Se siente cómodo en el segundo plano. Prefiere escapar a los focos y trabajar en silencio. «Me di cuenta de que habíamos perdido y me dediqué a rehacer mi vida», resume cuando habla de su salida de la cárcel, donde pasó casi toda la dictadura. La derrota a la que alude es la de la «Tendencia», que en los 70 había impulsado hacia el peronismo a miles de jóvenes influidos por el pensamiento de John William Cooke. A partir de entonces, en Mendoza, de donde es oriunda su mujer, fue gomero y picó paredes hasta construir con paciencia una empresa de instalaciones eléctricas, para ganarse la vida, porque no tenía nada. Cuando parecía que la política estaba divorciada definitivamente de él, se cruzó nuevamente con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, de quienes había sido conducción como jefe de la JUP en La Plata. Y llegó a la Cámara de Diputados de la mano de Julio Cobos, con la Concertación, «porque en el PJ no me quieren», cuenta. Personaje insoslayable, por lo tanto, para hablar de este momento del país y para entender a una generación que fue protagonista de un momento crucial de la historia argentina.
«La situación política está viviendo un “crescendo” de realineamientos, acompañados por una tendencia a la violencia verbal en los últimos tiempos», afirma. «Pero por más pirotecnia verbal que haya, por más discursos descalificadores o justificadores, entiendo que existe una disputa por el poder real en la República Argentina».
–¿Entre quiénes se produce esa lucha por el poder real?
–A mí no me gusta usar lugares comunes. Me parece que no explican nada. Cuando uno repite la realidad muchas veces, incluso hasta con cierta premisa maniquea, el supuesto receptor no presta el oído. Me parece que hay que ser inteligente para explicar las posiciones que uno tiene y fundamentarlas bien. Incluso también con un dejo de autocrítica. Aquí no hay ángeles y demonios. Más allá de lo que se haya propuesto Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003, nunca explicitó en profundidad el sesgo y el sentido que tenía el proceso que se inició en aquella época. Insisto, más allá de la voluntad inicial, lo cierto es que ha lesionado partes del poder real de la Argentina, de aquel poder que transformó a la política en un brazo ejecutor de decisiones de la economía concentrada. Ese es el poder en la Argentina. Ahí, en esa complejidad, hay que hablar del grado de concentración de la economía, del rol de los grandes medios concentrados de difusión y de información pública y, siguiendo con ese hilo de razonamiento, hasta explicarnos la inflación.
–¿No habría una falla central en el hecho de no contar con más aliados, tanto en el Congreso como en el resto de la sociedad?
–Uno no puede disentir con esa afirmación. Ahora, en los hechos reales, creo que es en el Parlamento donde más crudo se ve, porque ahí están todas esas expresiones y es donde se dan los intentos de acordar con algunos sectores. Podemos decir, con cierto sesgo autocrítico, que a veces no cae bien, ni a los que pueden ser amigos ni a los propios, cierto estilo de avanzar con hechos consumados del kirchnerismo. También creo que las críticas entre compañeros se deben dar puertas adentro. No sirve de mucho andar ventilando esas cosas, ya que con el grado de sensibilidad actual, cualquier crítica al Poder Ejecutivo es bienvenida para los opositores más acérrimos. Pero también tengo que decir que soy diputado nacional por la Concertación de Mendoza, fruto de un acuerdo con Julio Cobos. Yo soy peronista, mis orígenes no tienen nada que ver con el radicalismo. Sin embargo, como testigo cercano, puedo decir que con Cobos se cometieron errores al no incorporarlo a un sistema de decisiones. Con esto no digo que hay que ponerlo a mandar, pero por algo llegó, algo trajo y eso hay que reconocerlo. Yo creo que eso falló desde el comienzo, y las pequeñas cosas luego se transforman en grandes. Ahí una parte. La otra parte es el componente interno de él.
–¿Cuál sería ese componente interno?
–Cobos es un hombre ideológicamente indefinido, por lo tanto, preocupante. Jamás explicitó cuál es la idea de país a que aspira. No lo podemos rastrear en su gestión como gobernador de Mendoza, porque fue un buen administrador, un hombre bien abastecido por el Gobierno Nacional gracias a lo cual realizó un interesante caudal de obra pública. Eso fue la gobernación de Julio Cobos y eso no lo define.
–¿Por qué entonces la alianza con Julio Cobos y no con otro dirigente?
–Hay un discurso de Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2006 que creo que fue fundante, aunque luego se falló en la aplicación de los conceptos. Ese discurso se basó en dos ejes fundamentales. Uno, el de las verdades relativas, que nos ayuda a suponer que se puede construir un amplio frente que represente los intereses nacionales y populares más allá de las diferencias conceptuales y metodológicas que se puedan tener en determinados momentos y, por otro lado, la convocatoria a concertar políticas alrededor de un eje nacional y popular. Creo que las dos cosas se hicieron con mucha torpeza, ya que todo se redujo a una fórmula presidencial que generó mucha expectativa. La visualización de los factores de poder real hizo que ante un conflicto sectorial se desatara en la Argentina una pequeña guerra política que nos retrotrajo en el tiempo. Pasamos de pensar que podíamos avanzar diciendo que las verdades de todos los que estábamos de algún modo vinculados históricamente con lo nacional y popular eran relativas y que por lo tanto podíamos aspirar a conciliarnos, a enfrentarlos. Ese fue el contexto en el cual una persona sin historia militante ni de pertenencia a la política, como Julio Cobos, hizo lo que hizo.
–Pero a Cobos le tocó ese momento clave porque la votación terminó empatada. Si él no hubiese tenido que decidir otra sería la historia.
–Todavía los elementos que emergieron de la crisis de 2001 están absolutamente presentes. Yo ingresé por la Concertación y no estoy en el bloque del Frente para la Victoria. No pertenezco al Partido Justicialista, creo que el peronismo, a lo largo de su historia, desarrolló una corriente que podríamos llamar conservadora y, si bien tenemos un origen común, no me considero parte de esa corriente. En los momentos extremos de la Argentina esa corriente tiende a ser un factor de preservación del equilibrio de poder que en ese momento esté en vigencia. El menemismo es el caso más extremo y creo que Eduardo Duhalde es el caso más atenuado. Hay toda una franja del peronismo, no despreciable, que termina asociada con los factores de poder que impiden cualquier intento transformador de la Argentina. No los hago mis enemigos, eso lo viví muy de cerca en la década de los 70. Estoy muy vacunado contra la reedición de aquel enfrentamiento.
–¿Hay modo de recrear la concertación?
–La concertación ha quedado atrás. A lo mejor quedó en un grupo de gente proveniente del radicalismo que confió y que cree en esto. En mi caso, a pesar de que esto haya sido muy mal manejado, veo como factible –aunque no en el corto plazo– esta idea de la confluencia de lo mejor del radicalismo y lo mejor del peronismo. De alguna partecita puedo hablar, por lo menos de julio de 2007 a junio de 2008 y de la convivencia con ellos. Por supuesto que tenemos puntos de desacuerdo. Cuando estalló el conflicto del campo, tuve un diálogo con Julio Cobos y con Daniel Katz. En el momento del primer corte de ruta, me dijeron que era el pueblo el que estaba alzado, y yo les dije que no, que debajo de esa línea hay por lo menos siete u ocho millones de argentinos, que no se trataba de aquello que yo llamo pueblo. Ahora bien, creo que esas diferencias son conciliables. Si yo pongo el énfasis en pensar en un virtuoso proceso de inversión y desarrollo en la Argentina para que se genere empleo donde, según mi punto de vista, sea todo equilibrado y no un proceso concentrado, ellos, a lo mejor piensan más en los programas educativos en donde los pobres se tienen que educar para ver cómo se las rebuscan. Pero también eso es conciliable.
–¿Volvió a hablar con Cobos después de todo lo que pasó?
–No, con Cobos no hablo desde unos quince días antes de su voto. Me di cuenta de que estaba jugando mal. Él fue el que me convocó al bloque de la Concertación. Eso me pareció interesante. Primero porque me había propuesto ser diputado nacional por Mendoza, y el peronismo no había hecho lo mismo porque creo que no me quiere. Me convocó y acepté. Aunque debo reconocer que no fue fácil. La vertiente más orgánica del Partido Justicialista que concurría con la Concertación tenía el derecho de poner al candidato, pero Cobos arregló todo con Alberto Fernández. Por supuesto, en la disputa por mi candidatura, la respuesta de Alberto Fernández fue: «Al Pampa lo propongo yo y si hay alguna otra propuesta hay que discutirla con Kirchner». Y la verdad es que ninguno se animó a discutir con él.
Creo que Kirchner le había hecho la cruz a Cobos desde mucho antes. Con Néstor hemos hablado mucho de esto. Porque yo no creo que Cobos sea un traidor. Puede ser muchas cosas, pero no es un traidor. El caso es que termino en el bloque de la Concertación, pero todo eso implosiona y el bloque se parte ahí nomás. Nosotros votamos la 125 el 4 de julio de 2008 en Diputados, pero yo hacía una semana que había roto con Julio Cobos. Cuando me di cuenta de que estaba jugando a dos puntas, que a través de la diputada Laura Montero se armaban reuniones con Felipe Solá, Enrique Thomas y otros pasados de bando; insisto, aun antes de su voto en el Senado. En ese momento decidí no llamarlo nunca más. Lo he criticado muy duramente cuando él, tiempo después, descalificó el viaje de Cristina a La Habana, en el momento de la asunción de Obama. Ese tipo de actitudes serviles no las tolero, él sabe del valor simbólico de estas cosas.
–Hablando de símbolos, es curioso que Mendoza se haya convertido en cierto modo en eje de la oposición al Gobierno y también a la ley de Medios.
–Mendoza es el núcleo inicial del poder empresario y mediático del grupo Vila-Manzano y por la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual van a tener que desprenderse de bienes de su propia empresa. Hay añejas relaciones con la Justicia. El grupo Vila, aun antes de juntarse con Manzano, tiene una historia que se puede resumir muy fácilmente: nunca le pagaron a nadie. ¿Qué hacen? Pagan en los tribunales o no pagan nunca. Actuaron así con los ex dueños de radio Nihuil, del diario La Capital de Rosario... Yo trabajaba en una gomería y me tocó ir a cobrarles. No había manera. Una de las primeras cosas que hacen crecer al grupo Vila es el emprendimiento inmobiliario Dalvian, en la década que va de los 70 a los 80. Este barrio privado está a un costado del Parque General San Martín, a tres minutos de auto del microcentro de Mendoza. Al lado hay un terreno de 32 hectáreas que pertenece a la Universidad Nacional de Cuyo. ¿Qué sucede? Vila se lo apropia y entra en conflicto con el Estado Nacional y con la Universidad Nacional de Cuyo. El valor de esas tierras no lo conozco en detalle, pero que es millonario y en dólares, estoy seguro. Tras 20 años de proceso, la jueza Pura de Arrabal, la misma que sacó la cautelar por la ley de Medios, les ha dado en primera instancia la razón. En ese juzgado trabaja un secretario que tiene un parentesco con Nicolás Becerra, que también es empleado de ese grupo. Becerra, el menemista y ex procurador general de la Nación. La Cámara de Apelaciones también les dio la razón. Esto es Vila. Todo esto se conoce. Mendoza no es tan grande.
–¿Cómo marcha la gestión del gobernador Celso Jaque?
–Jaque está jaqueado. Está haciendo un gobierno ineficiente. Arrancó con un grave pecado: ser funcional al estado de paranoia que se generó en la sociedad con el tema de la inseguridad y haciendo una promesa que, para los que entendemos de política, es totalmente infantil e incumplible: dijo que en seis meses iba a solucionar todo. Por eso ese gobierno empezó muerto y seguirá muerto hasta el último día.
–¿Se puede decir que el cobismo está cada vez más fuerte en Mendoza?
–La política no es un juego en donde lo que pierde el otro me lo llevo yo. Los radicales siempre dicen que ellos son más feroces en las internas que en las generales. Entonces, con el poder a la vista, las internas se potencian. Me extraña mucho que los medios nacionales no hayan prestado atención a cómo se han ido decantando las situaciones en los distintos partidos de cara a las recientes elecciones en la capital mendocina. Hay un detalle interesante: el intendente, Víctor Fayad, un radical histórico –tres veces candidato a gobernador, ex diputado nacional, con una brillante gestión como intendente entre 1987 y 1991– ganó sin recursos y con un radicalismo absolutamente devaluado la intendencia en 2007, con Cobos en la Concertación. O sea, el radicalismo que él integró sacó en la provincia el 10%, pero Fayad ganó las elecciones en la capital. Cuando se perfilaban las elecciones del año pasado, el partido de Cobos –el Confe– y la UCR hacen una interna conjunta para elegir la lista de candidatos de cara a las elecciones del 2009. Fayad la ignora absolutamente y entra en colisión con el partido de Cobos y con radicales como Sanz, que ahora están profundamente vinculados con Cobos. Fayad se mantiene en la suya y dice «vamos con la lista 3 y los candidatos los pongo yo». Hubo quince días de peleas públicas entre ellos en las que también estaba involucrado Cobos.
–¿Y qué pasó?
–Los que entendemos de esto sabíamos lo que iba a pasar. Cobos iba a bajar todas las banderas porque él no se podía arriesgar a que un radical le ganara una elección en su provincia. Eso es lo que sucedió, y los cobistas ahora están muy enojados con él. Incluso declaran públicamente que «Julio Cobos hizo lo de siempre: nada». Ni te cuento las cartas que han mandado a los diarios los concejales que estaban en las listas. Mendoza está agarrada de un hilo. Lo que pasa es que el peronismo local es un desastre. Por eso creo que en 2011 al peronismo de Mendoza le gana cualquiera.
–En lo personal, ¿está trabajando en alguna línea interna o formando otro espacio político?
–Yo no me quedé quieto e hice un partido político en Mendoza llamado Compromiso Popular. En diciembre de 2007 tomamos la decisión, en marzo de 2008 juntamos las 4.500 afiliaciones y fuimos reconocidos por la Justicia Electoral. Nos presentamos solos en las elecciones de junio y sacamos un orgulloso 1,44% de los votos provinciales. Para las recientes elecciones conformamos un frente de centroizquierda con otros dos pequeños partidos reconocidos a nivel distrital –el Polo Social y el partido Todos– más el Partido Comunista, el Partido Humanista y el Partido Solidario. Yo creo que la política tiene un componente esencial, que son las relaciones de fuerzas. Individualmente uno puede tener prestigio o ser de algún modo reconocido, pero si vos no garantizás un caudal de votos a la larga alguien te lo hace notar. Para que uno pueda avanzar y, en el caso de que le vaya bien, prosperar en este medio, hay que tener fuerza. Las cosas hay que construirlas.
–¿No en el peronismo?
–¿Qué pasó en esos años? La renovación peronista, el menemismo, por Mendoza pasó (José Octavio) Bordón, que es un demócrata cristiano y no un peronista. A ver, el peronismo al que yo adhiero es un peronismo con vocación de transformación y de igualitarismo social y no el peronismo de los símbolos y nada más. Siempre digo lo mismo: hubo un peronismo antes y otro después de Cooke. El mío, el de mi experiencia, el de mi generación, es el de después de Cooke, el de aquella frase «el peronismo será revolucionario o no será». A lo mejor, hoy en día yo lo definiría de otra manera, pero es eso.
–¿Cómo se definiría hoy?
–Transformador. Yo no usaría la palabra «revolucionario», porque las palabras también se gastan. No sé si hoy usaría la consigna «Liberación o dependencia». No podemos convocar hoy con pensamientos del año 1973.
Revista Acción
1 Mayo 2010
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