jueves

Las madres de Obama

Si es verdad que una imagen vale por mil palabras, también lo es que algunas imágenes muestran mucho más de lo que los ojos dejan ver.

En la foto que ilustra esta página aparece la familia de sangre de Barack Hussein Obama II, el 44º presidente de los Estados Unidos. Y fue obtenida mediante una gestión del Centro de Estudios Americanos. Era la mejor manera, coincidieron los responsables del número 17 de la publicación Multiculturalismo: e pluribus unum, para reflejar en tapa la tarea que habían emprendido: un análisis sobre el proceso cultural estadounidense y sus consecuencias al sur del Río Bravo, con especialistas de todo el continente.
No hace falta ser muy ducho para darse cuenta de que es una “de entre casa”. Como la que cualquier hijo de vecino sacaría en una fiesta íntima. Y efectivamente, corresponde al casamiento de la media hermana de Barack, Maya Soetoro (es la mujer que abraza el actual presidente) con el canadiense de ascendencia china Konrad Ng (el tercero desde la derecha). Fue tomada en Hawaii en 2003 y acompañan a los casales las hijas de Obama (Sasha y Malia), su abuela Madelyn Lee Dunham, los padres del novio, el medio cuñado presidencial y la ahora primera dama de los Estados Unidos, Michelle.
Esta toma personal, cedida por Maya Soetoro Ng y Konrad Ng a la ONG dirigida por Luis María Savino, es llamativa por lo que muestra, pero también por la ausencia de quien la hizo posible: Stanley Ann Dunham, la madre del primer mandatario estadounidense, que había muerto de cáncer ocho años antes.
La mujer, con un doctorado en antropología, había nacido en plena guerra, en 1942, en Wichita, Kansas. El abuelo materno de Obama, un trabajador curtido en la adversidad, dejó bien en claro que esperaba un varón, por eso no tuvo empacho en bautizarla con su propio nombre, aunque ella a partir del secundario se hizo llamar Anna. El caso es que ni bien estalló la guerra, don Stanley Armour Dunham se alistó en el Ejército y partió para Europa. La madre, que aparece en silla de ruedas en la foto en cuestión, fue a trabajar en una planta de la Boeing, donde armaban los bombarderos B-29.
Al fin de la contienda, y luego de varias mudanzas, los Dunham se instalaron en Honolulu. El archipiélago acababa de convertirse en el 50º estado de la Unión y la joven Anna, influida por la época, estaba interesada en las culturas no occidentales. De modo que fue a estudiar antropología a la Universidad local. Allí, en una clase de idioma ruso, esta mujer blanca conoció a un joven alumno negro, Barack Obama I, nacido en Kenia. Dos años más tarde, en 1961, cuando ella tenía 18, nacía el pequeño Barack II. Pero la pareja no prosperó. Entre otras cosas porque el economista inició el retorno a su patria, donde según dicen las malas lenguas, el hombre tenía otra esposa. Hasta allí no llegaba la amplitud cultural de la mujer, a pesar del flower power y la moral hippie y pacifista de los sesenta.
Anna volvió entonces a sus estudios universitarios en Hawaii, donde trabó relación con el indonesio Lolo Soetoro. Se mudó a Yakarta, y en 1967 nació Maya. Cuenta la leyenda familiar que en la capital indonesia los Soetoro-Dunham vivieron en una casa sin luz eléctrica y sin pavimento en las calles. Más allá de la anécdota, se terminaron separando, y Anna volvió a quedar sola y con hijos. Lo que no impidió que hiciera una maestría en antropología indonesia y se convirtiera en investigadora del desarrollo rural en ese país asiático.
Con apoyo de un banco indonesio, de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y de la Fundación Ford –entidades no del todo bien vistas en el resto del mundo– promovió el microcrédito entre los sectores más pobres de la sociedad, principalmente mujeres. Hasta que en 1992 le detectaron cáncer de útero y ovario, y regresó a HawaiI, con su madre, Madelyn.
Barack II vio por última vez a su padre cuando tenía diez años. Barack I murió en 1983. A mediados de 1995, el inquieto hijo mestizo del economista keniano, ya recibido en Harvard y haciendo sus primeros pasos en algunas ONG de corte liberal de Chicago, publicó Sueños de mi padre, el libro autobiográfico en que cuenta sus primeros años de vida. Meses más tarde, en noviembre, moriría Stanley Anna Dunham.
La carrera política de Obama fue creciendo a partir de ese año. Fueron duros sus inicios, por tratarse de un hombre que no era del todo negro, pero que para los cánones conservadores tampoco es blanco. Y que por mestizo, es también un marginal. Lo demás es la historia conocida de su ascenso hasta la Casa Blanca.
Cuando consiguió aprobar la Ley de Salud, en la ceremonia de firma estuvo rodeado de las principales espadas demócratas junto con un niño negro al que muchos confundieron con el actor Gary Coleman, el pequeño Arnold de la serie Blanco y Negro de finales de los ’70. Se trataba, en realidad, de Marcelas Owens, un chico de diez años que había perdido a la madre cuando tenía siete porque el servicio de salud no la había atendido por falta de dinero.
“Esta ley es un homenaje a mi madre, que peleaba contra las compañías de seguros mientras moría de cáncer”, dijo entonces el mandatario. La Ley de Salud era una vieja reclamación de los sectores progresistas de los Estados Unidos. En la película Sicko, de Michael Moore, se ve claramente por qué. Un sistema en que la salud es mercancía más allá de los valores humanos, es útil para disciplinar a la sociedad. Modificar esa ley no sólo significa poner límites a un formidable negocio. Es también dejar abierta la posibilidad de que la población de menores recursos pueda escapar de esta nueva esclavitud, que consiste en saber que para tener un servicio de salud hay que sacrificar cualquier lucha reivindicativa de otros derechos esenciales.
Obama declaró alguna vez que había escrito su primer libro para cubrir la ausencia de su padre en su niñez. Pero que cuando murió su madre se había dado cuenta de que debería haber escrito otro muy distinto, pensado por ella.
Otras madres estuvieron presentes en el discurso que el presidente estadounidense dio el jueves en la ONU. Madres comprometidas en otras luchas contra genocidas entrenados por expertos del país de Obama.
Podría interpretarse que este homenaje tardío a las Madres de Plaza de Mayo se inscribe en un momento muy particular de la campaña electoral de noviembre, donde según los sondeos, el Tea Party amenaza con llenar el Capitolio de ultraconservadores que seguramente no harán más que poner trabas en el último tramo de la gestión demócrata. Y que entonces, Obama saca a relucir esas promesas de cambio que lo llevaron al gobierno hace dos años. Entre las cuales, la defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo fue sin dudas la principal, al punto que recibió un Premio Nobel de la Paz antes de haberse ganado el mérito.
Pero también podría ser que, después de todo, se mantuviera esa fuerte presencia de aquella foto del casamiento de su media hermana. La de Stlaney Ann Dunham, contribuyendo con su rebeldía juvenil a esa alianza de razas y genes que son un reflejo de los Estados Unidos de hoy, mal que le pese a la derecha más retrógrada de ese país. Y que ese espíritu finalmente florezca en el actual ocupante de la Casa Blanca.

Tiempo Argentino
25 setiembre 2010

No hay comentarios: