de gobierno, José Luis Zapatero, que pidió la creación de un «Senado federal» en una España «multinacional», quizás pensando en el modelo boliviano. Una salida desechada en España por siglos.
El fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre Kosovo no es vinculante. Obliga, sin decirlo, a negociaciones con Serbia, que considera a ese territorio como sagrado para su propia nacionalidad y por lo tanto una provincia indisoluble. No viene a cuento ahora el horror de la guerra que en los 90 significó la desmembración de lo que fuera la Yugoslavia del mariscal Tito; pero sí que el fallo de La Haya alimentó temores y esperanzas por igual en el resto del mundo. En algunos casos, porque temen que pueda ser la excusa para otros pedidos de autonomía. En otros, porque puede ser una salida para concretar finalmente viejas aspiraciones de autodeterminación.
Allí mismo, en los Balcanes, en Bosnia Herzegovina, existe el deseo de reconocimiento de la República Sprska. En estos días se sumó otro foco de tensión en el Alto Karabaj, al sur del Cáucaso. Sucede que la población de ese territorio montañoso sueña con su independencia y el reconocimiento internacional como nación, pero Azerbaiyán amenaza con recuperarla del control que ejerce Armenia desde 1994.
No hay que viajar mucho para registrar los reclamos de Osetia del Sur y Abjasia, que se declararon independientes de Georgia. Rusia aprueba y apoya esa medida, en contra de los deseos de los georgianos. Una pugna en la que no faltan ingredientes geopolíticos, como ocurre con los más de 25 millones de kurdos, que varían desde pedir mayores grados de autonomía en la parte bajo jurisdicción de Irak o la independencia total en la zona turca.
En Europa, además del país Vasco (extendido entre España y Francia) hay reclamos de Escocia, en el Reino Unido; el Trentino - Alto Adige, de mayoría alemana, en Italia; y partes de Rumania y Eslovaquia, pobladas por minorías húngaras. Sin embargo donde se comprueba hasta qué punto el viejo continente está inmerso en esta controversia nacionalista es en el mismo corazón de la UE, en Bélgica, donde ganó las elecciones el partido separatista flamenco.
«Noble Bélgica, oh madre patria (...) te juramos que vivirás, vivirás siempre grande y hermosa en tu invencible unidad» dice la Brabanconne, la canción patria trilingüe de Bélgica. Una promesa que no alcanzó desde 1830 a conformar la unidad entre francófonos y neerlandófonos y es desde hace algunos años una amenaza constante de ruptura. O una pregunta sin respuesta.
Revista Acción
15 Agosto 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario